La vigilancia del ministro
Jim Savastio
En su primer discurso a sus estudiantes, el pastor Charles Spurgeon abordó el tema de ‘la vigilancia que el ministro debe tener de sí mismo’. El así llamado “Príncipe de los Predicadores” experimentó no solo un gran éxito público, sino que con frecuencia habló apasionadamente de la vida privada que era el manantial de tal poder público.
Para mí será en vano surtir mi biblioteca, organizar sociedades, o planificar estrategias si descuido el cuidado de mí mismo; porque los libros, las agencias y los sistemas no son los instrumentos principales de mi llamamiento santo; mi propio espíritu, alma y cuerpo son mi maquinaría más asequible para el servicio sagrado; mis facultades espirituales y mi vida interior son mi hacha de combate y mis armas de guerra. M’Cheyne, al escribirle a un amigo del ministerio que estaba viajando con el propósito de perfeccionarse en la lengua alemana, usó un lenguaje idéntico al nuestro:
Sé que te dedicarás diligentemente al alemán, pero no olvides el cuidado del hombre interior, quiero decir, del corazón. Cuán diligentemente el oficial de caballería mantiene su sable limpio y afilado; le quita cualquier mancha con el mayor cuidado. Recuerda que tú eres la espada de Dios, Su instrumento. Espero que seas un vaso escogido por Él para proclamar Su nombre. En gran medida, el éxito dependerá de la pureza y perfección del instrumento. Dios bendice más la semejanza a Jesús que los grandes talentos. Un ministro santo es un arma imponente en la mano de Dios.
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