Resistid al Diablo
Juan Calvino
Todo cuanto la Escritura nos enseña de los diablos viene a parar a esto: que tengamos cuidado para guardarnos de sus astucias y maquinaciones, y para que nos armemos con armas tales que basten para hacer huir a enemigos tan poderosísimos. Porque cuando Satanás es llamado dios y príncipe de este siglo y fuerte armado, espíritu que tiene poder en el aire y león que brama, todas estas descripciones no nos quieren dar a entender sino que seamos cautos y diligentes en velar, y nos aprestemos a combatir; lo cual a veces se dice con palabras bien claras. Porque san Pedro, después de afirmar que el Diablo anda dando vueltas como un león que brama, buscando a quien devorar, luego añade esta exhortación: que le resistamos fuertemente con la fe (I Pe. 5:9).
Y san Pablo, después de advertirnos de que “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad” (Ef. 6:12), manda que nos armemos de tal manera que podamos defendernos en batalla tan grande y peligrosa.
Así pues, hemos de concluir de todo esto que debemos estar sobre aviso, ya que continuamente tenemos al enemigo encima de nosotros, y un enemigo muy atrevido, robusto en fuerzas, astuto en engaños, que nunca se cansa de perseguir sus propósitos, muy pertrechado de cuantas cosas son necesarias para la guerra, muy experimentado en el arte militar; y no consintamos que la pereza y el descuido se enseñoreen de nosotros, sino, por el contrario, con buen ánimo estemos prestos para resistirle.
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