La persona de Cristo I
La doctrina de la persona de Cristo dominó la atención de la Iglesia durante sus primeros ocho siglos. ¡Esto muestra cuán importante es para la Iglesia cristiana! Una razón por la que requirió tanto tiempo el que la Iglesia formulara claramente la doctrina de la persona de Cristo es el hecho de ser uno de los misterios de la fe. Un cristiano no debe dar una respuesta sencilla a la pregunta: «¿Quién es Jesucristo?». Debe decir que es Dios; pero no solo debe decir eso. Debe decir también que es hombre. Pero no solo debe decir que Cristo es Dios y hombre. Debe decir que es Dios y hombre en dos naturalezas distintas y, sin embargo, solo una persona. Ese es el misterio1.
A. Su plena deidad
Hay muchas pruebas diferentes de la deidad de Cristo contenidas en la Biblia. Se podría mostrar que la adoración divina, títulos divinos, obras divinas y atributos divinos le son todos dados a Cristo por el Nuevo Testamento. En Juan 8:58 se le atribuye a Cristo el atributo de la existencia eterna. A Cristo se le aplican repetidamente pasajes del Antiguo Testamento que utilizan el título divino «Jehová» o «Yahveh» (que habla de Dios como el Señor que existe por sí mismo, el gran «Yo soy») (cf. Jl. 2:32 con Ro. 10:13; cf. Sal. 102:25 con He. 1:10; cf. 1 P. 2:3 con Sal. 34:8; cf. Is. 8:12-13 con 3:15). La prueba más clara es esa clase de pasajes que de forma simple y directa llaman al Señor Jesús «Dios» (Jn. 1:1; 5:18; 20:28; Ro. 9:5; Tit. 2:13; He. 1:8-9; Fil. 2:5-6; 2 P. 1:1; 1 Jn. 5:20).
B. Su verdadera humanidad
Hay siete argumentaciones para la verdadera humanidad de Cristo que dejan claros su base y carácter bíblicos.
1. La promesa de un hombre
Las predicciones y profecías del Antiguo Testamento prometían que el Mesías de Israel sería un hombre (Mi. 5:2; Is. 7:14; 9:6-7; Gn. 3:15; 17:7; Is. 52:13-53:12; Jer. 23:5-6).
2. La designación de un hombre
Hechos 2:22; 13:38; 17:31; 1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5 afirman claramente que Cristo fue hombre. Puesto que la mayoría de estos textos están hablando de Cristo en el presente, como resucitado, dejan claro que sigue siendo hombre tras su resurrección y así para siempre.
3. La conciencia de un hombre
No fueron simplemente sus discípulos u otros quienes pensaron que Jesús era un hombre y lo describieron así. Jesús mismo pensó y habló de sí mismo como un hombre (Jn. 8:39-40). De hecho, su designación favorita de sí mismo era el título «Hijo del Hombre». Él utilizó este título para referirse a sí mismo unas ochenta veces. «El Hijo del Hombre —dijo— es Señor del día de reposo» (Mt. 12:8). En otra ocasión afirmó: «El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc. 19:10).
4. La apariencia de un hombre
Juan 4:29; 7:46,51; 9:11,16,24; 10:33; 11:47,50; 18:14,17,29; 19:5 dejan claro que Jesús parecía un hombre. Sin embargo, Jesús no solo aparentaba ser un hombre. Él era totalmente un hombre. Debemos recordar que, si hubiéramos vivido en la tierra con Jesús, Él no habría sido en apariencia muy diferente a nosotros.
5. El cuerpo de un hombre
Dos de los primeros errores que atacaron a la Iglesia argüían que el Cristo-espíritu celestial no podía ser carne, sino que solo aparentaba ser un hombre. Las frecuentes afirmaciones bíblicas de que Él poseía un cuerpo real contradicen esto (He. 10:5; Mr. 14:8; Mt. 26:12,26; Lc. 7:44-46; Jn. 13:23; Mt. 9:10-11; 11:19; Lc. 22:44; He. 2:10; 5:7-8; 1 P. 3:18; 4:1; Jn. 19:32-35.
6. El alma de un hombre
El sufrimiento de Jesús implica el importante punto de que Jesús poseía un alma genuinamente humana. Ciertamente, el sufrimiento en el huerto fue principalmente espiritual más bien que físico (Mt. 26:36-44). La muerte de Jesús da por supuesto claramente que Él poseía un alma humana, porque la muerte se define en la Biblia como la separación del alma del cuerpo (Stg. 2:26). La muerte de Jesús ocurrió cuando él liberó su espíritu (Jn. 19:30; Lc. 23:46). Esta verdad queda ilustrada también con el hecho de que Jesús poseía una voluntad humana (Mt. 26:39).
Además, Jesús tenía sentimientos y emociones humanos. Dios también tiene sentimientos y emociones, pero a menudo pensamos en los sentimientos como algo muy especialmente humano. Muchas veces él experimentó el sentimiento de la compasión (Mt. 9:36). Se enojó (Mr. 3:5; 10:14), y también se entristeció tanto que a veces suspiró (Mr. 8:12), en otras ocasiones lloró en silencio (Jn. 11:35), y a veces se lamentó (Lc. 19:41-44). Por otra parte, Él sabía lo que era regocijarse y alegrarse en el espíritu (Lc. 10:21). Jesús experimentó, sin embargo, algunas emociones que Dios no puede experimentar. Experimentó el temor y el anhelo de comprensión que este produce (Mt. 26:36-39).
Que Jesús tuviera un alma humana también lo requería el hecho de que fue tentado (Mt. 4:1-11; He. 4:15). Puesto que Dios no puede ser tentado, esto significa que Jesús poseía un alma humana. Además, Jesús fue sostenido en la tentación por el poder del Espíritu Santo en conjunción con la oración (Lc. 10:21; He. 9:14; Mr. 1:35; Lc. 5:16; 6:12; 9:18,28). La demostración más notable del hecho de que Jesús poseía un alma humana es la referencia repetida al hecho de que experimentó un proceso de desarrollo espiritual y moral (Lc. 2:40,52; He. 5:8-9).
7. Las limitaciones de un hombre
Jesús experimentó muchas limitaciones humanas que Dios no experimenta ni puede experimentar. Tuvo hambre (Mt. 4:2; Mr. 11:12; Mt. 21:18), pero Dios no tiene hambre (Sal. 50:12). Tuvo sed (Jn. 4:7; 19:28), aunque Dios nunca tiene sed. Se cansó (Jn. 4:6), aunque Dios nunca se cansa (Is. 40:28). Se durmió (Mt. 8:24), pero Dios nunca duerme (Sal. 121:4). Finalmente, y quizá lo más sorprendente, Jesús confesó que había cosas que Él no sabía (Mr. 13:32).
Cortesía de la Exposición de la Confesión de Fe 1689. Todos los derechos reservados.