Cristo es el Verbo hecho carne II
David Martyn Lloyd-Jones
Habiendo, pues, establecido eso volvemos ahora al misterio de la encarnación, e inmediatamente surge la pregunta: ¿Cómo fue que sucedió todo eso? ¿Cómo fue que esta cosa extraordinaria se hizo realidad? Y eso, por supuesto, nos lleva seguidamente a la doctrina del nacimiento virginal… ¿Qué es esto? El Credo de los Apóstoles, el primer credo de todos, la primera gran confesión de fe, lo dice así: “Fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María”. También aquí tenemos uno de los grandes temas lleno de misterio: es una doctrina que ha sido debatida y discutida y mal entendida y a menudo negada; a muchos les resulta difícil… Tienen problemas con la doctrina de la encarnación porque consideran su lastimosa mentalidad como la prueba definitiva de toda verdad; y porque no pueden entender algo, no lo creen.
Pero tenemos que coincidir que en todos estos temas estamos fuera de la esfera de la razón y comprensión natural del ser humano… Nada sabemos aparte de la revelación. Yo no presento teorías y filosofías; comienzo con esta premisa: que lo que estoy anunciando es lo que Dios ha hecho, lo que Dios ha revelado. Nada es distinto de lo que encuentro en la Biblia. Me atengo totalmente a ella; dependo completamente de ella. Por lo tanto, lo que hago es acercarme a ella como un niñito. “El mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría” (1 Cor. 1:21); entonces si eso era cierto y lo sigue siendo, tengo que depender de este libro, tengo que aceptar su autoridad, tengo que recibir sus afirmaciones aunque mi mente limitada no siempre las entienda. Esa es la mentalidad y la actitud apropiada para tener al comenzar a considerar esta doctrina extraordinaria, maravillosa y gloriosa del nacimiento virginal.
¿Qué, pues, enseña la Biblia? ¿Qué nos dice? Dos porciones bíblicas son la base de la doctrina del nacimiento virginal. Siempre me ha parecido que tenemos que empezar con las palabras en Lucas 1:26-28 porque relata el anuncio a María del gran acontecimiento a punto de suceder. Notemos los detalles en relación con este anuncio, notemos los hechos y cómo fue que se presentó el ángel a María… Notemos también lo que nos dice acerca de la sorpresa de María, que por supuesto fue muy lógica. Su sorpresa demuestra que comprendió el significado de lo que el ángel le dijo. Aquí está esta joven soltera, una virgen, a quien le fue hecho el anuncio; y ella inmediatamente ve el problema y no vacila en expresarlo. ¿Cómo podría ser madre de un hijo si nunca había estado con un hombre? El ángel le dio la explicación. Le anunció que el Espíritu Santo mismo lo haría. Le dijo que el Altísimo “vendría sobre” ella. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Luc. 1:35). Como dice el Credo de los Apóstoles ya mencionado, fue “Concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María”.
También el relato en el primer capítulo de Mateo, en los versículos 18 al 25, es igualmente importante e igualmente interesante porque cuenta lo que le sucedió a José. José descubrió que esta virgen con quien estaba comprometida estaba encinta. Se sentía confundido y triste. Era un hombre bueno, un hombre justo y cariñoso. Decidió no avergonzar públicamente a María, pero igual tendría que romper el compromiso. No hacerlo era quebrantar la Ley. Estaba reflexionando en esto y cómo hacerlo, cuando se le apareció un ángel en un sueño. Lo que hizo el ángel, por supuesto, fue explicarle a José lo que estaba pasando: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mat. 1:20). A él le fue dada exactamente la misma explicación que a María. Me temo que cuando leemos la historia a menudo no prestamos atención a la fe extraordinaria de José. Creyó el mensaje del ángel, lo aceptó sin reparos, sin vacilación, y procedió a hacer lo que el ángel le había mandado.
