Cómo debe enfrentar el creyente la muerte
Eugenio Piñero
La presencia personal de Dios fortalece y sostiene al creyente en toda aflicción, aún en la mayor de sus aflicciones: la muerte. Esta experiencia representa el peor padecimiento del ser humano en esta tierra. Sin embargo, para el cristiano que cree en las promesas del Buen Pastor, el Señor Jesucristo, la muerte se convierte en una experiencia maravillosa que le lleva a la presencia de Cristo en el cielo (2 Corintios 5:8).
J. Douglas MacMillan escribió sobre cómo dos creyentes, que se destacaron por su eminente piedad, enfrentaron la muerte. Él relata la experiencia de su propio padre. Después de estar enfermo durante tres semanas, lo vio apoyado sobre unas almohadas, mirando hacia afuera por la ventana de su habitación. Eran las 6:30 de la mañana. Douglas le preguntó a su padre: “¿Qué ves?” El anciano respondió: “Es extraño. Estoy mirando hacia fuera de la ventana. Es un sitio muy bonito y puedo ver gente, y conozco a muchos”. Luego sonrió y dijo, “¿Crees que estoy viendo al cielo? Creo que sí”, dijo. “He estado en el umbral de la muerte durante tres semanas. Y voy a cruzarlo hoy”.
Luego añadió, “Durante 40 años he seguido a Cristo, y durante 40 años he orado por gracia para vivir para Cristo. Y durante 40 años he orado por gracia para morir como un cristiano. Siempre he tenido miedo interior; nunca lo admití, pero en mi interior siempre he tenido miedo de no conseguir gracia para morir. Pero ahora veo qué tonto he sido. Dios no me iba a dar gracia que no necesitaba hasta que la necesitara. Y cuando la necesito la tengo”. El padre le dijo a su hijo, “No tengas miedo a la muerte. Va a ser algo maravilloso”. Y dijo otra vez, “Va a ser algo maravilloso”.1
MacMillan estuvo con otro ministro que semanas antes de que muriera era un hombre que amaba al Señor…había estado muy débil y era un hombre muy amable y muy bueno que estaba impregnado de las Escrituras. Algunos de sus familiares le dijeron a MacMillan que dos horas antes de morir se sentó en la cama, (días antes apenas había sido capaz de moverse), y una luz apareció en su rostro y dijo a su hijo que estaba sentado a su lado: ve por tu madre, tráelos a todos abajo. Estoy viendo el cielo y puedo ver al Salvador. Él está conmigo”. Su mujer vino y rompió a llorar, pero él dijo, “Peggy no llores. Este es el día de mi coronación”. Estuvo así hasta que pasó a la gloria que estaba viendo. En este sentido, su muerte se convirtió en una experiencia maravillosa.
Ahora, es importante tener en cuenta que la experiencia de estos creyentes no significa que cada creyente tendrá esa misma experiencia Esto se debe a que algunos creyentes están sedados o mueren de repente o inesperadamente. Otros debido a un accidente inesperado pasan inmediatamente al cielo a la presencia del Señor. Pues, ausentes del cuerpo, presentes inmediatamente con Cristo (2 Corintios 5:8).
Un ministro inglés dice que él conocía de algunos creyentes que no querían que lo sedaran en el momento de su muerte para poder estar atentos cuando viniera el Señor por ellos. Aunque la experiencia de estos santos con el Señor en el momento de su muerte no sea la misma. Una cosa sabemos con certeza: el Señor Jesucristo estaba con ellos. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo” (Salmo 23:4-6). 2
¿Qué debe hacer el creyente en el momento de su muerte?
En primer lugar, el creyente debe confiar en la presencia personal de Cristo.
Durante sus pruebas o en su muerte, el creyente debe contemplar a su Pastor, el Señor Jesucristo. Debe considerar la bondad, la gracia, el amor, la compasión, la misericordia, la fidelidad y el poder del Salvador. Debe considerar Su poder sobre el pecado, el infierno y la muerte. Es maravilloso ver al pueblo de Dios ir al hogar, a la casa del padre, y es terrible, por otra parte, ver a gente ir a eterna oscuridad.” La experiencia los dos santos que antes mencioné no es algo extraño; no es una experiencia desconocida para otros santos.
Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, tuvo una experiencia parecida: la Biblia dice que cuando llegó el momento de su muerte, “lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: ‘he aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios’. Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él. Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:55-60).
Estos creyentes estuvieron conscientes de la presencia de Cristo durante la experiencia de su muerte. Vieron a Cristo. Sus ojos estuvieron fijos en Él. ¿Qué debe hacer el creyente en el momento de su muerte? Fijar sus ojos en Cristo, así como lo hizo Esteban.
El creyente debe formar el hábito de contemplar a su Salvador durante las pruebas y las aflicciones. Durante ese tiempo debe meditar en sus promesas.Debe buscarlo como el salmista. Cuando David estaba al borde de la muerte dijo: “Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores. Los que a Él miraron, fueron iluminados; sus rostros jamás serán avergonzados. Este pobre clamó, y el Señor le oyó, y lo salvó de todas sus angustias. El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los rescata” (Salmo 34:4-7).
