HAITÍ Y COVID-19
Francisco Guzmán
Oremos por Haití. Lean ese informe e imaginen lo que pasará si la COVID llega con fuerza: Casi un mes desde que Haití se enfrentó a la pandemia de COVID-19, los precios de las necesidades básicas han aumentado constantemente y el dólar se continúa devaluando seriamente.
Las madres y los padres expresan su molestia ante esta situación, argumentando que la población haitiana no puede ser confinada y al mismo tiempo codearse con el hambre porque su poder adquisitivo ha disminuido considerablemente.
Para tener una idea de la canasta de alimentos: la olla de frijoles negros se vende a 650 gourdes; la olla de arroz local varía entre 450 y 500 gourdes; un galón de aceite de Mazola se vende por 750 gourdes; el bote de maíz molido Alberto 375 gourdes y el local 250 gourdes.
Recuerde que en un informe publicado en diciembre de 2019, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) reveló que a fines de dicho año, el número de haitianos que vivían en la inseguridad alimentaria era más de 3.7 millones y predijeron que 4.6 millones de haitianos podrían pasar hambre en marzo de 2020.
Según el informe, de los 3.7 millones, 2.6 millones sufren de “insuficiencia aguda y crítica con desnutrición severa”. Lo peor subraya la estructura de la ONU, de los 2.6 millones de haitianos que sufren de escasez aguda de alimentos, 1.046 millones en áreas rurales y urbanas. Están en una emergencia humanitaria.
Por lo tanto, no tiene que ser un adivino para concluir que Haití no está muy lejos de este pronóstico de OCHA. Y en medio de todo esto, hay una escasez de agua en la capital haitiana, donde los ciudadanos esperan impacientes la lluvia.
Hay que lavarse las manos regularmente, recuerda el Ministerio de Salud Pública y Población (MSPP). Sin embargo, la Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento (DINEPA) parece olvidar esta regla de higiene.
Los ojos todavía están fijos en el Jefe de Estado, Jovenel Moïse, para remediar esta situación.
Si nuestra vida cristiana es la eternidad vivida en el tiempo, debemos levantar nuestras manos caídas y mover las rodillas paralizadas, para hacer las tareas que solo en este breve tiempo podemos hacer, antes de que crucemos los portales donde nuestro tiempo y la eternidad se conectan, trabajemos, no por la comida que perece, sino por aquella que a vida eterna permanece.
Señor! Concédeme vivir la vida ardiente de amor, fe y santidad en qué camino mi Señor Jesucristo, para así alumbrar con la luz del Evangelio a quienes vagan por los tortuosos y oscuros caminos del mundo, rumbo a un infierno eterno.
Oremos por la salvación de nuestros familiares, vecinos y amigos y roguemos por su conversión.