¿Queremos ser una iglesia bíblica que se deja guiar?
Jorge E. Castañeda D.
Uno de los males más terribles de la iglesia de hoy, es la falta de un liderazgo bíblico. Cientos de hombres entran al ministerio sin la observación de los requisitos bíblicos, esto es, sin la vivencia y expresión constante de una vida que ha madurado en la asimilación y práctica de la Palabra de Dios. Muchos que hoy están en el ministerio, entraron a él motivados por aquella parte visible y reconfortante de servir al Señor, pero con profundas fisuras en su carácter y sin haber ponderado lo suficiente el aspecto sacrificial del llamado de Dios a guiar una iglesia de Jesucristo.
Si existe un libro que habla con dureza a estos pastores indolentes, egoístas, débiles, que usan la grey del Señor para sus propios intereses, es el libro de Jeremías, sobre todo en sus primeros capítulos. Allí encontramos reprensiones muy fuertes para aquellos hombres, guías del pueblo, que se supone, estaban puestos para instruir, guiar y exhortar al pueblo típico de Dios, a andar en obediencia al pacto. Note el diagnóstico: «Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha» (Jer.2:8); «desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz» (Jer.6:13-14); «desde el profeta hasta el sacerdote todos hacen engaño. Y curaron la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz» (Jer.8:10-11).
Como pudo leer, gran parte del desvío del pueblo se debió a los guías espirituales que tenían, al liderazgo carnal de ellos, al pastoreo negligente de quienes deberían haber abierto las Escrituras al pueblo y ministrarles de acuerdo a sus debilidades, pecados y necesidades espirituales. En lugar de ser instrumentos de bien para ellos, anestesiaron la conciencia del pueblo, les endurecieron el corazón que debieron haber enternecido hacia el Señor y ahora Jeremías parecía un loco fanático e intransigente frente a ellos, siendo que era el único que representaba la causa de Jehová para aquellos días.
Sin embargo, el Señor que es misericordioso, prometió darles pastores fieles; no dejar que el pueblo pereciera sin tener la oportunidad de escuchar la voluntad de Dios, tan nublada por los consejos de los pastores negligentes: «y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia» (Jer.3:15). De hecho, Jeremías es parte del cumplimiento de esta promesa bendita. Quizás el pueblo se animaba esperando un tipo de líder distinto, no uno firme de convicciones, presionado en su conciencia por Dios a no callar, un hombre que veía con claridad y dolor la condición del pueblo y recibía de Dios la medicina exacta para el pueblo que moría espiritualmente por su pecado. Y ¿Qué ocurrió? Jeremías 6:16-17 nos narra algo muy triste: «Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: Escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos».
Era una costumbre pecaminosa del pueblo, sentir algunas punzadas de conciencia con respecto a la voluntad de Dios y pedir al profeta que les trajera Palabra de lo alto, guía del Señor mismo, para luego resistirla, porque en verdad ellos solo querían usar al liderazgo piadoso para sus propósitos ya trazados. Si por algún motivo el profeta coincidía con lo que ellos deseaban oír; con aquello que ya habían planeado hacer, obedecían: «los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?» (Jer.5:21).
Pero cuando el prefecta, generalmente, daba una palabra distinta a lo que pecaminosamente ellos ya habían decidido hacer, entonces le resistían: «dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto […] para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer […] Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros» (Jer.42:2-3,5). Finalmente Dios respondió, tal y como dice el v.7: «Aconteció que al cabo de diez días vino palabra de Jehová a Jeremías». Usted puede leer que la respuesta no era lo que ellos esperaban y ¿Cuál fue su reacción? «Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras de Jehová Dios de ellos, todas estas palabras por las cuales Jehová Dios de ellos le había enviado a ellos mismos, dijo Azarías […] y todos los varones soberbios dijeron a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios […] No obedeció, pues, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de la gente de guerra y todo el pueblo, a la voz de Jehová para quedarse en tierra de Judá» (Jer.43:1-4). Pero si piensa que esta fue la única vez, ha de saber que era una costumbre. Así al menos se registra en otra ocasión en Jeremías 44:16-17ª: «La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca».
Mucha gente hoy está adiestrada a diferir el problema de la iglesia a sus líderes, y como insistimos, en gran parte esa es la causa de iglesias débiles, anquilosadas, somnolientas y carnales. Pero son igualmente numerosos los casos de iglesia que ruegan por líderes piadosos, Bíblicos, por hombres de Dios ¡y los resisten! Iglesias sin pastor puede que sean, en muchos casos, simplemente el resultado de gente con la que Dios ha obrado por amor a sus siervos no enviando a ninguno allí. Iglesias débiles lo son, solo porque resisten el liderazgo que Dios puso sobre ellos. Gente quiere líderes Bíblicos pero no quieren ser iglesias bíblicas. Creyentes desean palabra exquisita desde el pulpito, hombres sabios guiándolos, pero no desean ser iglesias dóciles, gente humilde y llevadera, no desean ser cristianos enseñables, tan solo desean líderes que les llevan la idea y los dejen vivir como ya ellos han planeado.
Una iglesia que ora por pastores, sea que los tenga o que no, también debería discernir el por qué el liderazgo de su iglesia es así, o por qué no tienen uno. Es posible que mucha de la responsabilidad caiga sobre el tipo de líder que dirige la iglesia, pero es igualmente posible que el problema sea la iglesia misma. ¿Por qué Dios enviaría a un Jeremías allí, solo para ser resistido, desafiado y que sirva para el juicio de un pueblo rebelde? Ya andar pecaminosamente como iglesia es un mal terrible, ¿Por qué añadirle el pecado de no dejarse guiar por Dios a través de los pastores que él ha constituido?
Si usted mira muy bien, ningún líder de Dios fue popular en su tiempo, Moisés, Josué, piense en los profetas mayores y menores del Señor, aun en el incómodo Juan Bautista, Pedro y Pablo. Pero eran los instrumentos de Dios. La gente asegura el cómo les hubiera gustado tener por postres a estos hombres de Dios. Pues ya hubo gente bajo su ministerio y la historia nos dice que fueron resistidos por muchos. Hoy es muy fácil admirar a los líderes de internet, y claro, ellos llevaban ventaja sobre los pastores de iglesias locales, porque estos predicadores online no conocen a quienes les hablan, distinto a un pastor de iglesia local que trabaja con lo que conoce. Cuando ore por sus pastores, ore para más gente como Jeremías, quizás no los apreciamos, pero los necesitamos. Pero ore también para que usted y la iglesia no sean como este pueblo que resista, deseche, pelee, desanime y persiga a los líderes que el Señor envió para la edificación de su pueblo. Recuerde que un líder piadoso, por impopular quesea, es un don de Dios, y mucho más, si Dios los otorga en tiempos de crisis y cuando la Palabra de Dios escasea, como en estos días: «y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia» (Jer.3:15).
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