El sustento y la protección del Señor Jesucristo, el Gran Pastor
Eugenio Piñero
El Salmo 23 revela el amor del Buen Pastor, el Señor Jesucristo, por Sus ovejas; Él las cuida y sustenta; suple todo lo que ellas realmente necesitan. Él las protege y preserva del mal.
El versículo 4 declara: “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo”. El salmista contempla un camino tenebroso y peligroso, que él describe como el valle de sombra y de muerte. Esta frase no se refiere estrictamente a la muerte. El texto no dice “el valle de muerte” sino “el valle de sombra de muerte”. “La sombra de un objeto no puede ser la misma cosa que el mismo objeto”. La sombra de muerte no es la muerte. Aunque la frase alude a la muerte, no se refiere a la muerte en sí misma. La sombra de muerte se refiere a algo tenebroso, sombrío y peligroso que causa temor, dolor, tristeza y gran aflicción. La idea que se transmite es la de un ambiente sombrío y doloroso que viene sobre el creyente cuando está en gran aflicción. El valle de sombra de muerte se refiere a cualquier camino o escena de gran tristeza, pesadumbre, padecimiento, aflicción o prueba. Proyecta la aflicción final que sufre el creyente: la muerte.
*J.M. Mason dice, “El valle de sombra de muerte es la escena inusual de gran angustia que sobrecoge el alma, la deja perpleja, deshace sus propósitos y la llena de alarma y horror”. *Ainsworth dice que la frase denota peligro inminente (Jeremías 2:6), quebranto doloroso (Salmo 44:19, Salmo 107:10-14). *Stevenson dice que la frase, “Valle de sombra de muerte” es usada para representar pruebas horribles y “aquellas dificultades y peligros extremos que oscurecen la vida humana”. El valle tenebroso y peligroso por el que pasa el creyente muestra que la vida cristiana no es siempre tranquila. Hay tiempo de aflicción. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
¿Cómo debe enfrentar el creyente las aflicciones y la muerte? En primer lugar, el creyente debe confiar en la presencia personal de Cristo. Debe seguir el ejemplo piadoso de David que dijo, “Aunque pase por el valle de la aflicción y aún de la muerte, no temeré mal alguno”. La razón: “porque Tú estás conmigo”. El Señor Jesucristo dice en Su Palabra, “Nunca te dejare ni te desamparare” (Hebreos 13:5b). De manera que decimos confiadamente, el Señor es mi ayuda, no temeré. Esta promesa es para cada verdadero cristiano. “De manera que decimos confiadamente: El Señor es el que me ayuda; no temeré. ¿Qué podrá hacerme el hombre?” (Hebreos 13:6).
La afirmación “no temeré mal alguno” no significa que no hay mal que en un momento dado afecte la vida de David o del creyente, sino que él no teme a ningún mal que llegue a su vida. “No temeré mal alguno” tampoco significa que David o cualquier otro creyente no sienta ningún temor natural o carnal. Lo que esta expresión significa es que él no dejará que estos temores le controlen ni sean sus consejeros. La confianza en la presencia personal de Dios disipa el temor. El Gran Pastor, Jesucristo, está con David y con cada una de sus verdaderas ovejas.
En las aflicciones y aún en la experiencia de la muerte, el creyente no está solo. “Aunque pase por el valle de sombra de muerte…Tú estás conmigo”. El mal, el Maligno o sus enemigos no pueden hacer ninguna cosa contra él, que no tenga el permiso divino. Si Dios permite que algún mal le afecte, este obrará para su bien. “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28). Mientras tanto, el reconocimiento de la presencia de Dios y la confianza en Él infundirán en el creyente valor, calma, sosiego, quietud, tranquilidad y paz.
C.H. Spurgeon señala que en la expresión ‘no temeré mal alguno’, David, “No se limita a decir que no habrá mal alguno. Va incluso más allá de esta certeza. Y sabiendo que Jesúß ha vencido todo mal, exclama confiado, ‘No temeré mal alguno’; lo que da a entender que incluso sus temores a la sombra del mal se habían desvanecido para siempre. Los peores males de la vida son los que no existen salvo en nuestra imaginación; lo que más nos ha hecho sufrir es aquello que nunca nos ha sucedido, pero temíamos que nos pudiera suceder. Si no tuviéramos que afrontar más que tribulaciones reales, no llegarían a una décima parte de nuestras aflicciones presentes. Bajo el temor de una muerte experimentamos mil muertes; pero el salmista estaba curado de la enfermedad del temor. ‘No temeré mal alguno’, ni tan siquiera al Maligno en persona; no temeré al peor enemigo, porque lo tengo de antemano derrotado, lo considero un adversario destruido porque ‘Tú estarás conmigo’. Esta es la confianza- Esta es la alegría del cristiano: ‘Tú estás conmigo’…y teniéndote a Ti tengo todo lo que puedo desear: consuelo perfecto y seguridad absoluta; ‘porque Tú estás conmigo’”.
*John Hooper declaró, “Puesto que Tú, Señor, estás conmigo; y es bajo Tu poder y bondad que las aflicciones surgen y desaparecen; estoy seguro que superaré y venceré todas las que me vengan, por muy numerosas y peligrosas que sean. Porque sé que Tú vara me corrige cuando me descarrío, y Tu cayado me sustenta y levanta si caigo; dos cosas que me son imprescindibles, O bendito Señor; usa para sacarme del mal y del error si caigo, y la otra para mantenerme en la senda de la rectitud y la verdad”.
Por otra parte, la expresión “estás conmigo” sugiere un acercamiento más íntimo entre el Gran Pastor y el creyente. Mientras que al principio del Salmo 23 David presenta al pastor al frente de su rebaño para dirigirlo, ahora él lo presenta como al lado de Su oveja. En esta relación y cercanía, el Señor da al creyente el cuidado especial y la atención individual que necesita.
Esta es también la experiencia de todo el rebaño de Cristo cuando pasa por una experiencia terrible o un fuerte ataque diabólico. En esos momentos el rebaño no tiene temor, porque el Señor está con ellos para guiarlos, sostenerlos, fortalecerlos, defenderlos y librarlos del mal. Esta es la experiencia del pueblo de Dios a través de las edades.
“Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares” (Salmo 46:1-2). En el Salmo 27:1-3 David dice, “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor? Cuando los malhechores vinieron sobre mí para devorar mis carnes, ellos, mis adversarios y mis enemigos, tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque en mi contra se levante guerra, a pesar de ello, estaré confiado”.
*Salmos por W.S. Plumer, Banner of Truth (Mason, Stevenson, Ainsworth)
*El Tesoro de David, Editorial Clie (John Hooper)
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