Por la relación que Cristo el Buen Pastor tiene con cada una de sus ovejas, y en virtud de Su muerte y Sus méritos, cada creyente puede decir como Pablo: “Pero el Señor está conmigo”. “El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Timoteo 4:18).
Gurnall hace varios comentarios sobre el Salmo 23:4. El escribió,”Este versículo delicioso, de una belleza incomparable, ha sido cantado por muchos en su lecho de muerte y los ha ayudado a iluminar el valle tenebroso transformándolo en claro día. Cada expresión, cada palabra del mismo encierra un tesoro de significado.
Aunque ande. Aquí vemos que el creyente no se estremece, no acelera repentinamente su paso cuando le llega la hora de morir, sino que con toda tranquilidad sigue caminando pausadamente con Dios. Andar indica el avance firme y seguro del alma que conoce bien la ruta, qué sabe a ciencia cierta cuál es su fin y, por tanto, se siente segura y decide seguir el camino con calma y sosiego.
Frente a la muerte, al santo no se le acelera el pulso, no jadea, no se apresura; no corre como si estuviera alarmado, pero tampoco se queda quieto como si se negara a seguir adelante; no está confuso ni avergonzado, y por tanto sigue por el valle firme y seguro andando a su paso habitual. Es importante observar también que el sentido del hebreo no dice andando “en” el valle, sino andando “por” el valle. Atravesamos el largo y oscuro túnel de la muerte para salir a la luz de la inmortalidad. No morimos, sino que dormimos para despertar en la gloria. La muerte no es la casa, sino el pórtico de entrada; no es el destino ni la meta, sino el pasaje a la misma. Ese paso por la muerte, el salmista lo define como un valle; La tempestad arrecia y estremece las montañas, pero el valle es lugar de quietud y, por tanto, muy a menudo las últimas horas y los últimos días del creyente suelen ser los más tranquilos de toda su carrera. La montaña es árida y oscura, pero el valle está repleto de gavillas doradas, y muchos cristianos han cosechado más gozo y sabiduría en acercarse a la muerte que a lo largo de toda su vida.
Fijémonos, además, que no dice “el valle de la muerte”, sino “el valle de la sombra de muerte”, porque la muerte ha sido derrotada, su sustancia ha sido eliminada y sólo queda de ella su sombra. Alguien ha dicho que donde hay sombra tiene que haber luz en alguna parte, y ciertamente la hay. La muerte se halla junto al camino por el que hemos de transitar, y la claridad del cielo que brilla sobre ella proyecta su sombra a nuestro paso; pero con ello nos indica también que hay luz más allá; alegrémonos. Nadie le tiene miedo a una sombra; una simple sombra no detiene a un hombre en su camino, ni siquiera por un instante. La sombra de un perro no muerde; la sombra de una espada no mata; y la sombra de la muerte no puede destruirnos. Por tanto, no hay motivo para temer”. 3
En segundo lugar, el creyente debe confiar en la omnipotencia del Señor Jesucristo.
¿Quién es Aquel que está en todo momento con el creyente? El Señor Jesucristo, el Dios encarnado, el Buen Pastor. Él ejerce Su poder soberano y absoluto para cuidar y proteger a Sus ovejas. Por esta razón, nada falta a Sus ovejas que ellas realmente necesiten. Él es el que trae descanso, reposo y restauración a sus almas. Por el ejercicio de Su poder omnipotente, Él guía a cada una de Sus ovejas por senderos de justicia. Él provee para ellas aún en la presencia de sus enemigos. Él es el que finalmente las conduce a Su Casa Celestial. Por lo tanto, toda la gracia, poder y ayuda que el creyente necesita para enfrentar la muerte serán otorgados por Él.
Entonces, creyente, confía en Él y el poder de Su gracia para sostenerte aún en el momento de tu muerte. Esa fue la experiencia del padre de J.D. MacMillan; esa es la experiencia de cada creyente que confía en el Señor Jesucristo.
“¡Ésta es la confianza! ¡Ésta es la alegría del cristiano! “Tú estarás conmigo”. En alta mar, en medio de una pavorosa tormenta, un niño duerme plácidamente en el regazo de su madre; no está asustado, porque sabe que su madre está con él, y esto le basta; así debería ser con todo creyente que sabe que Cristo está con él. “Tú estarás conmigo”; “Tú estás conmigo, y teniéndote a ti tengo todo lo que puedo desear; consuelo perfecto y seguridad absoluta; porque Tú estás conmigo” (C.H. Spurgeon). 4
1. El Señor es mi Pastor, J.D. MacMillan, Editorial Peregrino
2. El Tesoro de David, C.H. Spurgeon, Editorial Clie
3. El Tesoro de David, C.H. Spurgeon, Editorial Clie
4. El Tesoro de David, C.H. Spurgeon, Editorial Clie
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