No desprecies a Cristo
Octavius Winslow
El creyente puede confiar que sus tiempos están en las manos de Dios, sin embargo, mis lectores inconversos bien podrían preguntar: “Y mis tiempos, ¿en mano de quién están?”. He aquí mi respuesta: “Están en las manos del soberano e infinito Dios, el que ‘tiene en su mano tu propio aliento y es dueño de todos tus caminos’” (Daniel 5:23). Quiero que hagas frente… a esta verdad solemne: tus tiempos están en las manos de Dios ya que en Él vives, te mueves y existes (véase Hechos 17:28). No puedes tomar un solo aliento sin Dios, ni concebir un solo pensamiento, ni avanzar un solo paso. No puedes escapar de su gobierno, ni ocultarte de su presencia, ni huir de su poder. Él te considera responsable por todos tus dones, logros y hechos, de modo que pronto exigirá que rindas cuentas de tu administración (Lucas 17:2)… ¡Oh, que este sea el año en el que tu obstinada voluntad —ese corazón rebelde que se cierra y endurece cuando el Señor te llama— tras haberse resistido por tanto tiempo se vea dulcemente constreñida a doblegarse ante el Evangelio de Cristo, quien tanto desprecias! ¡Que seas nacido del Espíritu, un hijo de Dios, heredero de una felicidad que nunca tendrá fin, sin importar el pasar del tiempo ni el transcurrir de las edades por toda una eternidad!
Tu corazón nunca podrá disfrutar de felicidad, gozo y paz verdaderos hasta que pruebe el amor del Salvador. Además, no podrás entregarte a cumplir con los deberes nobles y sublimes de la vida real ni tampoco contemplar la muerte con tranquilidad, ni la eternidad que le seguirá con esperanza, hasta que seas reconciliado con Dios por medio del único “mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (1 Timoteo 2:5)… La obra de expiación se ha completado, la gran salvación ha sido comprada, la inmensa deuda ya está saldada, ¡todo ha sido perfeccionado y asegurado por la sangre del Hijo de Dios hecho carne! Ahora su gran placer y deleite es otorgar esta preciada e inestimable bendición a todo aquel que es “contrito y humilde de espíritu” (Isaías 57:15). Es un acto de gracia que concede libremente, sin importar cuan vil y pobre el que la recibe ni cuan poco la merezca. “Por gracia habéis sido salvados” (Efesios 2:5). “Por eso es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia” (Romanos 4:16). Ante la majestad y el esplendor de esta preciosa verdad debe esfumarse toda gloria humana, debe ceder todo orgullo del hombre… Tu corazón orgulloso y rebelde debe humillarse hasta el polvo. Envuélvete en la justicia del Señor Jesucristo, confiando en ella, y serás aceptado… “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 3:24). Está escrito: “Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él” (Romanos 3:20). Fue por la misma inspiración que también se escribió: “Mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia” (Romanos 4:5).
Por lo tanto, esta obra de justificación1 completamente gratuita produce un precioso y santo resultado: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). ¡Oh, ya que tantos asuntos eternos están en juego, deja de apoyarte en ti mismo! Si deseas vivir en santidad, morir felizmente y al final gozar de una inmortalidad gloriosa, abandona toda confianza en los sacramentos, los deberes religiosos y las obras caritativas. Huye a Cristo bajo una profunda convicción espiritual de la enorme pecaminosidad de tu naturaleza caída y corrupta, de la plaga que asedia tu corazón, de tu condenación bajo la Ley, de que eres completamente incapaz de salvarte a ti mismo y que no estás preparado, ni en lo más mínimo, para comparecer ante el Dios santo. Aprópiate de la gran salvación que Él ha obrado y que otorga libremente.
“Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15)… No se necesita una gran fe, ni una profunda experiencia, ni amplios conocimientos. El ojo más débil que se fije en Cristo, la mano más endeble que se aferre a Él, todo el que se acerque al Salvador, sin importar cuan tembloroso su paso, alcanza la salvación en el presente y vida eterna en el futuro. La medida más pobre de fe verdadera es suficiente para llevar el alma al cielo… Jesús sufrió hasta el extremo, “por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25).
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1. Justificación: La justificación es un acto que procede de la gracia gratuita de Dios, por medio del cual Él perdona todos nuestros pecados y somos aceptos como justos delante de Él, solo por la justicia de Cristo que se nos ha imputado y que recibimos únicamente por gracia (Catecismo de Spurgeon, Pregunta 32).
Adaptación y traducción de un extracto de My Times in God’s Hand por Octavius Winslow.
Copyright © 2019 traducción al español por la Iglesia Bautista Reformada.
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Artículo en inglés cortesía de Chapel Library.