El ejemplo de la hormiga
George Lawson
La cual sin tener jefe, ni oficial ni señor, prepara en el verano su alimento, y recoge en la cosecha su sustento (Proverbios 6:7-8).
Las abejas son un pueblo muy industrioso, pero tienen una reina que las obliga a trabajar y, si muere, ya no hacen nada. La hormiga no tiene ningún jefe que le dé ejemplo, ni ningún oficial que inspeccione su trabajo, ni tampoco un señor que le exija su tarea; y, sin embargo, no deja de trabajar ni un solo día en verano, cuando los caminos están limpios y el cielo despejado; o en la cosecha, cuando puede conseguir abundante grano. Aprovecha cada oportunidad para almacenar provisiones, de modo que pueda pasar los días de frío y escasez con comodidad. ¿Y cuál es el resultado de todo su esfuerzo? En invierno disfruta de abundancia mientras otras criaturas pasan estrecheces o perecen de hambre y de frío.
Nosotros tenemos jefes que nos dan buen ejemplo. Tenemos oficiales y señores nombrados por el Rey de las naciones y el Rey de Sion. No obstante, ¡cuántos perezosos hay entre nosotros que pasan sus días en vanidad! Son como las mariposas, que desperdician los mejores días de su existencia cuando deberían ser como las hormigas, que no dejan pasar un día de verano sin aprovecharlo.
Estos animalitos conocen las estaciones y son sabios para no dejar pasar las oportunidades. Se unen a la cigüeña, a la grulla y a la golondrina para reprender a aquellos que no conocen la ordenanza del Señor (cf. Jer. 8:7) y no se cuidan de cumplir el deber de cada día a su tiempo.
Hay perezosos que se acarrean la desgracia en este mundo. Pero hay muchos más que traen la desgracia eterna sobre sus almas al dejar pasar las oportunidades que les presenta el Señor, en su paciencia, para asegurar sus intereses eternos. Ven muchos días del Hijo del hombre y disfrutan de los rayos del Sol de justicia. Con voz fuerte se les llama a levantarse y a resplandecer (cf. Is. 60:1), pero la hormiga que ellos desprecian se preocupa más por las provisiones para unos pocos meses que ellos por la duración eterna de la felicidad o la tristeza. ¡Cuánto llorarán al final y dirán: “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvados” (Jer. 8:20)!
El perezoso no despertará de su sueño para ir y aprender sabiduría, pero el sabio acude a él a interrumpir su dormitar.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.