La influencia del cristianismo en la condición de la mujer (2)
John Angell James
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
El celo con el que el cristianismo guarda la santidad del vínculo matrimonial debe ser siempre visto como teniendo la más favorable influencia en la condición de la mujer.
Si éste se relaja o debilita, en ese mismo momento la mujer pierde dignidad, pureza y felicidad. Ha habido naciones en las que la facilidad para divorciarse sustituyó a la poligamia y, por supuesto, fue acompañada con algunos de sus vicios y muchas de sus miserias también… ¡Con qué devota y reverencial gratitud debería ella volverse al Maestro divino, quien interpuso su autoridad para fortalecer el vínculo matrimonial y guardarlo de ser dañado a causa de la pasión ilícita o los dictados del temperamento o del capricho! ¡Cómo debería regocijarse de oírlo decir: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9)!
Puedo, seguramente, mencionar la igual participación en la bendición religiosa a la que las mujeres son admitidas por la fe cristiana.
El apóstol declara explícita y firmemente que a las mujeres les corresponden todas las bendiciones obtenidas por Cristo para la raza humana, cuando dice: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28). Ésta es el acta que concede a la mujer todas las bendiciones de la salvación… No hay bendición necesaria para la vida eterna que ella no reciba en la misma medida y de la misma manera que el otro sexo… El cristianismo sitúa a la mujer al lado del marido, la hija al lado del padre, la hermana al lado del hermano y la doncella al lado de la señora en el altar familiar, en las reuniones de la Iglesia, en la Mesa del Señor y en la congregación del santuario… Hombre y mujer se encuentran juntos en la cruz y se encontrarán en las regiones de gloria. ¿Puede tender algo de manera más efectiva a levantar y mantener la condición de la mujer que esto? Dios en todas sus ordenanzas, Cristo en sus actos y el Espíritu Santo en su obra de gracia dieron a la mujer su apropiado lugar en el mundo al darle un apropiado lugar en la Iglesia. Es ella quien con particular vehemencia ha de decir: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó… juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2:4, 6).
Pero el golpe final que el cristianismo da para elevar la condición de la mujer es invitarla a usar sus energías e influencia para promover la extensión de la fe cristiana en el mundo y para que, de esta manera, cumplir a través de ella, así como de los hombres, los grandes propósitos de Dios en la redención del mundo por la misión de su Hijo… De esta manera, el cristianismo ha dado cumplimiento a su naturaleza y preceptos en la real elevación del carácter de la mujer allí donde ha ido… Miremos como miremos el cristianismo, lo contemplemos en sus manifestaciones para el otro mundo o para éste, en sus relaciones para con Dios o para con la sociedad, en sus sublimes doctrinas o su pura moralidad, vemos una forma de inimitable belleza capaz de cautivar todo corazón, excepto aquel que está endurecido por la falsa filosofía, infidelidad manifiesta o crasa inmoralidad. Pero nunca aparecerá más amable que en su relación con la mujer.
¡Con qué equidad mantiene el equilibrio entre los sexos! ¡Con qué amabilidad levanta su escudo ante el vaso más débil! ¡Con qué sabiduría mantiene el rango y derechos de aquellas, cuya influencia es tan importante para la sociedad y, sin embargo, limita sus derechos para que no sean llevadas tan lejos que, al final, frustren su fin!… La virtud, dignidad, honor y felicidad de la mujer en ningún lugar están a salvo, sino bajo la protección de la Palabra de Dios. La Biblia es el escudo del sexo femenino, quien bajo su protección está seguro en sus derechos, su dignidad y su paz. La Biblia es su viña y su higuera, bajo la cual, en paz y reposo, ellas pueden gozar de su sombra y disfrutar de su fruto. La Biblia protege su pureza de mancha y su paz de perturbación…
¡Mujer! Mira a tu Salvador para el mundo futuro como tu emancipador en el presente. Ama la Biblia como el acta de tu libertad y el guardián de tu felicidad. Y considera la Iglesia de Cristo como tu refugio de los males de la opresión y los artificios de la seducción.
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Tomado de Female Piety (La piedad femenina), reimpreso por Soli Deo Gloria, una división de Reformation Heritage Books, www.heritagebooks.org.
John Angell James (1785-1859): Predicador y autor congregacionalista inglés; predicó y escribió a la gente corriente de todas las edades y de todo tipo de condición en la vida; fue tenido en alta estima, aun siendo un hombre humilde y sin pretensiones que dijo: “Mi propósito es el de ayudar al cristiano a practicar la verdad de la Escritura”. Autor de Female Piety (La piedad femenina), A Help to Domestic Happiness (Una ayuda para la felicidad familiar), An Earnest Ministry (Un ministerio sincero) y muchos otros.
Cortesía de Chapel Library