El celo y los puritanos
1. Cuando los puritanos hablaban de celo, ¿a qué se referían?
Por celo aludían al fruto del Espíritu, en especial al amor, ejercido a un alto nivel en el alma y en la actividad de la vida. Thomas Manton dijo que el celo piadoso es «un mayor grado de amor», de hecho, es el ardor del amor divino.1 Escribió: «El celo nos pone de inmediato a trabajar para que lo hagamos todo con buena disposición, libremente y con alegría» (2 Co. 9:2).2 Se distingue del «celo carnal» por su falta de odio y de amarga envidia (Stg. 3:14), por su dirección que procede del conocimiento verdadero de la Palabra de Dios (Ro. 10:2), y por su enfoque en la piedad del corazón en lugar de las cosas supersticiosas externas (Mt. 23:23; Ro. 14:17).3 A pesar de todo, el amor celoso sí incluye una santa «indignación», porque cuando amamos algo con fuerza, aborrecemos todo aquello que está en su contra. La fuerza del amor celoso lleva a los cristianos a negarse a sí mismos y a seguir adelante a pesar de la resistencia,4 y los llena de «santo dolor y enojo» cuando se viola la verdad de Dios, su adoración o a sus siervos.5 Por ejemplo, David escribió: «Mi celo me ha consumido, porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras. Sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo. Pequeño soy yo, y desechado, mas no me he olvidado de tus mandamientos» (Sal. 119:139-141).
2. El celo parece haber sido un concepto importante y un relevante componente del carácter cristiano para los puritanos. ¿Qué le ha ocurrido al celo? ¿Hemos sustituido sencillamente una palabra por otra, o hemos perdido todo el concepto y su énfasis?
El celo no puede desaparecer por completo del verdadero cristianismo, porque, como afirmó Manton, es un fruto de la muerte de Cristo» (Tit. 2:14), y esto se debe, en parte, a que el maravilloso despliegue del amor de Cristo inflama a su pueblo a amarlo a Él, y a que Cristo compró el don del Espíritu para hacer que fuéramos celosos en nuestro servicio a Él (Tit 3:5-6).6
Se puede utilizar diferentes palabras para celo. Oigo cómo algunos evangélicos usan el término pasión de un modo similar a como se refieren al celo los antiguos escritores. La Biblia no usa esta palabra de esta manera (en las Escrituras, «pasión» alude al sufrimiento o a los deseos incontrolables), pero su objetivo es comunicar una idea similar. La generación más mayor hablaría de sentir fuego por el Señor, algo que equivale realmente al significado de la palabra bíblica «ferviente» (Hch 18:25; Ro 12:11). De modo que el concepto sigue estando ahí.
El peligro al que nos enfrentamos hoy es que el valor, la fuerza, el activismo y la decisión del celo ofenden nuestra cultura de hombres afeminados y de tolerancia tiránica.
3. Si los puritanos tuvieran que echarle un pulso al evangelicalismo reformado de hoy, ¿cómo podrían desafiarnos en lo que a celo se refiere?
Los puritanos podrían desafiarnos a considerar con mayor sobriedad el peligro del falso celo. En una era en la que el amor de tantos se ha enfriado, podemos entusiasmarnos cuando nos encontramos con alguien que está «enardecido» por Dios. Stephen Charnock declaró: «No existe enemigo tan grande para el verdadero cristianismo como el celo ignorante».7 El celo debe llegar con la sabiduría de lo alto que es pura, humilde y compasiva, o acabará en amargura, desorden y pecado (Stg. 3:13-18). El celo solo es tan bueno como la doctrina y la piedad que lo inspiran.
Los puritanos también podrían emplazarnos a implementar un celo más extenso que cubra toda la vida. Podemos sentir la tentación de confundir el celo con el entusiasmo, sobre todo en las grandes reuniones con música y emociones ideadas para enardecer. Los cristianos tienden a asociar el celo con actividades específicas como cantar y evangelizar. Los puritanos enfatizaban la doctrina reformada de las vocaciones: todo el mundo sirve a Dios, en su propio llamado, en el trabajo, en la escuela o en el hogar. John Preston escribió: «Si quieres mostrar que amas al Señor Jesús haz las obras que pertenecen a tu lugar particular, porque cada llamado conlleva un trabajo concreto; si amas al Señor, sé diligente de esa manera, en ese llamado que Cristo te ha dado para que le sirvas; de este modo demostrarás tu amor».8
Los puritanos nos recordarían, quizá, que el celo no tiene tanto que ver con el entusiasmo como con la perseverancia en hacer el bien por nuestro amor constante hacia Dios. Manton afirma: «Ser celoso de buenas obras es ser constante hasta el final… El celo no es como fuego en la paja».9
4. ¿Cómo podemos incrementar el celo en nuestra vida y en nuestra iglesia?
