Los preciosos y significativos cultos de oración semanal
Jorge E. Castañeda D
«Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hch.2:42).
Jamás se diría mucho de lo que es y significa para una iglesia bíblica tener al menos una reunión de oración semanal. Existen iglesias que han podido andar y desarrollar su ministerio sin una de ellas porque prefieren hacer todo en “espíritu de oración” que tener un culto formal de oración. Para otras, el asunto de la reunión de oración se volvió un tema incómodo, estresante, inconveniente, pues tocar el tema hace que muchos anden con sentido de culpa por su omisión, porque se pone de manifiesto el verdadero estado espiritual de una iglesia o porque no se pueden forzar las cosas en un mundo tan ocupado como el nuestro.
El pastor Jeremy Walker afirma: “¿Por qué molestarse en venir a la reunión de oración? En el orden jerárquico de muchas congregaciones, está por debajo del tan lamentado culto vespertino. En las prioridades de demasiados cristianos, esta reunión parece tener poco valor. Es la que nos podemos permitir perder. Es aquella a la que no llevamos, o tal vez no llevaríamos a nuestros hijos: ¡es demasiado aburrida! Es la reunión que cederá en medio de las presiones de la vida” [1].
Muchas iglesias ni siquiera se han preguntado si requieren una reunión específica de oración, ni se han dado al estudio de las Escrituras, especialmente de los contextos en los que el Nuevo Testamento exhorta a la oración, para saber si su iglesia está andando en la voluntad de Dios al respecto. Las reformas que se procuran son intelectuales, son doctrinales, pero jamás se convierten en reformas fervientes que son el combustible para una vida de piedad, consagración y oración, tal y como pasó en la primera iglesia. En otras congregaciones esta quedó relegada para los hermanos de más edad de la iglesia, cuando no, esta preciosa y necesaria reunión quedó sepultada por estudios bíblicos o actividades de otro tipo. En la actualidad es sorprendente ver cómo una actividad eclesial, tan personal, familiar y cercana ha quedado despersonalizada, “des-eclesiada”, destinada a la irrelevancia por las “reuniones virtuales de oración”.
Tal y como lo refiere el pastor Derek Thomas [2]: “La iglesia del Nuevo Testamento fue concebida en una reunión de oración. ¿Qué estaban haciendo los creyentes antes del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés? Habiéndoseles dicho expresamente que esperaran en Jerusalén la promesa del Espíritu Santo (Hch.1:4, 8), los discípulos (hombres y mujeres, no sólo los Doce) se reunieron en un aposento alto y “unánimes se consagraban a la oración” (1:14). Los cultos de oración no solo son esenciales, sino que el modelo bíblico es que son eclesiales y muy personales.
Thomas puntualiza: “Vale la pena destacar dos cosas. Note que oraron “unánimes” (griego homothumadon; cf.Hch.15:25). Había una unidad tangible y un acuerdo acerca de su oración. Ellos también se “dedicaron” a la oración. La palabra griega (proskartereō) sugiere ocupación y persistencia. Pablo se hace eco de la idea al usar la misma palabra griega en dos de sus cartas, exhortando a los romanos a “ser constantes en la oración” (Ro.12:12), y a los colosenses a “permanecer firmes en la oración” (Col.4:2).
“La iglesia del Nuevo Testamento continuó como había comenzado. Así, inmediatamente después de Pentecostés, los creyentes “se dedicaron a . . . las oraciones” (Hch.2:42). Más tarde, después de que Pedro y Juan escaparan de la prisión, se unieron a sus condiscípulos, quienes de inmediato “alzaron juntamente la voz a Dios” (Hch.4:24), y antes de que Pedro y Juan reanudaran su predicación, volvieron a participar en un tiempo de oración (Hch.4:31). Aún más tarde, cuando Pedro fue encarcelado nuevamente, la iglesia respondió con otra reunión de oración (Hch.12:5, 12). Y hay muchos más ejemplos a lo largo de Hechos (13:1; 6:4–6; 16:25; etc.). La oración formó el alma de la iglesia del Nuevo Testamento. La oración sostenía a la iglesia día a día y las ocasiones especiales se bañaban en oración. Es difícil pensar en la iglesia del Nuevo Testamento sin dar testimonio de su oración” [3].
