La mayor preparación para el ministerio
Eugenio Piñero
¿Qué podemos aprender de esta secuela (de lo que sucedió) después del llamado que Eliseo recibió al oficio profético?
En primer lugar, el reconocer y someterse al llamado de Dios no es lo mismo que ser formado en alguien que Dios pueda usar para Su gloria; el reconocimiento del llamado de Dios y su sumisión a Dios como su Señor y Redentor, no significa que Eliseo estaba completamente preparado para ser el portavoz de Dios y para cumplir las demandas de su llamado.
La revelación de la voluntad de Dios mediante una simple acción, como la de echar el manto sobre Eliseo y el reconocimiento y sumisión inicial de parte de Eliseo, tomó segundos, pero formar el carácter y desarrollar los dones de aquel que sería el portavoz de Dios tomó varios años. No sucedió de la noche a la mañana. Tomó tiempo para preparar a Eliseo para que llegara a ser un ministro idóneo, un representante y un portavoz fiel del mensaje de Dios. Tomó tiempo para preparar a Eliseo para el oficio que Dios le llamó. El trabajo de sus padres, la manera en que ellos le criaron, estableció un buen fundamento para llevar a cabo este oficio, pero Eliseo todavía tenía que pasar por un período de preparación ministerial en el que sus dones y gracias fueran desarrollados. Como mi mentor espiritual Albert N. Martin dijo, “Dios nunca está de prisa en hacer a un hombre de Dios”.
La preparación mayor para el ministerio no es asegurarse que el aspirante conozca bien las distintas ramas de la teología, aunque esto es esencial, no es la parte principal de su preparación. Aunque es necesario que el que aspire al ministerio conozca bien las épocas de la historia de la iglesia, el contenido de la Biblia y la teología exegética, bíblica, histórica y sistemática, todo esto no es suficiente. Aunque estas disciplinas teológicas nunca deben ser descuidadas, todas estas cosas no eximen al aspirante de lo más importante de su preparación ministerial: 1) Su relación íntima y espiritual con Dios 2) El desarrollo de su carácter piadoso. (Miqueas 6:8; 1 Timoteo 4:16; 1 Timoteo 3:2-7.) Si estas dos cosas se descuidan, el ministro no podrá cumplir el llamado de Dios para su vida.
Este principio se aplica a cualquier llamado. Si Dios te ha llamado a ser un esposo, un padre, una esposa, una madre o una amada de casa, la preparación más importante para cumplir ese llamado no es recibir un conocimiento intelectual del contenido de la Biblia y de estas disciplinas teológicas; lo más importante de la preparación es tener y desarrollar tu relación espiritual con Dios, tu comunión íntima y creciente con Él, el cultivo de las gracias espirituales y el desarrollo de tu carácter piadoso.
Esto implica que la preparación más importante es la que Dios realiza en el corazón o la vida interior de aquel que Él llama por medio de Su Espíritu y Palabra. Por más necesario que sea (y lo es) la preparación intelectual, teológica, académica y social, no puede, ni será nunca, un sustituto para la preparación del corazón, su relación con Dios y la manifestación de un carácter piadoso.
“Palabra fiel es esta: Si alguno aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad” (1 Timoteo 3:1-4). Este énfasis no es el énfasis del que escribe este artículo, sino del Espíritu Santo, plasmado por Él en la Biblia.
¿Qué relación tienes con Dios? ¿Tienes una devoción sincera y creciente hacia Él? ¿Qué de tu devoción hacia Él? ¿Qué relación tienes con tu pastor? ¿Qué relación tienes con tu esposa y tus hijos? ¿Quién es el líder piadoso en el hogar? ¿Es tu mujer? ¿Es un matriarcado lo que se ve en tu hogar?
Algunos hombres no quieren reconocer esta realidad. Se denomina como matriarcado a ese tipo de relación familiar donde la mujer posee autoridad y liderazgo en el hogar. El término “matriarcado” se deriva del latín mater que significa madre y del griego archeinque que significa gobernar. ¿Quién realmente gobierna en tu hogar? ¿Tú o tu mujer? ¿Eres tú el líder sabio, amoroso y presente en tu hogar o un líder ausente? Según las Escrituras, es necesario que el anciano o pastor sea el líder amoroso, sabio y siervo en su hogar. El texto dice, “Que gobierne bien, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad”. El texto no dice que ella gobierne bien, sino que él gobierne bien. “Pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:4-5).
La preparación mayor o más importante no es su preparación intelectual, teológica o ministerial, sino espiritual. Esa preparación es un medio para lograr lo que es más importante. Como el pastor Albert N. Martin declara: “Cuando el manto de la gracia descansa sobre cada uno de nosotros, puede ser que sea un llamado a ser pastor o en el caso de una mujer, puede que sea ser una esposa, ama de casa o madre. En tales casos, la obra mayor de Dios siempre es hacer la obra de formar el carácter que en Sus manos será usado para aquello que Dios llamó. ¡Observen cuán importante es para Dios este asunto!