Esto es lo que la Biblia registra, y nos enseña que el nacimiento humano del Señor Jesucristo fue totalmente obra de Dios. La doctrina del nacimiento virginal tiene que ser siempre y en primer lugar considerado en un modo negativo, y lo que dice negativamente es que no tenía un padre terrenal. No nació por voluntad de varón ni de la energía de la carne. Lo diré de una manera más contundente todavía. El ser humano varón no tuvo nada que ver con su concepción.
Ahora bien, esto es algo muy sorprendente porque… la gloria de Dios, por así decir, está en el hombre, y la mujer bajo el hombre. Pero aquí el hombre es puesto a un lado; no tuvo nada que ver con esto. Es de notar que la palabra misma, la promesa dada por Dios al hombre y la mujer en el Jardín del Edén fue: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gén. 3:15). Y así fue. El hombre no tuvo nada que ver con esto, el hombre que Dios había nombrado señor de la creación y a quien dio poder sobre la mujer, y a quien la mujer está sujeta por la voluntad y orden de Dios, como resultado de la creación y especialmente como resultado de la caída. A pesar de todo eso, cuando se trató de la encarnación, el varón fue puesto a un lado y Dios usó únicamente a la mujer.
No cabe duda que la trascendencia y la importancia de esto es evidente a todos: es para enfatizar nuevamente la inhabilidad total del hombre. El hombre, en la persona de José, es visto en todo su fracaso e incapacidad. Dios tomó la naturaleza humana en su expresión más débil, a fin de usar esta naturaleza humana para su propio Hijo. Encontré una frase muy hermosa que creo ayudará a recordar esto: “Así como la naturaleza divina del Señor no tuvo madre, su naturaleza humana no tuvo padre”. Creo que esto lo expresa muy bien. Fue enteramente la obra de Dios. Tomó sobre sí la naturaleza humana de María, pero lo hizo por medio del Espíritu Santo a quien usó como su instrumento.
“¿Qué pasó?” podría preguntar alguien. No tengo respuesta, nadie la tiene. Ese es el gran misterio. Lo que sí sabemos es que el poder del Espíritu Santo vino sobre María y de María, de una célula en su cuerpo se hizo la naturaleza humana de nuestro Señor. No podemos agregar nada. Es un gran misterio. Pero sí tenemos que decir lo que sabemos hasta aquí. Fue la operación del Espíritu Santo y evidentemente fue hecho de una manera que esta naturaleza humana que tomó el Espíritu Santo era sin pecado. Notemos que el ángel le habló a María de “el Santo Ser que nacerá” (Luc. 1:35). Esto no significa que María misma fuera hecha sin pecado y santa. Ni siquiera implica que lo fuera ninguna parte de María. Lo único que sabemos es que algo fue tomado, fue limpiado y librado de toda contaminación de modo que la naturaleza humana del Señor era sin pecado y estaba totalmente libre de todos los efectos y resultados de la caída. Tal fue el efecto de la operación del Espíritu Santo en ella.
¿Qué, entonces, acerca de esta doctrina? ¿Qué podemos decir de ella en general, especialmente teniendo presente a los que les resulta problemática? Quiero sugerir una vez más que es una doctrina muy inevitable si realmente creemos en la doctrina de la encarnación. Si realmente creemos que el niñito en el pesebre en Belén fue la Segunda Persona de la Trinidad —y es la pura verdad— entonces no veo que haya ningún problema con esta doctrina del nacimiento virginal. De hecho, tendría mucho más problema si no tuviera la doctrina del nacimiento virginal para creer. El hecho de la encarnación es tan inusual, tan excepcional, tan milagroso y misterioso que esperaría que todo lo relacionado con él fuera igual, como realmente lo fue. Dicho de otra manera: el nacimiento virginal fue la señal del misterio de la encarnación. Fue una especie de símbolo de aquel misterio. Allí estaba en una forma tangible, este nacimiento virginal.
