No existe una experiencia crítica prometida para vivir la vida cristiana
Albert N. Martin
No existe una experiencia crítica prometida o mandada como elemento esencial para vivir la vida cristiana.
Cierta enseñanza sobre la vida cristiana afirma que la persona que no ha tenido una experiencia crítica siguiente a la regeneración, o por lo menos siguiente a la conversión y al principio de la experiencia cristiana consciente, sólo puede tener un nivel bajo de experiencia cristiana. Además, se afirma que la experiencia crítica es tanto mandada como prometida por Dios como la entrada a una dimensión o nivel cualitativamente nuevo de experiencia, realidad y poder espiritual.
A lo largo de la historia de la Iglesia cristiana, ha habido muchas ramificaciones diferentes de esta enseñanza sobre la crisis. Está lo que podríamos llamar “perfeccionismo wesleyano clásico”, que se concentraba particularmente en la santificación y hablaba de un bautismo de fuego purificador, o de llegar a un estado de amor perfecto. Se concentraba no tanto en el poder para el servicio o en sentimientos interiores, sino en una experiencia crítica en la que se negaba en todos los sentidos el poder del pecado que mora en nosotros. He leído suficiente teología wesleyana clásica para saber que hay opiniones diferentes con respecto a lo que John Wesley mismo enseñó sobre el asunto. Pero de una manera descriptiva general, creo yo, esto es una representación exacta del perfeccionismo wesleyano clásico y tradicional.
Luego, también, está “el antiguo pentecostalismo” en que el acento se ponía en un bautismo del Espíritu Santo, generalmente posterior a la conversión, y manifestado por hablar en lenguas: la manera de saber que uno tenía este bautismo de poder era que, cuando le venía, hablaba en lenguas. El enfoque principal en el antiguo pentecostalismo clásico era la cuestión del poder para el servicio.
En tercer lugar, está el moderno “movimiento carismático”. Al igual que el pentecostalismo clásico, sus maestros utilizan muchos de los mismos pasajes en el Libro de los Hechos para apoyar su teoría de esta crisis necesaria. Así pues, recalcan que en la mayoría de los casos –aunque hay escuelas diferentes entre los modernos carismáticos– se manifestará hablando en lenguas. Algunos se contentan con creer que uno “lo ha conseguido” si tiene un tiempo de risa santa. Otros, sin embargo, dicen que alguien no ha hablado en lenguas es porque tiene bloqueos psicológicos, y si éstos pueden eliminarse, habrá don de lenguas. Simplemente es que no las ha expresado aun. Aquí el acento no está puesto tanto en un bautismo de fuego purificador (como en el caso del antiguo perfeccionismo wesleyano clásico ), o en el bautismo de poder (como en el caso del antiguo pentecostalismo clásico), sino más en un bautismo de experiencia gozosa y llena de alabanza. He hablado en general, pero creo que con exactitud.
En cuarto lugar, están las formas diversas de enseñanza de la “vida superior”. Lo que tienen en común es esto: alguien está simplemente convertido, simplemente unido a Cristo, simplemente regenerado, y entonces llega a una crisis de rendición y fe, en que “no hace nada: que lo haga Dios” y se apropia de la vida de Cristo que mora él. El denominador común es que se trata de una crisis sin ninguna manifestación externa de lenguas, gritos, o risa santa o saltos, pero el resultado final será un nuevo poder para vivir una vida santa: el acento recae sobre la capacidad de ser más eficiente en la senda de la santidad.
En quinto lugar, está un tipo de enseñanza que cuenta con proponentes tanto antiguos como nuevos. Está centrado en la promesa, y se ha expresado en términos del lenguaje bíblico de un “sello del Espíritu Santo”. Algunos de los puritanos –Thomas Goodwin, por ejemplo– enseñaron esto. Ha habido ciertos predicadores en nuestro propio tiempo que han creído esto muy fuertemente y lo han recalcado repetidamente. El interés básico en esta enseñanza es que, después de la regeneración y la conversión, hay una experiencia crítica en que el creyente entra en una dimensión cualitativamente nueva de certeza mediante un sello del Espíritu (algunos dirían que el bautismo en el Espíritu y el sello del Espíritu son sinónimos). Esto resulta una sensación nueva y brillante en la experiencia y el testimonio espiritual de uno mismo; pero el elemento crítico acerca de tal persona es que su verdadera utilidad es posterior a su sello del Espíritu Santo.
Las anteriores son cinco de las principales ramificaciones de la enseñanza, todas con diversas sub -enseñanzas también. Pero éstas son la principales categorías que enseñan que una experiencia crítica posterior a la conversión y la regeneración se promete y –algunos dirían– se manda, como un elemento esencial para vivir la vida cristiana.
