Una resonancia magnética del corazón
Warren Peel
En Proverbios 4:23, Salomón le advierte a su hijo: «Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida», y sigue administrando avisos respecto a la boca, los ojos y los pies (vv. 24-27), pero es el corazón lo que se debe guardar por encima de todo lo demás. ¿Por qué?
En las Escrituras, la palabra «corazón» se usa más de mil veces, pero casi nunca se refiere al órgano físico que ocupa el interior de nuestra caja torácica. El Theological Wordbook of the Old Testament resume todos los usos del término de esta forma: es el «término bíblico más rico, que más abarca, de la totalidad de la naturaleza interna de un hombre». Se dice que el corazón tiene que ver con una amplia gama de cosas en la Biblia, pero todas sus múltiples actividades corresponden a una de las tres facultades principales del alma: la mente, los afectos y la voluntad. Incluye la mente: nuestros pensamientos, la imaginación, las fantasías, los juicios y las actitudes. Abarca los afectos: nuestras emociones, nuestros deseos y anhelos, nuestras repulsiones. Y describe la voluntad: nuestras elecciones, decisiones y motivaciones.
Una vez entendemos que el corazón involucra todas estas cosas, se hace más claro aún por qué debemos guardarlo con toda vigilancia, más que a todo lo demás, por lo fundamental que es. Es el centro de control de la totalidad de la persona. De hecho, las Escrituras usan a veces «corazón» como una especie de sinónimo para el «yo» (por ej. Gn 18.5; Ex 9:14; 1 P 3:4: “… el yo interno” de la persona).
Necesitamos asimismo guardar nuestros corazones con toda vigilancia porque están bajo ataque constante. El ataque del mundo y del diablo desde fuera de nosotros mismos, por supuesto, pero también —y de la forma más peligrosa de todas— de un enemigo interno: la carne, un traidor dentro de nuestros propios corazones, como un Judas que acecha cualquier momento oportuno para entregarnos al pecado. Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? (Jer 17:9). Es como un laberinto inescrutable con giros y curvas interminables, pasillos ciegos y oscuros rincones donde merodea el Minotauro de nuestro pecado residente, y nos aguarda.
Es necesario que guardemos nuestros corazones también porque el Señor quiere nuestro corazón. En Proverbios 23:6 leemos: Hijo mío, dame tu corazón. ¿Qué incentivo tan hermoso y poderoso! ¡Guardamos nuestro corazón para nuestro Padre! No estaremos satisfechos con un matrimonio en el que nuestro cónyuge fuera solícito y fiel solo en apariencia, pero anhelara por dentro estar con otra persona a quien perteneciera su corazón. ¿Por qué estaría Dios satisfecho con algo así por nuestra parte? Él quiere nuestro corazón: nuestra mente, nuestros afectos y nuestra voluntad. La totalidad de nuestra naturaleza interna y no solo nuestra conducta externa. Isaías 29:13 declara: Y el Señor dijo: … este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de mí su corazón… Sal 51:16: Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás.
Entonces ¿cómo llevamos a cabo esta tarea esencial de guardar nuestro corazón? El primer paso es realizar una «resonancia magnética espiritual». Es necesario conocer el estado actual de nuestros corazones para que podamos ocuparnos de los problemas y de las debilidades que descubramos. En Romanos 12:3 se nos dice que «pensemos [de nosotros mismos] con buen juicio». El puritano John Flavel, en una exposición sobre Proverbios 4:23, escribió estas desafiantes palabras: «Algunas personas han vivido durante cuarenta o cincuenta años, y apenas han mantenido una hora de conversación con su propio corazón! … De todas las tareas en religión, esta es la más difícil, constante e importante. El trabajo del corazón es complicado en gran manera. Abordar con renuencia los deberes religiosos con un espíritu flexible e imprudente no tendrá un gran coste. Pero ponerse delante del Señor y atar los pensamientos sueltos y vanos a una atención constante y seria respecto a él, esto tendrá un coste». John Owen avisa a sus lectores en su libro The Mortification of Sin [La mortificación del pecado]: «Familiarícense, pues, con su propio corazón: por profundo que sea, escudríñelo; por oscuro que sea, investigue; aunque etiquete todos sus saltos de humor con nombres distintos a los que les corresponden, no lo crean».
