La institución de la religión cristiana
Eugenio Piñero
El gran reformador francés del siglo 16 Juan Calvino, a los 26 años de edad, publicó en el año 1536 en Basilea, Suiza su magnum opus: La institución de la religión cristiana. Esta obra maestra extremadamente importante e influyente expone y desarrolla en forma sistemática la doctrina de la Reforma Protestante.
Alguien escribió, “La Institución no fue simplemente una exposición de la doctrina de la Reforma fue la inspiración para una nueva forma de vida cristiana para muchos”. A pesar de que no es algo nuevo lo que enseña ni diferente a lo que muchos padres de la Iglesia y escritores del pasado enseñaron, fue algo nuevo para los que vivían en la época del oscurantismo y para la iglesia que había descuidado e ignorado mucho de lo que la Biblia enseña.
El interés que esta obra despertó y la luz que dio a muchos creó demanda para una segunda edición que fue publicada en el 1539. Esta edición fue más extensa ya que Calvino le añadió 17 capítulos a los 6 capítulos anteriores. En tal edición, Calvino amplió los temas de la caída del hombre, la elección, la reprobación y la autoridad de las Santas Escrituras. Cuatro capítulos fueron añadidos en una tercera edición que fue publicada en el 1543. Luego, en el 1550, se publicó una edición con pequeños cambios. La última edición se publicó en Genebra en el 1559. La edición francesa fue publicada en 1560. La primera traducción en español fue traducida por Cipriano de Valera en el 1597. Todas estas ediciones no cambiaron en lo absoluto sus ideas principales.
El término “instituto” es la traducción de la palabra en latín īnstitūtiō, que significa: instrucción. Calvino escribió esta instrucción en una forma sencilla para que el cristiano común pudiera entender lo que él enseñaba. Alguien hizo un comentario pertinente: “Lamentable e incorrectamente, algunos suponen que la obra maestra de Calvino es el fundamento para lo que se llama los cinco puntos de Calvino y que Calvino escribió esta obra para defender el calvinismo”. Esto es un error. El propósito primordial de la Institución fue instruir y edificar a los que se acercaban a la sombra de la Reforma. Esta obra “fue compuesta o al menos completada, para satisfacer una necesidad del momento, para subsanar una difamación contra los compañeros reformadores de Calvino, para proteger la Reforma, para disipar la confusión entre las enseñanzas de los reformadores franceses con la de los anabaptistas sobre la autoridad civil”. Su extenso, variado y rico contenido de las enseñanzas de la Biblia muestran que sus objetivos para escribir esta obra no encajan con las alegaciones anteriormente declaradas. Podemos observar en esta obra, “El genio precoz del poder intelectual y profundidad espiritual” de Calvino. Calvino también escribió para ayudar a los nuevos creyentes a entender las verdades de la Biblia.
Además, la primera declaración de la Institución nos dirige a dos grandes temas de la Biblia. “Casi toda la suma de nuestra sabiduría que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría consiste de dos puntos: saber el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y el conocimiento que debe tener de sí mismo. El deseo de Calvino, al cual él regresa una y otra vez en sus obras, trata sobre este conocimiento recíproco” (entre Dios y el hombre).
Solo cuando conocemos a Dios es que nos conocemos a nosotros mismos. Cuando conocemos quienes somos por el conocimiento que tenemos de Dios, es que conoceremos cómo debemos relacionarnos con Él. Este es el enfoque de la revelación bíblica desde el principio. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). ¿Quién es Dios? Él es el Creador Soberano de todas las cosas. “Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). La falta de este conocimiento por el hombre, su corrupción innata y su supresión de la verdad (Romanos 1:18) le lleva a adorar a la criatura antes que su Creador.
El primer punto de la Institución es: El conocimiento de Dios es indispensable para el hombre conocer su verdadera identidad, el significado y propósito de su vida. Sin el conocimiento de Dios no podemos conocer quién es Él y quienes somos nosotros. Esto nos deja en un mundo sin sentido, sin saber cuál es nuestro origen. ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuál es mi destino después de la muerte? “Porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:25).
La falta del conocimiento salvador de Dios conduce al hombre a centrarse en sí mismo. Pero el conocimiento salvador de Dios le lleva a entender el propósito principal de su existencia y a conocer su verdadera identidad. Él es una criatura creada a la imagen de Dios. “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27). Esto significa que el hombre es una representación viva y visible de Dios.
Por su pecado, el hombre ahora es una criatura pecaminosa, una representación desfigurada de Dios que necesita ser salvada de su pecado y restaurado a la imagen original en que Dios lo creó. Como tal, el hombre no vive para cumplir el propósito principal de su existencia, que es glorificar a Dios. “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Romanos 11:36). El hombre, como imagen desfigurada de Dios, vive sufriendo las consecuencias de su pecado: la ira de Dios. En esta vida y en la venidera sufrirá los tormentos eternos del infierno. Pero Dios envió a Su Hijo eterno a salvar al hombre de su pecado. “Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Aquel que se arrepiente de sus pecados y cree en el Señor Jesucristo como el Hijo eterno de Dios y el único Salvador y lo confiesa como su Señor será salvo. “Mas, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:8-9).
Agradecemos al Espíritu Santo que llevó a Juan Calvino a escribir esta obra que presenta detalladamente las grandes doctrinas de la Biblia, entre ellas la obra redentora de Cristo (Institución, Libro 2, Cap. 12).
Animamos a los miembros de nuestra iglesia a continuar su lectura de la Institución de la religión cristiana. Esperamos que su contenido les ayude a entender mejor la revelación de las Santas Escrituras, les conduzca a una relación y comunión más profunda con Dios y les lleve a vivir en santidad.
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