El énfasis de la necesidad de un carácter piadoso y probado no procede del escritor de este artículo, sino del Espíritu Santo. De los nueve requisitos dados en 1 Timoteo 3:1-7, dos son acerca de los dones, que sea apto para enseñar y que gobierne bien, lo otro que se dice tiene que ver con el carácter piadoso y las gracias espirituales del pastor. Esto es lo que se subraya en esos dos pasajes bíblicos. Para Dios, este es el asunto más importante y necesario. Ya que es importante e indispensable que el ministro manifieste un carácter piadoso, ningún aspirante al ministerio, ningún grupo de ancianos o pastores, ninguna iglesia debería ser indiferente a este requisito. Tristemente, esto es lo que sucede en muchos círculos cristianos e iglesias. Basta con que el hombre desee, aspire o muestre ciertas capacidades intelectuales y alguna gracia cristiana… inmediatamente lo mandan a un seminario.
¡Cuatro años o seis de estudios teológicos, un doctorado, no garantizan que un hombre esté preparado para pastorear a una iglesia o para tratar con las almas de los hombres! No significa que tal individuo sabe cómo formar el carácter de cada miembro en la iglesia. No es indicación que está preparado para establecer y mantener el orden bíblico en la iglesia o que está preparado para cuidar la pureza de la adoración bíblica o listo para extender el reino de Cristo como ministro del evangelio.
2 Timoteo 2:2 declara, “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”. No solo debe ser apto para enseñar, sino que también tiene que ser un hombre fiel. Por tanto, no debemos ignorar la importancia y necesidad de un carácter piadoso en la formación ministerial de aquellos que aspiran al ministerio.
A través de su ministerio, vemos como Eliseo estuvo entre el pueblo de Dios como aquel que le servía. Ese corazón de siervo que había desarrollado durante su preparación le llevó a ser sensible a la necesidad y le llevó a dar atención a aquel que necesitaba su ayuda y servicio. Observa, Eliseo no trató a su gente con esa actitud de, “Estoy demasiado ocupado en asuntos importantes del Reino, en el combate contra Baal, que no tengo tiempo para servir a aquellos que piden auxilio, o ayuda. ¡Él no reaccionó de esa manera! Por esto, cuando la viuda le habló de su problema, él la escuchó y la ayudó. Cuando él hierro del hacha cayó en el Jordán, Eliseo se identificó con la preocupación de aquel que le pidió ayuda. Eliseo se detuvo y en el nombre del Señor obró aquel milagro que libró a aquel hijo de los profetas de su angustia y preocupación.
La mayor parte del ministerio es servir al pueblo de Dios. Este servicio demanda abnegación. Jesús dijo en Lucas 14:27, “El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24). El que aspira al ministerio debe estar listo para hacer la obra del ministerio, lo que incluye encusiarse las manos con los problemas de la gente para ayudarles a afrontarlos bíblicamente. Como otro dijo, “La obra del ministerio es una obra de un continuo sacrificio diaconal, en la que tú derramas tu alma, esperando nada en cambio, y a la misma vez sientes un gozo hacerlo”.
Además, la preparación ministerial requiere que nosotros, los que nos toca preparar a otros, seamos ejemplos bíblicos de lo que esperamos que ellos sean. Estos hombres deben mirarnos no como hombres perfectos, sino como aquellos que hemos alcanzado cierto grado de entendimiento y experiencia que muestra que nosotros conocemos a Dios, andamos con Él, que somos hombres íntegros, fieles y piadosos. Que somos hombres que se esfuerzan por conservar una conciencia irreprensible delante de Dios y de los hombres.
Aún más, ellos deben ver que nuestra vida manifiesta que nosotros conocemos lo que es servir al pueblo de Dios. Debemos ser un ejemplo bíblico de lo que es un alma contrita que busca el perdón de Dios en Cristo, seguido por obras dignas de arrepentimiento. Por otro lado, si aquellos hombres que aspiran al ministerio han de recibir la formación espiritual y ministerial necesaria de sus pastores, ellos deben esforzarse por cultivar una relación y amistad íntima, afectuosa, amorosa y transparente con sus pastores, relación en la que se cultiva la buena voluntad, y está libre de sospechas.
Sin estas cosas no habrá confianza para abrir su corazón, para dar a conocer aquellas debilidades y luchas en las que ustedes necesitan ayuda. No se desarrollará la comunicación necesaria para que puedan recibir la guía, la enseñanza y la supervisión que ustedes necesitan para que puedan tratar bíblicamente con sus debilidades y desarrollar su carácter. Sin esta relación íntima, tratarán de presentar o proyectar una imagen de sus personas que no es consecuente con la realidad. Dios no bendice la falta de integridad. Este tipo de relación íntima, afectuosa, amorosa y transparente es la que se debería desarrollar entre los miembros de la iglesia y sus pastores. “Acordaos de vuestros guías que os hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe…Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Los de Italia os saludan” (Hebreos 13:7, 24).
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Como otro dijo, “La obra del ministerio es una obra de un continuo sacrificio diaconal, en la que tú derramas tu alma, esperando nada en cambio, y a la misma vez sientes un gozo hacerlo”.