Cuando realicemos esta resonancia magnética espiritual de nuestro corazón es necesario tener en mente que es la totalidad de nuestra naturaleza interior: la mente, la voluntad y los afectos. Es preciso valorar los tres ámbitos del corazón con preguntas de exploración diagnóstica. A continuación, varios ejemplos de cómo podría verse:
1. La mente (los pensamientos, las actitudes, la imaginación, los planes, los juicios, el discernimiento).
a) ¿En qué piensa usted? ¿Piensa en cosas espirituales? ¿En la gloria de Dios? ¿En la Persona y la obra de Jesucristo? ¿En el evangelio de la gracia? Sinclair Ferguson formuló en una ocasión la inquietante pregunta: «¿Cuántos cristianos podrían sentarse hoy en una sala, sin recursos, y pensar en Jesucristo durante más de cinco minutos antes de agotarse?».
b) ¿En qué piensa usted cuando no se centra en tareas específicas? John Owen lo denomina «pensamientos naturales, voluntarios». Son como el salvapantalla que sale en nuestras pantallas de computadora. Cuando está inactiva durante más de unos minutos, es la imagen que aparece. ¿Qué imágenes surgen en su mente cuando no está involucrada de manera activa en una tarea en particular? Owen afirma: “Estos pensamientos proporcionan la mejor medida del marco de nuestra mente y nuestro corazón… a los que la mente accede por sí sola, se inclina y, por lo general, se dirige». En otras palabras, ¿piensa en las cosas espirituales cuando no se ve obligado a ello porque está escuchando un sermón en la iglesia o forma parte de un estudio bíblico?
c) Owen también pregunta: ¿Abunda usted en pensamientos espirituales? ¿Qué proporción de sus pensamientos es espiritual en comparación con las demás cavilaciones? Aquí tiene una forma muy desafiante de presentar la pregunta: ¿le distraen alguna vez sus pensamientos espirituales cuando está enfrascado en otras búsquedas? Todos sabemos lo que es distraerse con los pensamientos terrenales que se inmiscuyen cuando estamos intentando orar o leer la Biblia en nuestras devociones diarias, o cuando escuchamos un sermón, pero ¿sucede alguna vez al contrario? ¿Se encuentra alguna vez pensando en el Señor Jesús cuando está en mitad de una película o de un partido de fútbol?
d) ¿Tiende de forma predominante a pensar cosas negativas, poco caritativas, críticas? ¿Tiene inclinación a ser sentencioso? ¿Tiende a suponer los peores motivos en los demás en lugar de los mejores? ¿Les concede a las personas el beneficio de la duda cuando le es posible?
e) ¿Piensa en lo verdadero, en todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable (Fil 4:8)? ¿Describe esto las cosas con las que usted llena su mente a partir de lo que lee y ve en la televisión y la Internet, o la música con la que llena su cabeza?
f) ¿Dedica mucho tiempo a fantasear? No me refiero a cosas obviamente pecaminosas; ¿sueña despierto con unas circunstancias distintas a las suyas? ¿Imagina de forma constante que está casado? ¿O que está soltero? ¿O que su cónyuge es otra persona distinta? ¿Con tener hijos distintos? ¿Con pertenecer a una iglesia diferente? ¿Tener dones distintos? ¿Un salario o empleo distinto? ¿Se sorprende con frecuencia refugiándose en este mundo de fantasía? ¿Es ahí donde acude su mente por lo general, o primero, cuando las cosas se ponen difíciles?
g) ¿Alimenta pensamientos codiciosos? ¿Envidia el éxito/la popularidad/la utilidad de los demás?
h) ¿Le llevan alguna vez sus pensamientos sobre Dios a adorar, alabar y dar gracias? ¿Se detiene alguna vez en mitad de su lectura de la Biblia para cantar/orar/alabar a Dios?
