Verdadera libertad en Cristo (parte 2)
Andrés Gutiérrez
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
La excelencia de la libertad de Cristo
Ahora bien, la libertad auténtica de que hablo es espiritual: la libertad del alma. Es la libertad que Cristo confiere, sin dinero y sin precio a todos los que la buscan en Él (Isaías 55:1-3). Aquellos a quienes el Hijo liberta son verdaderamente libres: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). Los hombres pueden hablar mucho de la libertad, igualdad y tolerancia mundial; pero jamás se conoce la libertad de Cristo hasta que llegamos a ser ciudadanos del Reino de Dios. somos ignorantes de la mejor forma de libertad si no somos libertados por Cristo.
Consideremos algunos aspectos de la vida del hombre alcanzados por la libertad de Cristo.
a. Los libertos de Cristo están libres de la culpa del pecado: (Romanos 5:1; 8:1, 33, 34). Esa pesada carga de las transgresiones no perdonadas que abruma a muchas conciencias, ya no los oprime a ellos. La sangre de Cristo las ha borrado por completo. Son perdonados, reconciliados, justificados y aceptados delante de Dios. son capaces de mirar sus antiguos pecados, por muy horribles y numerosos que sean, y decir: “no pueden condenarme” o recordar los largos años de indiferencia y mundanalidad, y expresar: “he sido perdonado en Cristo”. Esto es libertad auténtica; esto es ser libre de verdad.
b. Los libertos de Cristo están libres del poder dominante del pecado: (Romanos 6: 11-14, 17,18). Este ya no domina y reina en sus corazones, ni los arrastra como un rio caudaloso. Mediante el poder del Espíritu de Cristo, ellos mortifican los hechos de sus cuerpos y crucifican la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24; Colosenses 3:5). Mediante la gracia de Jesús que actúa en ellos, obtienen la victoria sobre sus malas inclinaciones. La carne puede pelear (Gálatas 5:17; Romanos 7:23), pero no los vence; el diablo tal vez los tiente y los moleste, pero no triunfará sobre ellos: ya no son esclavos de placeres y apetitos, ni de pasiones y arrebatos de ira. Sobre todas estas cosas son más que vencedores por medio de Aquel que los amó (Romanos 8:37). Esto es ser verdaderamente libres.
c. Los libertos de Cristo son libres del temor servil a Dios (Romanos 8:14-17). Ya no le miran con terror y sobresalto, como a un Creador ofendido; ni le odian y se alejan de Él, como hizo Adán entre los árboles del huerto; ni tampoco tiemblan al pensar en el Juicio (Romanos 8:1). Mediante el Espíritu de adopción que Cristo les ha dado, consideran a Dios como un Padre reconciliado, y se regocijan pensando en Su amor. La ira ha pasado; cuando Dios los mira desde el Cielo, los ve en Cristo, y aunque son indignos en sí mismos, se complace en ellos. Esto es libertad en el sentido profundo de la palabra.
d. Los libertos en Cristo son libres del temor al hombre (Mateo 10:28). Ya no tienen miedo de las opiniones humanas, ni les importa demasiado lo que los hombres puedan pensar de ellos; son de alguna manera indiferentes al favor o enemistad de aquellos, a su sonrisa o desaprobación. Quitan la mirada del hombre, y la fijan en Cristo; contando con el favor de Cristo, poco les importa la censura del hombre. “El temor del hombre” fue en otro tiempo un lazo para ellos; temblaban al pensar lo que pudieran decir, pensar o hacer los hombres, y no se atrevían a contradecir las modas y las costumbres que veían a su alrededor: les aterraba la idea de quedarse solos. Pero ahora ese lazo se ha roto y ellos han sido liberados. Esto es verdadera libertad.
e. Los libertos de Cristo son libres del temor a la muerte (Filipenses 1:21-24). Ya no esperan la muerte con desolación, como algo terrible en lo que no se atreven a pensar. Por medio de Cristo pueden mirar tranquilamente a los ojos de este último enemigo y decir: “no tienes poder para dañarme”. Consideran todo lo que viene después de la muerte-resurrección, juicio y eternidad- sin sentirse abatidos. Les es posible estar postrados en su lecho de muerte y decir: “Aunque anda en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno” (Salmo 23:4). Esto es verdadera libertad.
f. Y lo mejor de todo: los libertos de Cristo son libres para siempre (1 Tesalonicenses 4:17). Una vez que forman parte de la lista de los ciudadanos celestiales, sus nombres jamás serán borrados de ella. Cuando se les ha regalado la libertad del Reino de Cristo, la poseen perpetuamente. Los privilegios más altos de la libertad de este mundo solo pueden durar el tiempo que dura la vida: los ciudadanos más libres sobre la tierra, finalmente deben someterse a la muerte y perder la concesión para siempre. Pero la libertad de los cristianos es eterna: se la llevan a la tumba y sigue viviendo; en el Día Final resucitarán con ella para disfrutar perpetuamente de sus privilegios. Esto es verdadera libertad.
Aplicación
- La libertad política, civil, comercial, de expresión y demás absorben la atención de la gente; y pocos encuentran tiempo para pensar en la libertad espiritual. Demasiados se olvidan que no hay hombre tan perfectamente esclavo, sin importar su posición, como aquel que sirve al pecado. ¡Si, hay millares de individuos en este mundo que son esclavos de la cerveza y los licores; esclavos de la lujuria; esclavos de la ambición; esclavos de una ideología humanista; esclavos del dinero; esclavos del juego; esclavos de la moda; y de muchas otras pasiones. Tal vez sus cadenas no se vean a simple vista, y ellos quizás hagan alarde de su libertad; pero a pesar de ello son simple y llanamente esclavos. Les gusto o no a los hombres escucharlo, el jugador, borracho, codicioso e irascible, el glotón y el sensual, no son libres sino esclavos; están atados de pies y manos por el diablo: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). El que se jacta de ser libre está esclavizado por sus pasiones y deseos, y se dirige al infierno, sin duda alguna.
Despierte y reconozca estas cosas mientras Dios le concede salud, tiempo y vida; que ninguna lucha política o contienda partidaria le haga olvidar su preciosa alma. No descanse hasta haber encontrado la verdadera libertad que solo Cristo le puede dar.
- Hermanos, oremos por nuestros amigos y familiares que aun permanecen esclavos del pecado para que Cristo les conceda la libertad.
- Demos gracias al Señor porque ha sido Su gracia la que nos buscó y nos libertó de la esclavitud del pecado. Vivamos para Cristo solamente en la libertad que nos ha concedido.
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