La adoración puritana IV
Eugenio Piñero
En nuestro estudio sobre la adoración de los puritanos, consideramos la necesidad de reformar la adoración como un elemento fundamental del puritanismo, y la alta teología que apoyó y motivó la adoración de los puritanos. Ahora pasamos al cuarto aspecto de nuestro estudio. Los puritanos creían que Dios debe ser adorado con todo el ser.
1) Descripción de la adoración bíblica
El Salmo 103:1 declara: «Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre». Tanto el alma como el cuerpo deben participar de la adoración. Aquí David menciona el alma, porque es allí, en el interior de nosotros, en donde comienza y emana la adoración espiritual que Dios requiere del ser humano, lo cual llama al creyente a adorar a Dios con todo su corazón, con todo su interior. Todo mi ser redimido y regenerado, con la ayuda del Espíritu Santo, debe adorar a Dios con un corazón que le ama, en donde la llama del amor a Dios consume todo su interior. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento» (Mateo 22:37-38).
Un concepto fundamental en el pensamiento puritano, es que la adoración a Dios debe ser con todo nuestro ser; pero, ante todo, es una actividad interna en el hombre. Aunque la actividad externa tiene su lugar en el culto, la actividad interior, o del corazón, es lo más importante.
Strivens presenta al ilustre puritano Williams Perkins como aquel que exploró con profundidad este asunto, en su escrito sobre los casos de conciencia. Él escribió que el verdadero culto a Dios no es una cuestión de simbolismo externo, ni de forma, por muy estéticamente agradable que sea, o por mucho que reflejara la antigua práctica cristiana, sino que es un monumento ascendente del corazón hacia Dios en la adoración y la formación de la voluntad para obedecerle en la tierra. La adoración interna, según Perkins, es la que rinde la mente, el corazón, la conciencia, la voluntad y los afectos. Mediante estas facultades, obrando seria y justamente, el hombre puede adorar y seguir a su Creador.
Lo que se hace externamente en el culto simplemente expresa, en palabras y acciones, la adoración interna del corazón. Esto significa que la adoración interna es el fundamento de toda la verdadera adoración. La razón para esto es porque Dios es Espíritu. Y ya que Él es Espíritu, debe ser adorado en espíritu; es decir, con la mente, la conciencia, la voluntad y los afectos. Según el puritano Perkins, la adoración interna incluye dos cosas: temor o reverencia, y adherirse a Dios. Son dos partes distintas de la adoración.
Perkins basó esta distinción en Deuteronomio 10:20, que dice: «Temerás al Señor tu Dios; le servirás, te allegarás a Él (te adherirás a Él o vivirás unido a Él) y solo en su nombre jurarás». Perkins toma la palabra “servir” como adoración, lo cual él define como parte de la adoración a Dios en la que la persona, con un sentido de la bajeza de sí mismo, somete y sujeta su alma a la gloria y majestad de Dios. Esto demanda abnegación y, sobre todo, requiere la exaltación de la majestad de Dios. Para probar esta verdad, Perkins cita a Abraham, cuando confiesa delante de Dios que él es polvo y ceniza. Génesis 18:27: «Y Abraham respondió, y dijo: He aquí, ahora me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza».
Vemos la actitud humilde de los serafines delante del Trono de Dios mientras cubrían sus rostros: «Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: “Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria”» (Isaías 6:2-3). Adorar a Dios significa humillarse a sí mismo delante de la gloria y la santidad de Dios. Incluye un temor piadoso, una obediencia sincera, una paciencia durante la aflicción, una gratitud verdadera por todo lo que Dios en Su providencia nos envía, la consagración de nuestra vida en cada aspecto de la misma para el honor y servicio de Dios. Isaías 6:8: «Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí: Heme aquí; envíame a mí». La adoración especialmente significa humillarnos delante de Dios y adherirnos a Él o vivir junto a Él. Entonces, el acto positivo de la adoración es acercarnos a Dios por medio de la fe, confiando solo en Cristo, contemplarlo con esperanza y con amor, orando internamente al Señor.
Sea que estemos de acuerdo o no en la manera en la que Perkins estructura, o incluye, estos varios elementos que él menciona como parte de la verdadera adoración interna, sin embargo tenemos que concluir que estos elementos mencionados como parte integral de la oración son, sin duda, bíblicos.
Podemos resumir estos elementos como nuestra humilde, sincera y contrita actitud delante de Dios, por nuestro pecado y debilidad. Incluye entregarnos y acercarnos a Dios mediante Jesucristo, por medio de la fe, con gratitud, amor, oración y alabanza. 1 Pedro 2:5 nos dice, «También vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual [personas redimidas y regeneradas que adoran a Dios en espíritu] para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo».
Ahora, hay dificultades y obstáculos que luchan contra la adoración, principalmente interna, como la hemos definido y descrito. Consideremos los requisitos bíblicos para la adoración a Dios. Jeremiah Burroughs, otro puritano, trata este asunto en su libro “La adoración evangélica”. Él reconoce que la adoración a Dios es algo grande, como lo son los deberes que tenemos que cumplir como parte de la adoración espiritual que exige la Palabra de Dios.