2. Los afectos (las emociones, los anhelos, los deseos, la repulsión)
John Owen describe los afectos como «la sede de toda sinceridad». Escribe: «A pesar de lo que los hombres fingen ser, sus afectos revelan quiénes son». En otras palabras, podemos afirmar que nada nos gusta más que leer por las tardes a Tolstoy, pero si lo que en realidad nos gusta en nuestros corazones es una maratón de la última temporada de una serie televisiva de éxito, esto revela dónde están de verdad nuestros afectos. Owen declara que los afectos son como el timón de un navío. «Cuando el mundo tiene su mano sobre nuestros afectos, vuelve la mente con toda la industria del alma a sus intereses y preocupaciones. Y es en vano contender con nada que tenga a su disposición el poder de nuestros afectos». (Spiritual Mindedness, Works VII.396s.). Los afectos son increíblemente poderosos, ¡de modo que es necesario vigilarlos con celo! A continuación, unas preguntas que nos ayudarán a hacerlo:
a) ¿Cuáles son sus emociones predominantes? ¿Enojo? ¿Tristeza? ¿Autocompasión? ¿Irritabilidad? ¿Gozo? ¿Felicidad? ¿Gratitud? ¿Cómo responderían aquellos que conoce mejor a esta pregunta con respecto a usted? ¿Dirían su cónyuge y sus hijos que, por lo general, usted es una persona gozosa y feliz?
b) Si una emoción pecaminosa en particular predomina en su corazón, ¿entiende por qué? ¿Está consiguiendo domar sus emociones pecaminosas? Una vez conocí a un hombre que confesó tener un carácter horrible, pero era una de las personas más moderadas con la que jamás me hubiera topado. La razón era que había dominado su carácter. Lo mortificaba cada día de su vida, de manera que la gracia lo ahogaba. Era una ilustración de lo que Pablo quería decir cuando manifestó que golpeaba su cuerpo y lo convertía en su esclavo (1 Corintios 9:27).
c) ¿Suele usted luchar contra las emociones negativas cuando surgen en su corazón, o su actitud por defecto es entregarse a ellas y permitir que su conducta y su estado de ánimo se vean gobernados por ellas?
d) Por lo habitual, ¿tiene un balance de sus emociones, o suelen estar arriba, abajo y por todas partes?
e) ¿Disfruta usted de la adoración pública? Si la carne no puede impedir que asista a la adoración, intentará convertirlo en un ritual puramente externo y formal en el que se acerca a Dios solo de labios. Si disfruta de la adoración, ¿se deleita en ella por las razones adecuadas?
f) ¿Sabe cómo mortificar las emociones impías y cómo cultivar las piadosas?
g) ¿Conoce cuál es su tipo de personalidad? ¿Es usted optimista o pesimista? ¿Introvertido o extrovertido? ¿Melancólico? ¿Competitivo? ¿Pasivo-agresivo? Esto afecta a cómo evaluamos nuestro corazón. Owen llama a sus lectores a entender su propio temperamento, porque les ayudará a apreciar mejor cómo surgen el pecado y la tentación en su propia vida. «Aquel que no vigile esto con minuciosidad, que no tenga la aptitud exacta en el conocimiento de sí mismo, no se desenredará nunca de una tentación u otra en toda su vida”. Tal vez usted no conozca su propia personalidad, pero puede tener por seguro de que Satanás sí la conoce. Y nos ataca según nuestra personalidad individual, de modo que necesitamos conocer nuestras disposiciones.
H) ¿Qué le enoja/le entristece/le alegra? Con demasiada frecuencia caemos en el enfado o nos alegramos por cosas que no deberíamos, y también ocurre a la inversa. Jonás es el ejemplo clásico de esto: estaba encantado con una planta que creció y le proveyó sombra bajo los rayos del sol, y después se llenó de furia cuando vino un gusano y se la comió. ¡Pero le enfurecía pensar que ciento veinte mil hombre, mujeres y niños de Nínive escaparan al juicio de Dios! ¿No se parece esto mucho a cómo somos? Estamos fuera de sí, enrabietados porque alguien nos corta en la carretera, y unas millas más adelante escuchamos las noticias sobre una atrocidad en Ucrania sin apenas un destello de enojo! Nos entusiasma la idea de un nuevo episodio de nuestro programa de televisión favorito, pero apenas sentimos un atisbo de gozo cuando se alaba a un amigo por algo que creemos hacer mejor que él.
