Descripción de la mujer virtuosa (1)
Charles Bridges
Proverbios 31:10-31
Tan raro es este tesoro que se hace esta pregunta: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?” (Pr. 31:10).
Abraham envió a su criado a una tierra lejana para que su amado hijo tuviera esta inestimable bendición (Gn. 24:3,4). Tal vez una razón de la rareza de este don sea que apenas se busca. Demasiado a menudo se buscan los logros, no las virtudes; las recomendaciones que provienen de lo exterior y que son secundarias, más bien que la piadosa valía interna.
La pregunta también sugiere el valor del don una vez que es hallado. Aun la porción de Adán en el estado de inocencia no estaba completa hasta que su generoso Padre le hizo una “ayuda idónea para él” (Gn. 2:18). Verdaderamente, su estima sobrepasa a la de las piedras preciosas. Ningún tesoro es comparable a ella…
Versículos 11-12: Ya se ha hablado acerca del valor de una mujer virtuosa; ahora se darán sus diferentes características.
Las primeras líneas del retrato describen su carácter como esposa. Su fidelidad, integridad de corazón y cariñoso cumplimiento del deber hacen que el corazón de su esposo esté confiado en ella. Él siente que ella tiene cuidado de su bienestar, que se aligeran sus cargas y que su mente se libera de muchas irritantes preocupaciones. Durante una obligada ausencia del hogar, él está tranquilo, habiendo dejado sus asuntos a salvo en las manos de su mujer, a la vez que está seguro de que será recibido con una alegre sonrisa. De esta manera, una mujer fiel y un esposo que confía en ella se bendicen mutuamente. Con tal joya por mujer, el esposo no tiene ninguna falta de confianza. Su casa es el hogar de su corazón. Él no necesita estar investigando con sospechas en los asuntos que ha confiado a su mujer. Mientras él dirige en la esfera de afuera, él la anima a dirigir en la esfera de adentro. Todo se conduce con tal prudencia y economía que no carecerá de ganancias, no tendrá tentación de ganancias injustas, no tendrá necesidad de dejar su hogar feliz para enriquecerse con un botín de guerra. El apego a tal mujer dura todo el tiempo de su unión —es constante y continuo—. En lugar de abusar de su confianza, ella sólo busca hacerse cada día más digna de ésta, no estando irritada ni insegura, teniendo cuidado de cómo ha de agradar a su esposo (1 Co. 7:34), le da ella bien y no mal todos los días de su vida. ¡Ojalá siempre fuera así! Pero mira cómo Eva, la ayuda idónea, se convirtió en tentadora; cómo las mujeres de Salomón apartaron su corazón; cómo Jezabel incitó a su marido a cometer abominable maldad; cómo la mujer de Job le dijo a su marido “maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9); considera la dolorosa cruz de la mujer rencillosa (Pr. 21:9; 25:24); todo esto es un terrible contraste: Les dieron mal, no bien. Otras veces hay una mezcla de mal con el bien… Pero en este retrato, es solo bien y no mal.
El bienestar de su esposo es su preocupación y su reposo.
Vivir para él es su mayor felicidad. Aun si sus cuidadosas atenciones con este fin no siempre son vistas, no obstante, ella nunca albergará sospecha de indiferencia o de falta de cariño; ni acabará resentida porque se imagine que es objeto de falta de atención, ni causará una discusión agitada, con poco fundamento, por una afectada o mórbida sospecha.
Este cuidado desinteresado y devoto afecto, cuando está conducido por principios cristianos, adorna muy hermosamente el santo y honorable estado del matrimonio. Si bien él implica sujeción, no conlleva degradación. Ciertamente, no se puede desear mayor gloria que la que le es dada al matrimonio, puesto que ilustra “el gran misterio” de “Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:32), la identidad de los intereses entre ellos: Las pruebas de ella son las de Él y la causa de Él, la de ella.
Versículos 13-27: Este bello carácter se presenta según los usos de los tiempos antiguos, aunque los principios generales son de aplicación universal. Describe, no sólo la mujer de un hombre de alto rango, sino a una gran mujer sabia, útil y piadosa en sus responsabilidades domésticas. Es una mujer que profesa piedad, adornada “con buenas obras” (1 Ti. 2:10); una María no menos que una Marta… Sin embargo, una cosa sobresale. El estándar de piedad que se exhibe aquí no es el de una reclusa religiosa, apartada de las obligaciones cotidianas con la excusa de tener así una mayor santidad y consagración a Dios. Aquí no encontramos ninguno de estos hábitos de ascetismo monástico que son ahora alabados como el punto más alto de perfección cristiana. Al menos, la mitad del retrato de la mujer virtuosa trata de su industria personal y doméstica. ¡Qué gran reprensión es esto para la autoindulgente inactividad!
Pero miremos más de cerca los rasgos del retrato puesto ante nosotros.
Sus hábitos personales están llenos de energía. Las labores manuales, incluso el servicio en tareas inferiores, fueron el empleo de las mujeres de alto rango en los tiempos antiguos. La abnegación aquí es un principio fundamental.
La mujer virtuosa va delante de sus siervos en diligencia, no menos que en dignidad, no imponiéndoles nada que ella no haya tomado sobre sí, dirigiendo su casa eficientemente por el gobierno de sí misma. De esta manera, ella busca los materiales para trabajar. Su aguja está al servicio de su familia. En vez de una acallada murmuración tras una demanda inconveniente, ella establece el patrón de trabajar con voluntad con sus manos. En vez de perder el tiempo al no hacer nada mientras ellos están trabajando, ella considera que no es ninguna vergüenza ocuparse con el huso y la rueca. Trabaja temprano y tarde, levantándose aun de noche. Al fruto de su trabajo le da un buen fin y lo intercambia por comida traída de lejos. Su mercancía es de buena calidad —le entrega tapices, lino fino y púrpura a los comerciantes—. Toda su alma está en su trabajo —se ciñe sus lomos y esfuerza sus brazos—, estando lista para hacer cualquier trabajo adecuado a su sexo y posición. La tierra también recibe su debida atención. Siempre cuidadosa de los intereses de su marido, ella considera el valor de un campo y, si es una buena adquisición, lo compra y planta una viña para que rinda lo mejor.
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Tomado de Proverbs (Proverbios), reimpreso por The Banner of Truth Trust (El Estandarte de la Verdad)
Charles Bridges (1794-1869): Un líder del partido evangélico en la Iglesia de Inglaterra. Conocido por obras como The Christian Ministry (El ministerio cristiano), Proverbs (Proverbios) y Psalm 119 (Salmo 119).
Cortesía de Chapel Library