Vence con el bien el mal
Eugenio Piñero
Salomón nos exhorta a mostrar bondad y generosidad hacia nuestros enemigos. En esto se manifiesta también el amor de Dios que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Salomón nos exhorta: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua; porque así amontonarás brasas sobre su cabeza, y el Señor te recompensará.” (Proverbios 25:21-22).
Sobre el significado de amontonar ascuas sobre su cabeza en Romanos 12:20, se han dado cuatro interpretaciones diferentes.
William Hendricksen, en su comentario a los Romanos declara:
“Si el enemigo tiene hambre, la persona afectada debe darle algo de comer. Debería darle algo de beber si tiene sed. En otras palabras, debe tratar al enemigo como lo hizo Eliseo (2 Reyes 6:20-23).
Con palabras que han dado ocasión a muchas interpretaciones diferentes, el apóstol, continuando su cita de Proverbios, escribe: ‘porque haciendo esto, amontonarás ascuas sobre su cabeza’.
Amontonar ascuas sobre su cabeza podría simbolizar:
a. una forma de tormento autoimpuesta,
b. un acto de benevolencia (dar ascuas encendidas a los necesitados),
c. un gesto de dolor por el pecado,
d. un modo de hacer que el enemigo se avergüence de sí mismo.
La explicación a. contradice el contexto presente, según el cual uno debe tratar al enemigo con bondad. Tanto a. como c. describen la pena de enemigo por el pecado más bien que lo que el ofendido debería hacerle. La interpretación más ampliamente aceptada es d. Las ascuas simbolizan en esta opinión las ardientes punzadas de vergüenza y contrición que resultan de la inesperada bondad recibida. La conducta magnánima del ofendido al devolver bien por mal tiene este efecto.
En lo que atañe al significado b. —una interpretación mencionada por Ridderbos, y reseñada en un interesante artículo de E.J. Masselink (aunque sin darle un definido respaldo) —; si se interpreta la frase ‘los necesitados’ de modo que signifique ‘aunque sean enemigos’, con el significado final que resulta en: ‘Venced a vuestros enemigos con vuestra bondad’ (E.J. Masselink), ¿no sería el efecto final el mismo que el indicado por d.?
Por consiguiente, cuando expreso una preferencia por d., no estoy rechazando b.
Razones me mueven a aceptar esta opinión (la de d., y posiblemente b.):
1. Las palabras ‘vencer el mal con el bien’ (v. 21) apuntan en tal dirección.
2. Así lo hace 1. Ped 2:15: ‘Porque es la voluntad de Dios que haciendo el bien silenciar la charla ignorante de los necios’.
En el espíritu del v. 20, la exhortación final de Pablo es: ‘No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien’.”
El Dr. George Lawson dice que es costumbre de los árabes hasta hoy curar algunas enfermedades aplicando carbones encendidos sobre la cabeza.
“No cabe duda de que las enfermedades del rencor y la vejación se curan, en la mayoría de los casos, con esos carbones de amor que Salomón aquí nos indica que debemos amontonar sobre las cabezas de nuestros enemigos. Del mismo modo que los metales duros se ablandan y se funden con fuego, así el espíritu duro y testarudo se reblandece y se derrite gracias a expresiones sólidas de caridad y mansedumbre. Es una bestia salvaje de la especie más indomable la persona que no se avergüenza de su propia conducta, ni manifiesta la calidez de su gratitud hacia la víctima de sus ofensas cuando la ve devolverle bien por mal.
Ninguna enemistad es más fuerte que la del corazón del hombre en relación con Dios, pero Él emplea su propia bondad para vencerla, y todos debemos ser imitadores de Dios como hijos amados (Ef. 5:1) y probar el mismo experimento con nuestros propios enemigos, salvando las distancias entre personas y circunstancias. Y si logramos convertir en amigos a nuestros enemigos, ¿no habremos obtenido una victoria más noble ganando a nuestro hermano que si lo hubiéramos humillado hasta el polvo (Mt. 18:15)? Las victorias más placenteras y más nobles consisten en vencer con bien el mal (Ro. 12:21). ¿Pero no es posible quizá que salgamos perjudicados por ser amables con nuestros enemigos? ¿Quién sabe si no tendrán el corazón de una fiera indomable y si no estaremos malgastando, en ese caso, nuestro pan y nuestra agua con ellos? Sean como sean, no es perder el tiempo. Si persisten en pagarnos mal por bien, el Señor nos recompensará por gracia”.
Esta exhortación de parte del Señor significa que no debemos tomar represalias contra aquellos que nos hacen mal. Debemos dejar la ira. Salmo 37:8: “Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, solo harías lo malo”. Al contrario, más bien deberíamos hacer el bien. Gálatas 6:9-10 declara, “Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos. Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe”. Y ¿cómo podemos vencer el mal y evitar la represalia? Ejerciendo la gracia de la mansedumbre. Esta gracia nos capacita para enfrentar con un espíritu dócil y sumiso las determinaciones de la providencia de Dios para nuestra vida y nos da la fortaleza para resistir el mal dentro y fuera de nuestros corazones.
Mientras tanto, debemos aplicar las enseñanzas del Salmo 37 que nos dice en los versículos 3 al 11: “Confía en el Señor, y haz el bien; habita en la tierra, y cultiva la fidelidad. Pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará; hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. Confía callado en el Señor y espérale con paciencia; no te irrites a causa del que prospera en su camino, por el hombre que lleva a cabo sus intrigas. Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, solo harías lo malo. Porque los malhechores serán exterminados, mas los que esperan en el Señor poseerán la tierra. Un poco más y no existirá el impío; buscarás con cuidado su lugar, pero él no estará allí. Mas los humildes poseerán la tierra, y se deleitarán en abundante prosperidad”.
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