La naturaleza de la verdadera libertad
J.C. Ryle
Entonces Jesús decía a los judíos que habían creído en El: Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Ellos le contestaron: Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres (Juan 8:31-36).
Nuestro Señor declara a los judíos en una frase que lo resume: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.
Como sabe la mayoría de los ingleses, la Libertad se considera con justicia una de las más elevadas bendiciones terrenales. Ser libres de la opresión extranjera, una constitución libre, el libre comercio, la libertad de prensa, la libertad religiosa y civil: ¡cuánto encierran esas frases! ¡Cuántos sacrificarían su vida y fortuna para conservar lo que representan! Sin embargo, a pesar de toda nuestra jactancia, hay muchos hombres supuestamente libres que no son más que esclavos. Hay muchos que desconocen por completo la forma más elevada y pura de libertad. La libertad más noble es la que poseen los cristianos verdaderos. Solo son verdaderamente libres las personas a quien el Hijo de Dios “hace libres.” Tarde o temprano, todos los demás se evidenciarán esclavos.
¿Dónde reside la libertad de los cristianos verdaderos? ¿En qué consiste su libertad? La sangre de Cristo los libera de la culpa y las consecuencias del pecado. Justificados y perdonados, pueden mirar hacia el día del Juicio con valor y decir: “¿Quién nos acusará? ¿Quién es el que condenará?”. La gracia del Espíritu de Cristo los ha liberado del poder del pecado y ya no son sus cautivos. Este tipo de libertad es patrimonio de todos los cristianos verdaderos desde el momento en que acuden a Cristo por fe y le entregan sus almas. Ese día se convierten en personas libres. Este tipo de libertad es su patrimonio eterno. La muerte no puede interrumpirla. El sepulcro no pudo retener sus cuerpos más que por un breve tiempo. Los que son liberados por Cristo son libres para toda la eternidad.
No descansemos nunca hasta experimentar personalmente esta libertad. Sin ella, toda otra libertad es un privilegio inútil. La libertad de expresión, las leyes liberales, la libertad política, la libertad comercial, la libertad nacional, ninguna de ellas puede hacer más mullido un lecho de muerte, arrebatar a la muerte su aguijón o tranquilizar nuestras conciencias. Nada puede hacerlo a excepción de la libertad que solo Cristo otorga. La ofrece libremente a todos aquellos que la buscan con humildad. No descansemos, pues, hasta haberla obtenido.
Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.
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