La presencia del ateísmo hoy en día es lamentable
Daniel Chamberlin
El ateísmo es una locura que reduce al hombre a la nada. Le quita significado y propósito a la vida y no nos deja más que la mera casualidad. El hombre acaba no siendo hombre en absoluto. ¡Qué triste ver cómo se entregan a la mentira mentes educadas e inteligentes! Pero no te equivoques, el diablo no es ateo. Del mismo modo, las almas que sufren en el infierno bajo el juicio de Dios ya no tienen la menor duda de Su existencia. Considera algunos puntos adicionales, no sea que te dejes engañar por la ficción del ateísmo. Nadie puede demostrar que no haya Dios. Intentarlo es absurdo. Alguien podría objetar: “Pero no puedo ver a Dios”. Si pudiéramos verle, ya no sería infinito y, por tanto, dejaría de ser Dios. No podemos ver el viento, pero no dudamos de su actividad. Seguimos sin entender gran cosa respecto a la luz, pero solo un necio cuestionaría su existencia. Todo ser viviente y toda la creación testifican en contra del ateo. Se pueden presentar, literalmente, miles de millones de argumentos para refutar su sinsentido. Dios envía providencias especiales, de vez en cuando, para que actúen como mensajeros para la conciencia del hombre con el fin de mantener viva la noción innata de Dios. En última instancia, no puede haber ateos puros. En lo profundo de su ser, todos saben que hay un Dios.
Por tanto, en un sentido, todos los pecadores son ateos, como hemos dicho antes, y, en otro sentido, ningún pecador es ateo. El presunto ateo solo desearía que no hubiera Dios e intenta vivir consecuentemente. Los hombres intentan ser ateos, porque tienen alguna culpa secreta que surge del conocimiento de su pecado. Quieren entregarse con libertad a su pecado sin ser restringidos de manera alguna por el clamor de la conciencia. Su objetivo es zafarse del yugo de la esclavitud a Dios y encontrar una nueva libertad; sin embargo, solo se convierten en esclavos del pecado. La única libertad que obtiene el ateo es la libertad de contaminarse. ¡Cuán seductor es el pecado! Si el ateo está equivocado, lo ha perdido todo. Si tiene razón, no ha logrado nada. Incluso desde la perspectiva meramente humana el ateísmo es, pues, irrazonable.
El ateísmo es deshonesto y convierte al hombre en enemigo de la felicidad de su propia alma. Los cristianos necesitan gran caridad para no despreciar a un hombre que menosprecia su propia alma. Aunque los ateos no merezcan nuestra preocupación, ¡tengámosles afecto y compadezcámonos de ellos!
Si es una necedad negar la existencia de Dios, entonces reconocerla es sabiduría.
Como Satanás atacó primero el carácter de Dios en el Jardín del Edén, ahora arremete con mayor osadía contra el ser mismo de Dios. Pero es mejor dudar de tu propia existencia que dudar de la existencia de Dios. Él es. Y es todo lo que las Escrituras dicen que Él es: Señor, Gobernador, Soberano sobre todo el universo. Este conocimiento es necesario para adorarlo como es debido. Nuestra adoración solo llegará hasta la altura del concepto que tengamos de Dios. No puedes adorar a alguien cuya existencia pones en duda. Sin este conocimiento, no podemos ordenar nuestras vidas de la forma apropiada. Caeremos en todo tipo de pecado concebible. Sin este conocimiento no podemos tener consuelo alguno en nuestra vida. Sin embargo, con Dios disfrutamos de amparo y fortaleza (Sal. 46:1). Sin Él, ¿cómo podríamos mantener nuestro sano juicio en este mundo de maldad? A pesar de ello, en la medida en que dudemos no tendremos consuelo. Sin este conocimiento no podemos tener una creencia firme en las Escrituras. ¡No hay Dios, no hay Biblia! ¡Sin Biblia no hay fundamento para nada! Por consiguiente, estudiemos a Dios en la creación, así como en las Escrituras.
Aunque lo vemos con mayor claridad en la Palabra escrita, no deberíamos descuidar las pruebas que de Él hay en la naturaleza: Él es el autor de ambas cosas. Las Escrituras nos apuntan a menudo a la naturaleza, y ninguna contradice a la otra. Asimismo, veamos a Dios en nuestras propias experiencias de Él. La experiencia es una maestra poderosa. Aunque no puedas ver Su esencia, puedes ver Su bondad en tu propia vida. ¡Es improbable que dudes de la existencia de alguien a quien conoces personalmente! La comunión personal con Dios argumenta más a favor de Su existencia que todas las pruebas externas que hay en la creación. En efecto, hay algo sobrenatural respecto al cristianismo verdadero que solo conoce el corazón renovado.
Si profesamos creer en la existencia de Dios, pero le negamos nuestra adoración, somos igual de necios que el ateo.
Aquel que profesa creer en Dios, y no lo adora, es ateo en lo que respecta a Su honor, por no decir también a Su ser. Dado que vivimos y nos movemos en Él, deberíamos vivir y movernos por y para Él. Sería razonable que nuestra facultad más noble estuviera comprometida con el objeto más excelente. Dios debe estar en todos nuestros pensamientos (Sal. 10:4). Por tanto, recuérdale siempre y piensa mucho en Él. Un Dios olvidado es como si no fuera Dios para nosotros.
Todos los derechos reservados.
Extracto de “La Existencia y los Atributos de Dios” por Daniel Chamberlin. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.