La reunión de oración congregacional no debería quedar sepultada debajo de todas las actividades eclesiales, de hecho, la reunión de oración congregacional es parte de las actividades que definen lo que es una iglesia y lo que está llamada a hacer. La reunión de oración no debe considerarse un apéndice del ministerio, sino parte del ministerio de una iglesia, si es que esta es bíblica y se ha vuelto a las sendas antiguas de la fidelidad escritural. Es por eso que toda iglesia, esto es, todos los creyentes de cada iglesia, deberían anhelar, apoyar, preservar y defender las reuniones públicas de oración, y jamás permitirse pecar por omisión, sepultando aquel culto ordenado, regulado y bendecido por Dios.
El pastor Jeremy Walker nos ofrece muy buenas razones del por qué no relegar la reunión de oración debajo de toda la actividad eclesial, sino más bien, asistir a ella [4]:
“¿Por qué debería ser uno de esos eventos, como todos los servicios del día del Señor, en torno al cual usted planea el resto de su semana? ¿Por qué debería ser una de esas citas fijas a las que solo un verdadero impedimento providencial debería impedirle asistir? ¿Qué, aparte de los juramentos y promesas que haya hecho como miembro de la iglesia, debería ponerle en su lugar allí como hijo de Dios?
En primer lugar, la reunión de oración corporativa -la iglesia reunida inclinada ante el propiciatorio- proporciona algunos de nuestros tratos congregacionales más directos con el cielo. Junto con las oraciones de los servicios del día del Señor, es aquí donde los hombres hablan con Dios, no solo en su propio nombre, sino como portavoces de todo el cuerpo de Cristo en un lugar particular, para esa iglesia y para otros santos. ¿Saben lo que sucede cuando todas las voces suenan el “¡Amén!” al final de una oración particular? Es toda la membresía lanzando su peso detrás de los orantes, uno tras otro. No creemos que Dios nos escuche por nuestras muchas palabras, ni por nuestras muchas voces en secuencia o al unísono, sino que hay una santa gravedad en la que Dios se deleita cuando un pueblo unido expresa conjuntamente su único apetito por la gloria de su nombre en medio de ellos y en la tierra. Allí entramos juntos en el lugar más sagrado por la sangre de Cristo, allí ejercemos nuestros privilegios como hijos de Dios comprados por la sangre, allí nos juntamos en la presencia de nuestro Padre para dar a conocer nuestras necesidades y cargas. Si quieres probar un poco del cielo, ve a la reunión de oración y echa tu suerte con el pueblo de Dios.
“En segundo lugar, la reunión de oración es a menudo uno de los lugares distintos donde nos mantenemos al día con los asuntos familiares espirituales del pueblo de Dios. Esto puede ser particularmente cierto en una iglesia pequeña. Esto no se debe a que sea un hervidero de chismes, o a que todo el mundo cuente siempre la última lista de dolencias (en el Reino Unido se nos advierte a menudo contra esta tendencia de las iglesias que oran por el dedo gordo del pie de la tía Sally; uno se pregunta dónde está esta iglesia, quién es la tía Sally, y por qué, digamos, está su dedo tan afligido como para haberse convertido en el punto central de la intercesión corporativa). Pero, a medida que las diversas alegrías y penas, las esperanzas y los temores, las cargas y las bendiciones de la iglesia se dan a conocer entre sí y ante el cielo, entramos en la vida corporativa, compartimos las cargas de los demás y entramos en las bendiciones de los demás.
“He conocido a demasiadas personas que se han ausentado sistemáticamente de las reuniones de oración y que posteriormente se han quejado de que se encuentran al margen de la vida de la iglesia, sin saber muy bien lo que ocurre. Por supuesto, hay ausencias por buenas y adecuadas razones, y esas las intentamos suplir. Pero, ya sea de forma deliberada o por descuido, la inasistencia constante a la reunión de oración no suele ser un indicio de cercanía especial a todo el cuerpo, y suele dejarnos cada vez más fuera de juego y a la deriva, cada vez más al margen de la vida de la iglesia.
