Cristianismo horizontal
D. Scott Meadows
«No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (He 10:25).
Como la cruz, el cristianismo bíblico tiene un aspecto horizontal y otro vertical, y sin uno de los dos es incompleto. El aspecto vertical es nuestra relación con Dios. El aspecto horizontal es nuestra relación los unos con los otros, en especial con nuestros hermanos cristianos y, en especial, en la actividad de reunirnos como iglesia. Esta es la parte más importante del travesaño que podemos denominar cristianismo horizontal. Por lo general, es indispensable. Los que pueden participar están moralmente obligados a hacerlo, y esto fomenta nuestra seguridad y nuestro progreso espirituales. Esta es la enseñanza de Hebreos 10:25 en su contexto. Deberíamos ser miembros de una iglesia local que asisten con fidelidad. Para aquellos que de verdad se ven obstaculizados y no pueden asistir, Dios proporciona una gracia especial, como en el caso de los presos, los discapacitados y los creyentes individuales aislados geográficamente de cualquier iglesia.
La epístola a los Hebreos exhorta a los creyentes a perseverar en fe, y advierte contra la apostasía. Este versículo aparece en la que parece ser la explicación de un tema muy serio. Haciendo caso a su consejo, multitudes han alcanzado la salvación. Ignorándolo, una muchedumbre ha perecido, como barcos que se estrellan sobre las rocas cerca de un faro. Necesitamos entender con desesperación y aceptar la enseñanza de este versículo.
Cuidado con descuidar el cristianismo horizontal. Muchos cristianos profesantes malinterpretan la verdadera espiritualidad como si consistiera en su relación personal y privada con Dios, es decir, la parte vertical de la cruz. Por importante que esta sea, la horizontal también es crucial.
Lo que involucra. El cristianismo horizontal involucra «el congregarnos juntos». El término clave es prácticamente el mismo que «sinagoga» en griego, pero en este contexto se usa para un grupo cristiano de personas que se juntan de forma habitual, en un sitio en particular, para adorar (BDAG), lo que podríamos denominar «reuniones en la iglesia». Las primeras iglesias guardaban una impresionante similitud con las sinagogas judías, ya que las personas se congregaban para escuchar las Escrituras, entonar salmos y elevar oraciones, las partes morales de la adoración que debían perpetuarse, en contraste con las partes ceremoniales observadas en el templo judío de Jerusalén que quedaron abrogadas con la primera venida de Cristo. Dado que los primeros cristianos habían sido judíos, y fueron perseguidos en general por ellos tras confesar a Jesús como el Cristo, solían ser expulsados de las sinagogas, y entonces seguían adorando en congregaciones distintivamente cristianas como seguidores de Jesús. Las reuniones discontinuas para la adoración pública no eran una opción ética. Tampoco lo es hoy en día.
Lo que no nos debemos permitir. No debemos «abandonar» los cultos en la iglesia. Estos cristianos primitivos fueron perseguidos y pagaron un precio muy costoso por su compromiso con las reuniones cristianas. Fueron presionados para que volvieran a asistir a las sinagogas no cristianas, por no decir a abandonar por completo los cultos públicos. Incluso hoy, apartar el domingo como día del Señor y tomar consciencia de la asistencia a la iglesia como prioridad nos provoca conflictos con otras personas. No debemos empezar siquiera a retirarnos en la medida más mínima del compromiso disciplinado de asistir a los cultos establecidos de nuestra iglesia, a menos que seamos estorbados de manera providencial. Las ausencias inexcusables ocasionales son el preludio para abandonar del todo dichos cultos. Cortemos esto de raíz.
Las costumbres de los demás. Con ejemplos malos específicos en mente, el apóstol advierte a los fieles. «La costumbre de algunos es» abandonar las reuniones: no sean como ellos. Tristemente, el apostatar de Dios manifestado en abandonar a Su pueblo en nuestra adoración no es una mera posibilidad teórica. Ha sido la ruina verdadera de muchos en cada generación (1 Jn 2:19). Los que naufragaron en lo que toca a la fe (1 Ti 1:19) son lecciones objetivas abismales respecto a la infidelidad en la asistencia a la iglesia. El engaño del pecado arrastra a víctimas insensatas a la ruina en contra de su voluntad. ¡Cuidado!
II. Ocúpese como es debido del cristianismo horizontal. Aquí, el lenguaje inverso de la advertencia a la exhortación implica lo opuesto y explica en detalle la conducta correcta que se espera de los cristianos.
Congréguense de manera habitual. La obediencia a este texto significa más que detener en seco el «abandono» completo de las reuniones de la iglesia. Implica una asistencia debida y dependiente, no faltar a ninguna reunión por razones frívolas. John Owen advirtió del abandono «parcial» a través de la «pereza espiritual»: «Otras cosas se nos ofrecerán y competirán contra la asistencia diligente a esas reuniones. Si los hombres no se levantan y se sacuden el peso que tienen encima, caerán bajo la negligencia lamentable de este y de todos los demás deberes importantes… cuando esto es frecuente, y cualquier diversión trivial se acepta descuidando así este deber, el corazón no es recto delante de Dios: el hombre retrocede en el camino para su perdición» (in loc.).
Mantenga una comunión edificante. No nos juntamos por juntarnos. Nos reunimos con propósitos espirituales; todos ellos pueden estar implícitos en uno importante declarado aquí: «exhortándoos los unos a los otros». Esto podría describir bastante bien la predicación formal por parte de los ancianos de la iglesia o abarcar también la exhortación laica informal, el aliento y el consejo, pero, en cualquier caso, todo está fundado en la Palabra de Dios que es la Sagrada Escritura. Debemos tener el espíritu de Cornelio y su familia: «Todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado» (Hch 10:33).
Destaque en solemnidad. La última frase combina ideas de un aumento espiritual con la expectación solemne del juicio inminente. «Y [exhortándonos] mucho más al ver que el día se acerca». Que esto se refiera principalmente a la derrota de Jerusalén en un contexto de mitad del primer siglo o de un modo más amplio al Día del Juicio, es debatible. Sin embargo, lo que sí está claro es que debemos crecer en nuestro ministerio de reuniones espiritualmente edificantes en la iglesia, sobre todo considerando que se acerca el día cuando los apóstatas serán expuestos a la justa ira de Dios y la fe y la fidelidad de los cristianos verdaderos serán elogiadas en público. Preste atención a este consejo mientras pueda.
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