El canto
Juan Calvino
En verdad sabemos por experiencia que el canto tiene mucha fuerza y vigor para conmover y encender el corazón de los hombres a fin de que invoquen y alaben a Dios con un celo más vehemente y ardiente. Siempre hay que tener cuidado de que el canto no sea superficial ni frívolo, sino que tenga peso y majestuosidad (como dice Agustín).
También, hay mucha diferencia entre la música que se usa para entretener a los hombres a la mesa y en el hogar, y los salmos que se cantan en la Iglesia en la presencia de Dios y sus ángeles.
Ahora bien, entre las otras cosas que son correctas para la recreación del hombre y darle placer, la música es la primera, o una de las principales; y es necesario que pensemos que es un don de Dios designado para ese uso. Además, debido a esto, hemos de tener más cuidado de no abusar de ella, por temor a mancharla y contaminarla, transformándola para nuestra condenación, cuando en realidad la intención era que fuera para nuestro provecho y uso.
Si no hubiera ninguna otra consideración que esta debiera motivarnos a moderar el uso de la música y hacer que sirva a todas las cosas honestas, y que no dé ocasión para dar rienda suelta a lo disoluto, ni nos afeminemos cayendo en diversiones corruptas, ni que se convierta en un instrumento de concupiscencia ni ninguna otra vergüenza.
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