“Además, hay que tener en cuenta que muchas congregaciones no están sobradas de miembros que oren. Si sólo hay unos pocos que están en condiciones de orar, ¡cómo se siente la pérdida de uno o dos! Es como intentar correr un relevo con un miembro del equipo que falta […] Este no es un argumento para llenar el tiempo en una reunión de oración, sino para invertir las fuerzas y compartir la carga. Cuando se escucha una voz fresca que conduce a la congregación hacia Dios, cuando hay vitalidad y variedad, es una bendición para todos, una ayuda para la carne al ofrecer un sacrificio espiritual. Estar en su lugar, listo para alzar la voz, es una dulce contribución a la vida de la iglesia…
“También es una oportunidad particular para la comunión. Con todo esto en mente, incluso esas pocas palabras… pueden ser una bendición para nuestras almas y las de los demás. Hay una dulce transparencia en la oración que hace, o debería hacer que nuestros corazones se unan. Es difícil mantenerse alejado de los hombres y mujeres con los que se ha estado unido en la oración. Se puede echar un vistazo al corazón y a la vida de los demás, lo que provoca simpatía, y da la oportunidad de ofrecer consuelo, de expresar aprecio y de compartir las acciones de gracias. Hay comunión en la oración, y hay comunión en torno a la oración y en relación con ella.
“En conjunto, esto puede hacer que la reunión de oración sea un oasis espiritual en medio de lo que, de otro modo, podría parecer una semana estéril. Para algunos santos, especialmente los que se encuentran entre familias inconversas, o sin colegas o compañeros cristianos, ¡qué refrigerio puede ser la reunión de oración! Aquí las realidades celestiales son lo primero y lo más importante. Aquí se establecen y restablecen las prioridades espirituales. Aquí el corazón atado a la tierra puede ser recalibrado hacia el cielo. Aquí el alma se extiende hacia arriba y encuentra refresco. Cuántas veces un cristiano dice: ‘Sabes, realmente no tenía ganas de venir esta noche, pero estoy tan contento de haberlo hecho’. Sí, porque aquí pudimos, por la gracia de Dios, entrar en la sala del trono y sentarnos a los pies de nuestro Rey y dar a conocer nuestras alabanzas y peticiones. Aquí pudimos acercarnos a nuestro Padre celestial y derramar nuestros corazones ante él.
“Además, esta asistencia de principios nos ayuda a dar un ejemplo de compromiso y servicio a los cristianos más jóvenes, menos maduros o que luchan por salir adelante. Con demasiada frecuencia es la membresía existente la que absorbe la vida del nuevo converso. Tal vez alguien, rebosante de nueva vida espiritual, se dirige a la reunión de oración, solo para encontrar a siete de las setenta personas que normalmente acuden el domingo. Y descubre, al cabo de tres semanas, que, de esas siete personas, las mismas cuatro van a repetir semanalmente las mismas palabras que llevan susurrando desde hace quizá tiempo. O tal vez haya alguien a quien le resulte difícil el camino. Cualquier tipo de compromiso le es difícil, o están atravesando una temporada de inestabilidad, o hay un dolor de cansancio por todo. Y -con el impulso- vienen, y encuentran a santos que luchan y se esfuerzan por estar presentes y comprometidos…
“La reunión de oración también da energía a nuestras almas para otros deberes y oportunidades. Del propiciatorio volvemos refrescados a nuestras otras responsabilidades, nuestras cargas levantadas, nuestras manos pesadas aligeradas, nuestras débiles rodillas fortalecidas. La tristeza de algunas almas no es tan opresiva, la frivolidad de otras no nos distrae tanto, la atracción del mundo no es tan tentadora. Hemos buscado la gracia y la fuerza del Dador de todo don bueno y perfecto, y -con sabiduría, generosidad y abundancia- nos ha proporcionado lo que necesitamos para el servicio.
“Tengamos en cuenta, además, que la reunión de oración es uno de los espacios en los que es más probable que recibamos una bendición distinta de nuestro Señor. Las bendiciones de Pentecostés se disfrutaron cuando el pueblo se reunió para orar. La iglesia perseguida encontró la alegría espiritual y el valor y el poder al orar para que el Señor, que es Dios, que hizo el cielo y la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, obrara poderosamente en y a través de su pueblo (Hch.4:24-31). ¿Cuántas veces en la historia de la Iglesia de Cristo el Espíritu Santo se ha dado a conocer claramente cuando la Iglesia se ha reunido para orar? ¿Cuántas veces se han concedido bendiciones espirituales particulares en respuesta a las oraciones concertadas y consistentes del pueblo de Dios, invocando juntos el nombre del Señor? ¿No desearías estar allí? ¿No tienes el deseo de ser parte del progreso del reino de Dios?