i) ¿Cómo se siente usted cuando lo critican, lo reprenden o lo corrigen? ¿Responde bien? Responde: «Fieles son las heridas del amigo, gracias de verdad por ayudarme», ¿O tal vez pronuncia las palabras mientras por dentro está hirviendo de furia e indignado?
j) ¿Qué le asusta? ¿Cuál es su mayor deseo? ¿Qué le aporta mayor deleite?
k) ¿Qué cosas, si las perdiera, le harían sentir que ya no merece la pena vivir? Esta es una buena forma de discernir qué le da sentido a su vida.
l) ¿De qué suele hablar más? ¿Cuánto tiempo pasa viendo la televisión, leyendo novelas, en las redes sociales o en sus hobbies? Esos son buenos indicadores de dónde están sus afectos.
m) ¿Adónde acude en busca de consuelo cuando las cosas se ponen difíciles? ¿A la despensa? ¿Al televisor? ¿A la Palabra de Dios?
n) ¿Cómo se siente cuando otros son elogiados en vez de usted? ¿Socava usted sutilmente el elogio? ¿Planta una pequeña semilla de negatividad? ¿Se regocija con la persona que pronuncia el elogio y con el elogio?
3. La voluntad (las elecciones, las acciones, las decisiones, los motivos)
a) ¿Sabe usted algo de la lucha de Pablo en Romanos 7? Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros (vv. 21-23).
b) ¿Hace usted elecciones sabias o necias de manera sistemática?
c) ¿Reflexiona usted de forma consciente en por qué toma las decisiones que toma?
d) ¿Va usted en contra de su conciencia con regularidad? ¿Diría que es usted más o menos tierno que hace cinco años? ¿Está usted cometiendo pecados ahora que le habrían perturbado profundamente hace cinco años?
e) ¿Está siendo moldeada y documentada su conciencia por la Palabra de Dios?
f) ¿Cuánto ora en secreto? Esta es una buena prueba para su corazón: no solo cuánto ora en público en una reunión de oración en la iglesia, sino cuando está a solas con Dios. Alguien dijo en una ocasión: «Lo que Dios es cuando está a solas, de rodillas ante Dios, eso es lo que es en realidad y nada más». La oración secreta no tiene un «valor en efectivo»; nadie sabe lo que usted está haciendo excepto usted y Dios.
g) Cuando usted peca o descubre algo pecaminoso en su vida o en su corazón, ¿su práctica habitual es arrepentirse de inmediato?
h) ¿Pone usted a prueba sus motivaciones de forma consciente? ¿Se pregunta si está actuando por el deseo de la gloria de Dios o por la alabanza de los hombres? Nuestros motivos siempre estarán mezclados hasta cierto punto, pero queremos asegurarnos de que sean tan puros como sea posible.
¡El trabajo del corazón es tarea dura! Martyn Lloyd-Jones tenía una advertencia beneficiosa en lo que respecta a esta clase de examen profundo de nuestro corazón. Avisó de que usted necesita saber si tiende a la introspección cuando lleva a cabo esta clase de evaluación. Un hombre introvertido podría pasarse todo el día, cada día, sin hacer otra cosa que mirar en su interior, mientras que alguien en el espectro opuesto (extrovertido) podría echarle un vistazo rápido a esta lista de preguntas y seguir adelante con su jornada. Sospecho que el peligro práctico que corremos la mayoría de nosotros es que no dedicamos suficiente tiempo, pensamiento y esfuerzo a trabajar con sinceridad en este tipo de preguntas.
Nuestro corazón es engañoso, pero Dios lo conoce de dentro hacia afuera. Él ha renovado nuestros corazones. El laberinto le pertenece a Él ahora y lo está remodelando poco a poco hasta convertirlo en un lugar hermoso donde el pecado no se puede esconder. Y si usted quiere conocer el verdadero estado de su corazón, El Señor le ayudará. En Salmos 139:23s, leemos: Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.
Sin embargo, una resonancia magnética solo puede revelar, no tiene la capacidad de reparar. Hay mucho más involucrado en ello que guardar nuestro corazón. Una vez tengamos los resultados de nuestro examen, cómo tratamos con los problemas que manifiestan? Regresaremos a ello la próxima vez.
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