2) Requisitos para la adoración bíblica
Según Burroughs, la adoración es difícil y requiere preparación. Esto, en parte, se debe a que nuestros corazones no están preparados para la adoración, y, también, a que hay muchos obstáculos que nos impiden adorar como el Señor nos manda. Burroughs da cinco recomendaciones para que adoremos correctamente a Dios.
Necesitamos que nuestros corazones estén preparados de antemano con la correcta percepción de la majestad del Dios que vamos a adorar, y de la seriedad e importancia del deber que tenemos que cumplir.
Según Burroughs, a) Debemos deliberadamente meditar en los atributos de Dios y en la importancia de nuestros deberes.
La revelación o visión que vio Isaías de Dios sentado sobre un Trono alto y sublime, cuya orla de Su manto llenaba el templo y la proclamación de la santidad de Dios, llevaron a Isaías a pensar en la gloria, el señorío y la santidad del Trino Dios. Estas perfecciones divinas se adueñaron de sus pensamientos y llevaron a su corazón a reconocer su condición espiritual, su bajeza, vileza e inmundicia delante de Dios; le llevaron a ver su necesidad. Isaías necesitaba que Dios manifestara Su gracia, compasión, y misericordia perdonadora hacia él.
Si has de adorar a Dios correctamente, entonces esfuérzate por obtener una percepción correcta de la majestad de Dios y reconocer la seriedad de tus deberes en la adoración: confesión, alabanzas, oraciones, arrepentimiento, ofrendas y prestar atención a la Palabra de Dios.
b) Tenemos que esforzarnos por sacar o limpiar de nuestro corazón cada camino pecaminoso (Isaías 1:16-17; 55:7).
1 Juan 1:9 declara: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad».
c) Necesitamos desenredar el corazón del mundo.
Santiago 4:4, 7-10 dice: «¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, lamentad y llorad; que vuestra risa se torne en llanto y vuestro gozo en tristeza. Humillaos en la presencia del Señor y Él os exaltará».
d) Debemos vigilar nuestros corazones en todo momento, en todos nuestros deberes, para que estemos listos para orar cuando llegue el momento.
El salmista declara: «Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores. Los que a Él miraron, fueron iluminados; sus rostros jamás serán avergonzados. Este pobre clamó, y el Señor le oyó, y lo salvó de todas sus angustias» (Salmos 34:4-6:).
Y el apóstol Pablo insta a los filipenses: «Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7).
e) Debemos esforzarnos por usar todas las facultades de nuestra alma, para estar listos para adorar a Dios.
«Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre» (Salmo 103:1).
Dios nos llama a estar listos para adorarle con todo nuestro ser. En otras palabras, la verdadera adoración, ya que es un asunto principalmente del corazón, la mente, la voluntad, la conciencia y los afectos, requiere gran esfuerzo para asegurarnos de que internamente estemos en la condición correcta para adorar a ese Dios grande con todo nuestro ser. Así pues, debemos entregarnos completamente a cumplir nuestros deberes en la adoración.
Burroughs dice:
«Debemos hacer nuestro trabajo como si se tratara de nuestras vidas. Si alguna vez hemos estado seriamente intensos o atentos a algo, debe ser cuando estamos adorando el nombre de Dios. Debemos llegar al culto con un sentido consciente de que al Dios Todopoderoso, a quien estamos adorando, le estamos ofreciendo el homenaje que la criatura debe al Creador. Hemos de estar conscientes de estas distintas partes del culto a medida que las practicamos. Al venir a adorar a Dios, debemos recordar que venimos para estar delante del Señor en esas maneras mediante las cuales Dios ha derramado Sus misericordias sobre Su pueblo. Este es el momento de estar cerca de Dios… “Yo estoy en verdad en todo momento trabajando para gozarme de estar en comunicación con Dios. Y ahora que estoy adorándole, tengo que emplear todas las fuerzas de mi alma para tratar a Dios de la manera especial en la que Él manda en Su Palabra (Juan 4:24). Tengo que animar a mi alma para hacer estas cosas con el propósito para las cuales Dios me llama a hacerlas mientras le adoro”».
Todas estas cosas nos enseñan que, para los puritanos, la adoración incluía mucho más que simplemente gozar de un buen tiempo de música, y mucho más que pasar un rato cantando, con algunas oraciones, y dedicando cierta cantidad de tiempo oyendo a alguien explicar un texto de la Biblia.
La adoración incluye la mente y el alma. Demanda la participación deliberada de cada parte de mi ser mientras contemplo la gloria del Trino Dios y considero todo Su Ser, sus atributos y obras. Aquel que verdaderamente adora a Dios tiene que estar consumido con estas cosas, deleitándose en ellas profunda y ampliamente, no solo en una forma emocional, sino en una forma que ocupa tanto la mente como el corazón al máximo nivel posible.
En este punto, Charnock describe la adoración así:
«Un acto deliberado de la voluntad en el que el alma adora y reverencia la Majestad Divina, y se deleita en gran manera con Su amabilidad; abraza Su bondad, entra en una íntima comunión con el Objeto más hermoso que existe, entregándole todos sus afectos a Dios». Amén.
Hemos considerado la descripción bíblica de la adoración y los requisitos bíblicos para la adoración. Tenemos, por tanto, que preguntarnos si es esta la adoración que conocemos en nuestra experiencia en nuestras iglesias.
Este artículo continuará
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