El conocimiento de Dios
Daniel Chamberlin
Nada deleita tanto al alma piadosa como una oportunidad de alabar las perfecciones y bondades de Dios. Él merece y exige nuestra adoración. Es nuestro privilegio y deber. El Salmo 147:5 declara: Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito. Observa que este versículo vincula el poder de Dios y Su conocimiento. Todas Sus perfecciones son infinitas. En el capítulo anterior tratamos el tema de Su presencia, que también está estrechamente relacionada con Su conocimiento, que ahora consideraremos. Este atributo no necesita demostración. Todos los hombres saben algo de ello por instinto. Hasta los paganos demuestran que son conscientes del conocimiento de Dios al ofrecer sus vanas repeticiones y sacrificios a los dioses por los que ellos suponen ser observados.
I. EL TIPO DE CONOCIMIENTO QUE HAY EN DIOS
Esta capacidad se conoce bajo diversos nombres, tales como recuerdo, vista, conocimiento previo (o presciencia, en este sentido), omnisciencia, conocimiento, sabiduría y prudencia de Dios. Independientemente de cómo lo denominemos, tenemos que recordar que no debemos medir Su entendimiento en base al nuestro. Así como los cielos son más altos que la tierra, sus pensamientos son más altos que los nuestros (Is. 55:9).
Existen varias formas de dividir este conocimiento. Por ejemplo, podemos distinguir entre conocimiento de visión y conocimiento de inteligencia. Mediante el primero, Dios sabe todo lo que ha sido, es y será, porque así lo ha decretado. Mediante el segundo, Dios conoce todas las posibilidades, aunque no haya decretado hacerlas. Después de todo, podría haber creado más mundos y más personas, si hubiera querido. O podemos dividir el conocimiento en especulativo, que se conoce sin obra u operación alguna, y práctico, que implica esforzarse por exhibir el conocimiento. De nuevo, tenemos el conocimiento de la aprobación y de la comprensión. Esta distinción se hace con claridad en las Escrituras. Se habla del amor y de la aprobación de Dios en términos de conocimiento. Él le señaló a Israel: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra (Am. 3:2). En el día del juicio, Él les dirá a los perdidos: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt. 7:23). Aunque Dios conoce a los perdidos como para entenderlos, no los conoce como para amarlos salvíficamente.