En primer lugar, acude a Cristo para aumentar tu fe y tu amor. Solo Cristo puede darnos vida y hacernos crecer. Preson dijo: «No sabemos nada, sino lo que Él nos enseña como Profeta; cualquier cosa que hagamos es trabajo perdido, salvo que se haga aceptable por medio de él como Sacerdote; no somos capaces de vencer la lujuria ni de llevar a cabo ningún deber a través del poder que tenemos de él como Rey».10
En segundo lugar, usa con diligencia el medio de gracia, en especial la oración, la Palabra y los sacramentos. Cristo es la fuente y los medios son los «tubos conductores», como dijo Preston y, por tanto, no debemos arrancarlos de la fuente ni esperar recibir gracia sino es bebiendo en los tubos.11
En tercer lugar, examínate a ti mismo para ver si tu corazón está dividido. Ninguna mujer crecerá en su amor por su actual marido si su corazón sigue aferrado al primero. Preston escribió: «Debemos esforzarnos por estar divorciados de todos los demás maridos… destetados de todas las cosas terrenales, con las que [nuestro corazón] está demasiado casado».12
En cuarto lugar, ejerce el celo que tengas obedeciendo la Palabra de Dios con toda valentía. Como dijo Preson, no debemos dejar que la gracia que Dios nos ha dado quede adormecida en nuestro interior, «sino que debemos sacarla adelante, a la acción, ponerla en práctica y eso en todas las ocasiones». Este es especialmente el caso cuando la obediencia implica alguna «posibilidad» de «pérdidas y cruces» potenciales.13
En quinto lugar, no te avergüences cuando otros piensen que eres extraño y crédulo. Mantón nos recuerda que aquellos que son serios en la piedad, se niegan a sí mismos por Cristo y sienten celo por una buena causa, suelen ser considerados afligidos por «la necedad y la locura» (Jer. 29:26-27; Hch 26:24; 2 Co. 5:13). ¡También decían que Cristo era extraño y crédulo (Mr. 3:21; Jn. 10:20)!14
5. ¿Dirían los puritanos que es responsabilidad del pastor avivar las llamas del celo en su iglesia? ¿Cómo habría de hacerse esto?
El pastor debe hacer lo que pueda, tal como Dios le ha ordenado. Él es el instrumento para llevar los medios públicos de gracia a las personas. También debe procurar ser celoso en su vida cristiana (y no solo en su ministerio). Los pastores pueden encontrar más sobre esto en el libro del que fui coautor con Terry Slachter, Encouragement for Today’s Pastor: Help from the Puritans [Aliento para el pastor de hoy: ayuda de los puritanos].
No obstante, a fin de cuentas cada uno de nosotros es responsable de su propia vida delante de Dios. Nunca le eches la culpa al pastor por tu falta de celo. William Fenner dijo: «El ministro puede estar vivo y, sin embargo, las personas muertas. El Señor nos dice que Ezequiel tenía un pueblo de corazón empedernido (Ez. 2:4); pero la culpa no era de él, sino de ellos mismos».15
1. Thomas Manton, Several Sermons upon the CXIX Psalm, en The Complete Works of Thomas Manton (Londres: James Nisbet, 1872—1874), 8:468. Lo llama «el fervor de la divina caridad».
2. Manton, Several Sermons upon Titus ii.11-14, en Works, 16:279.
3. Manton, Several Sermons upon the CXIX Psalm, 8:467-68.
4. Manton, Several Sermons upon Titus ii.11-14, 16:279.
5. Manton, Several Sermons upon the CXIX Psalm, 8:472; cf. pp. 469-71.
6. Manton, Several Sermons upon Titus ii.11-14, 16:282.
7. Stephen Charnock, A Discourse of Conviction of Sin, en The Works of Stephen Charnock (1865; repr. Edimburgo: Banner of Truth, 1985), 4:165.
8. John Preston, The Breast-plate of Faith and Love (1634; facsimile repr., Edimburgo: Banner of Truth, 1979), 2:75.
9. Manton, Several Sermons upon Titus ii.11-14, 16:280.
10. John Preston, Riches of Mercy to Men in Misery (Londres: por J. T., 1658), 207.
11. Preston, Riches of Mercy to Men in Misery, 208.
12. Preston, Riches of Mercy to Men in Misery, 209.
13. Preston, riches of Mercy to Men in Misery, 212-13
14. Manton, Sermons upon 2 Corinthians V, en Works, 13:111-12.
15. William Fenner, Christs Alarm to Drowsie Saints (Londres: para John Rothwell, 1650), 45.
El Dr. Joel R. Beeke es presidente y catedrático de Teología Sistemática y Homilética en el Seminario Teológico Puritano Reformado, y pastor de la Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids, Michigan.
Publicado en Reflexiones con permiso. Traducción de IBRNJ. Todos los derechos reservados. © 2014 IBRNJ.