¡Oh, amor incomparable!
Isaac Ambrose
En este momento hay un carbón de amor ardiente en el corazón de Cristo. En realidad, este fuego ha existido desde la eternidad, pero sus llamas son tan intensas hoy como en el pasado. En este mismo instante Cristo ama y vive, y ¿por qué vive si no es solo para amarnos e interceder a nuestro favor? Cristo hace que nuestra salvación sea su vocación constante; se dedica a su trabajo siempre: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). No existe ni una sola hora en el día, ni un día en el año, ni tampoco un año en una época, en el que Cristo no esté ocupado con Su Padre, desempeñando esa ocupación celestial de interceder por nosotros. Antes de morir a nuestro favor, nos amó, de modo que su amor fue la causa de su muerte; y Él muestra que aún nos ama al interceder por nosotros. Bien podríamos decir: “Cristo nos amó y no se arrepiente de Su amor”. Por amor murió por nosotros y, si fuera necesario, lo hiciera nuevamente. Sí, si para pagar nuestro pecado Cristo hubiera tenido que morir varias veces a favor de los elegidos, el amor lo hubiera llevado a morir voluntariamente cuantas veces fuera necesario.
Oh, el amor de Cristo hacia las almas necesitadas… Nos lleva en Sus hombros, como el hombre que encuentra su oveja y “la pone sobre sus hombros, gozoso” (Lucas 15:5). No, tengo que acercarme aún más ya que por su intercesión Cristo nos coloca aún más cerca de Él: “[Está] su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me [abraza]” (Cantares 2:6). En el cielo Él nos lleva como un brazalete en su brazo, por lo cual la esposa exclama: “Ponme como sello… sobre tu brazo” (Cantares 8:6). Él nos sella y nos graba en las palmas de sus manos: “He aquí, en las palmas de mis manos, te he grabado” (Isaías 49:16), y es como si nuestros nombres estuvieran escritos en Su carne con letras de sangre. Él nos pone como un sello sobre Su corazón, así también lo expresa la esposa: “Ponme como sello sobre tu corazón” (Cantares 8:6).
Es más, para Jesucristo los santos son tan preciados que los lleva en Sus entrañas y en Su corazón, y ahí están en el cielo, porque moran en Cristo: “En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros” (1 Juan 4:13). No sé qué más pudiera decir. Sabes que el sumo sacerdote acostumbraba a llevar los nombres de los hijos de Israel sobre sus hombros y su pecho al lugar santísimo, ¿pero se ha visto alguna vez que algún otro sumo sacerdote, aparte del “Sumo Sacerdote de nuestra fe” (Hebreos 3:1), llevara los nombres de miles y millones sobre sus hombros, en sus brazos, manos, pecho y sobre su corazón… como memorial delante del Señor? ¡Oh, amor incomparable!
Cortesía de Chapel Library