“Finalmente, el culto de oración es uno de los lugares donde un hijo de Dios demuestra su creciente madurez espiritual a sus hermanos. No puedo imaginar que una iglesia saludable llame al cargo de anciano o diácono a un hombre que se habituó a no molestarse con la oración corporativa. Esto no quiere decir de ninguna manera que el ministerio sea una recompensa por la asistencia, o que alguien deba revisar un registro; eso es de mal gusto. La reunión de oración no es una especie de pista de circo donde los hombres actúan para el aplauso del público; eso sería carnal. Pero seguramente, uno de los ambientes en los que un cristiano maduro demuestra su madurez es en el estilo y la sustancia de su acercamiento a nuestro Padre celestial. Si, como se ha dicho, “lo que un hombre es de rodillas ante Dios, eso es, y nada más”, ¿no deberíamos esperar que esto se refleje en sus intercesiones públicas? Seguramente, si una de las señales seguras de un cristiano es que ora, una de las señales seguras de un cristiano que está madurando es que está aprendiendo a llevar al pueblo de Dios al trono de la gracia con humildad, con sencillez, con claridad, y que todos los corazones y las voces pueden unirse tras él.
“Todas estas son las razones por las que la reunión de oración es a menudo llamada la sala de máquinas de la iglesia. Cualquier congregación que construye un vagón de vapor espiritual, típicamente tiene una central de ingenieros que echan el carbón del poder con las palas de la oración. Por la gloria de Dios, por el bien de la iglesia y por la bendición de tu propia alma, empecemos a palear y no nos detengamos nunca”. Hasta aquí el pastor Walker.
Muchas veces hemos aconsejado a individuos que desean crecer en la gracia y el conocimiento del Señor, a la vez que desean perfeccionar su santidad en el temor de Dios, que consideren su estancia en una iglesia que deliberadamente no enseña ni predica la Palabra de Dios con fidelidad ni con perseverancia. Un verdadero creyente debería considerar permanecer en una iglesia que no predica la Palabra, que no tiene las Escrituras como el ministerio central de ella, donde se permite desplazar o sustituir o minimizar la predicación por un testimonio, un canto o una película. Y esto, porque las iglesias bíblicas perseveraban en la doctrina de los apóstoles como un distintivo de ser sanas en la fe (Hch.2:42).
Pero junto a la perseverancia en la doctrina, ¿no estaba junto la perseverancia en la oración? Usted, entonces, también debe considerar la estancia en una iglesia sin reunión de oración, pues omitirla es tan grave como omitir voluntariamente cualquier otro distintivo de lo que es una iglesia bíblica. En una iglesia sin una verdadera y significativa reunión de oración, usted verá todo lo que el hombre puede hacer sin la ayuda de Dios, será un buen testimonio del humanismo pragmático, pero jamás encontrará el poder de Dios derramado sobre cada uno de sus ministerios. Prefiera estar donde Dios bendiga, así esta iglesia no sea tan vistosa. Prefiera una iglesia pequeña y fiel, que una iglesia exuberante y humanista.
Si tiene el gran privilegio de que su iglesia tiene en pie la reunión de oración semanal, si esta es significativa, fervorosa, bíblica, dele gloria a Dios y manifieste su gratitud asistiendo a ella. Nadie va a las reuniones de oración sin un grado de esfuerzo. De hecho, en estos asuntos mostramos muchas veces llevar la cruz de la negación propia para ver la gloria de Dios en nosotros y nuestra amada iglesia local.
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[1] El Pastor Jeremy Walker es anciano de la Iglesia Bautista de Maidenbower, Crawley, West Sussex en el Reino Unido.
[2] El pastor Derek WH Thomas es un pastor y teólogo reformado, originario de Gales. Actualmente es pastor principal de la Primera Iglesia Presbiteriana de Columbia, Carolina del Sur y profesor invitado distinguido de teología sistemática e histórica en el Seminario Teológico Reformado en Atlanta, Georgia.
[3] Derek Thomas, The Prayer Meeting, Abril 26, 2015, Articulo extraído de Ligonier
https://www.ligonier.org/
[4] Jeremy Walker, The Prayer Meeting, Septiembre 03, 2021. Articulo extraído de Banner of Truth
https://banneroftruth.org/us/