Una oración que no se ha orado jamás
Ustedes han escuchado muchísimos sermones arminianos, me atrevería a decir. Pero nunca han oído una oración arminiana, porque los santos en oración parecen uno de palabra, de hecho y de mente. Un arminiano de rodillas oraría desesperadamente como un calvinista. No puede orar acerca del libre albedrío; no hay cabida para ello.
Imaginen que haga la siguiente oración: «Señor, te doy gracias porque no soy como esos presuntuosos calvinistas. Señor yo nací con un glorioso libre albedrío. Nací con poder por el cual puedo acudir a ti. He mejorado mi gracia. Si todos hicieran lo mismo que yo con su gracia, todos podrían salvarse, Señor; sé que tú no nos das la disposición, si nosotros no estamos dispuestos. Tú le das gracia a todo el mundo. Algunos no la mejoran, pero yo sí. Hay muchos que irán al infierno aunque fueran comprados con la sangre de Cristo como yo lo fui. Habían recibido la misma cantidad del Espíritu Santo. Tenían una buena oportunidad y fueron tan bendecidos como yo. No fue tu gracia la que nos hizo diferir. Sé que tuvo mucho que ver, pero aún así, fui yo quien dio el paso. Hice uso de lo que me fue dado, y otros no lo hicieron. Esta es la diferencia entre yo y ellos».
Esta es una oración al diablo, porque nadie más elevaría una oración como esta. Por tanto, cuando los arminianos hablan despacio, puede haber alguna doctrina incorrecta, pero cuando se trata de orar, no pueden esconder lo que es la realidad.
Vuelvo a preguntarles: «¿Han conocido alguna vez a alguien que dijera “Yo vine a Cristo sin el poder del Espíritu”?». Si has conocido a alguien así, no necesitas dudar al decir: «Mi querido señor, de verdad que lo creo, como creo que usted siguió su camino sin el poder del Espíritu, que usted no sabe nada del asunto, y que ahora se encuentra en el camino de la amargura y en la esclavitud de la iniquidad».
¿Acaso dice algún cristiano: «Busqué a Jesús antes de que Él me buscara. Yo fui al Espíritu. El Espíritu no vino a mí.»? No, amados míos, cada uno de nosotros está obligado a ponerse la mano en el corazón y decir:
La gracia le enseñó a orar a mi alma,
E hizo que mis ojos se desbordaran;
Fue la gracia la que me guardó hasta este día
Y la que no me soltará jamás.
¿Hay alguna persona, hombre o mujer, joven o vieja, que pueda decir: «Busqué a Dios antes de que me buscara»? No, hasta aquellos de ustedes que son un poco arminianos cantarán:
Oh sí, amo a Jesús,
Porque Él me amó primero.
Derechos reservados. Traducción de IBRNB.