Todo lo relacionado con nuestro Señor es misterioso. Su venida al mundo fue misteriosa. Su partida fue misteriosa. No vino el mundo como cualquier otro; no partió como cualquier otro. La resurrección fue tan única como el nacimiento virginal. Jamás le había ocurrido a nadie. Él fue “el primogénito de los muertos” (Apoc. 1:5); “el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). La resurrección fue igualmente sorprendente. Así que le diría a cualquiera que tiene problemas con el nacimiento virginal: ¿Tiene el mismo problema con la resurrección? Si comenzamos con la doctrina de la encarnación sabiendo lo que estamos diciendo, si tenemos conciencia de que realmente estamos hablando de la Segunda Persona de la Trinidad, entonces ¿no es de esperar que su nacimiento fuera totalmente inusual y excepcional? Y así fue. Fue excepcional de principio a fin.
Trataré de ayudarles diciéndolo así: Si uno no cree en la doctrina del nacimiento virginal, ¿cómo puede explicar que no tenía pecado? O digámoslo así: Si hubiera nacido de la manera usual, de una padre y una madre, entonces hubiera sido como cualquier otra persona, hubiera sido de la descendencia directa de Adán, y se aplicaría a él decir: “como en Adán todos mueren” (1 Cor. 15:22). Hubiera muerto en Adán, y hubiera sido culpable del pecado original y de la culpabilidad original.
Pero la doctrina de la encarnación nos dice inmediatamente que eso no es lo que sucedió. Repito que aquí no fue creada una persona nueva. Esta persona era la Persona eterna, la Segunda Persona de la Trinidad. Cuando marido y mujer se juntan y nace un hijo, este es una persona nueva, una personalidad nueva. Eso no fue lo que sucedió en la encarnación. Con un padre y una madre humanos, tendríamos un humano descendiente directo de Adán, y por lo tanto, pecador y caído. La única manera de prevenir eso sería decir que un tipo similar de operación realizada por el Espíritu Santo en María tendría que haberse realizado en José.
De hecho, eso no nos ayuda. Si ya estamos teniendo problemas en creer esta operación milagrosa en María, es que la estamos dudando; y esto nos resultaría más imposible todavía de creer. No, si realmente nos aferramos a la doctrina de la encarnación misma, que esta Persona bendita adoptó la naturaleza humana que tenía que ser sin pecado porque no podía unirse a nada que fuera pecaminosa, entonces existe una sola alternativa, y esta es que tenía que nacer, no de la manera común, sino de esta manera especial.
Es de notar que la doctrina entera está llena de obstáculos y dificultades porque cuando lo digo de esa manera, estoy seguro que muchos pensarán: “¡Ah, comprendo! Dios creó para él una naturaleza humana especial, ¿no es cierto?” ¡No, claro que no! Ya he denunciado esto como herejía. Jesús obtuvo su naturaleza humana de María, pero fue obrada por el Espíritu Santo de manera que fue totalmente libre del pecado y de toda contaminación.
Así es como estamos ante él. Estamos ante este misterio divino, ¡Dios en la carne! El hecho más extraño, más maravilloso que jamás haya sucedido: sí, no dudo en decirlo, el acto supremo de Dios. Es tan supremo que esperaría que fuera inusual en todo sentido, y encuentro que las Escrituras dicen que lo fue. Fue concebido por el Espíritu Santo, nació de una virgen llamada María. El varón fue totalmente excluido, no intervino para nada. Allí está José para recordarnos ese hecho. Fue enteramente obra de Dios. Y comprendamos y recordemos que todo sucedió para que pudiéramos ser salvos, para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. El Hijo de Dios se hizo hombre a fin de que los hijos de los hombres pudieran llegar a ser hijos de Dios.
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Tomado de Great Doctrines of the Bible, Volume I: God the Father, God the Son (Grandes doctrinas de la Biblia: Dios el Padre, Dios el Hijo), 1996, 255-265.
David Martyn Lloyd-Jones (1899-1981): Reconocido predicador expositivo y pastor de Westminster Chapel, Londres, 1938-68; nacido en Gales, Reino Unido.
Cortesía de Chapel Library