¿Cuáles son los denominadores comunes en todo este tipo de enseñanza?
(1) La regeneración y la conversión (algunos hablarán frecuentemente de “mera conversión”) nos dejan inadecuadamente provistos para vivir una vida cristiana bíblicamente normal. La enseñanza se expresa más o menos así: “Ahora que eres cristiano, eres salvo, el Espíritu mora en ti. ¡Bien! Pero si quieres vivir realmente, vivir con V mayúscula, vivir con poder, vivir con gracia vencedora, vivir con utilidad, vivir con garra en tu testimonio, debes tener esta experiencia más elevada, más noble, más gloriosa, más plena de la gracia de Dios. Oh sí, estás convertido, de acuerdo, pero esto no te hará realmente diferente a menos que hayas entrado en esta otra experiencia. La conversión y la regeneración te preparan para morir, pero realmente no te equipan para vivir. Si has de vivir realmente, necesitas esta experiencia crítica.
(2) Una experiencia posterior a la regeneración se ha de buscar y obtener sobre la base de reunir ciertas condiciones o de la utilización de ciertos medios. Algunos de los que enseñan estas diversas doctrinas dirían que la experiencia tiene que venir a hombres que no la buscan, pero, sea lo que sea, es nuestro deber bus-car y obtener tal experiencia, y en su búsqueda, reunir ciertas condiciones. Cada escuela de pensamiento tiene su conjunto de condiciones propia, y dentro de cada escuela hay condiciones diferentes, pero uno de los denominadores comunes es que la experiencia se ha se buscar hasta que se obtenga, tras reunir ciertas condiciones prescritas.
(3) Todos los creyentes que tienen la experiencia posterior lo sabrán porque se registra en la conciencia cristiana. Una persona puede ser llevada al arrepentimiento y la fe en un contexto de enseñanza muy pobre. Tanto la adopción como la justificación son declaraciones legales de Dios, hechas en el momento mismo en que la más débil fe se aferra al Salvador prometido y a la salvación que está en Él. Es perfectamente posible que un hombre o una mujer, un joven o una joven, sean tan abundantemente justificados como el apóstol Pablo, y tan adoptados como el famoso Agustín y, sin embargo, ser inconscientes de ello por falta de una enseñanza clara. Pero todos los proponentes de la teología de la experiencia crítica dicen que esto no es así en lo que a esta crisis se refiere. Todos los que tienen la experiencia lo sabrán porque se registra en la conciencia de uno.
Ahora bien, en este punto, los antiguos pentecostales eran los menos crueles porque decían que un creyente tenía un criterio absolutamente claro por el que sabía que la tenía: hablaba en lenguas. Otros que enseñan esta doctrina, y que no dan criterios en absoluto, son más crueles que lo que las palabras pueden expresar. Dejan a la gente diciendo: “Debo tener esta experiencia. Si soy simplemente un cristiano corriente sin ella, no puedo realmente llegar a ser el cristiano que debo ser hasta que la tenga. ¿Como sabré que la tengo? Pero las respuestas básicas de las escuelas dicen que se sabe porque se registra en la conciencia.
(4) Detrás de esta enseñanza hay una utilización muy selectiva y discutible de ciertos textos de la Escritura. Todas las enseñanzas sobre la crisis afirman tener base en la Escritura, y frecuentemente se utiliza el lenguaje mismo de la Escritura para sostener la experiencia. Por ejemplo, una de las frases que es casi un shibolet en el antiguo perfeccionismo wesleyano es “la pureza de corazón”, tomada de Hechos 15:9: “purificando por la fe sus corazones”. En su contexto, sin embargo, habla no de una segunda obra de gracia, sino de la primera obra de gracia que Dios efectuó en los corazones de Cornelio y sus amigos. Nuevamente, el concepto de santificación completa se toma de 1 Tesalonicenses: “que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible” (5:23). La idea de “la vida salvadora de Cristo”, un término bien conocido en algunas enseñanzas sobre la “vida superior”, se toma de Romanos 5:10: “Si cuando éramos enemigos fuimos reconciliamos con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”. Toda una teología de crisis de rendición en que entramos como la vida victoriosa se formula con esa frase bíblica y luego se la inserta en esta terminología: “la vida salvadora de Cristo”.
Así, uno de los denominadores comunes en todas estas teorías de la teología de crisis acerca de la vida cristiana es que la enseñanza se basa en una utilización muy selectiva y discutible de ciertos textos de la Escritura.
Tomado de Cómo vivir la vida cristiana, por Albert N. Martin. Disponible en Cristianismo Histórico.
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