Del Señor viene la justicia
George Lawson
Muchos buscan el favor del gobernante, pero del SEÑOR viene la justicia para el hombre (Proverbios 29:26).
Confiar en los hombres no es menos peligroso que tener temor del hombre, y hay una maldición terrible pronunciada contra aquel “que confía en el hombre y hace de la carne su fortaleza y del SEÑOR se aparta su corazón” (Jer. 17:5). Los príncipes son los ídolos de aquellos a quienes honran con su amistad; y los hombres de condición más humilde idolatran a quienes, según ellos, parece más probable que les vayan a hacer algún servicio, y a veces solicitan su bondad con más entusiasmo que el favor de Dios.
Este comportamiento procede de una incredulidad secreta respecto a la providencia de Dios. En apariencia, los hombres piensan que las cosas terrenales dependen de una serie de causas intrascendentes, sin ninguna supervisión del Altísimo. Si cuentan con el favor de los grandes, son felices en esta vida, tanto si tienen algún interés por gozar del favor de Dios como si no.
Pero deberíamos creer y recordar esta gran verdad: “del SEÑOR viene la justicia para el hombre”. Depende de su agrado soberano que seamos prósperos o que no tengamos éxito en nuestros negocios particulares; que seamos ricos o pobres; que disfrutemos del favor de los hombres o que suframos los efectos de su desagrado. Las riquezas, los honores, la amistad y el odio están bajo el control de Aquel que gobierna del mundo, y ni un solo cabello de nuestras cabezas puede caer a tierra, ni puede añadirse lo más mínimo a nuestro bienestar sin su beneplácito.
Si fuéramos conscientes de esta verdad, nos dispondríamos a reconocer a Dios en todos nuestros caminos (cf. Pr. 3:6), daríamos a conocer nuestras peticiones en todo delante de Él con fervor de espíritu (cf. Fil. 4:6), le daríamos gracias por todo lo bueno con más ardor que a aquellas personas que fueron los instrumentos que Dios empleó para manifestarnos su bondad. Sería un gran antídoto contra la trampa del temor de los hombres y contra toda confianza en la carne. Nos guardaría de sucumbir en medio de la adversidad y de hacer mal uso de la prosperidad a fin de proveer para las lujurias de la carne (cf. Ro. 13:14).
El estar convencidos de esta verdad de tal forma que queramos ser fieles a Dios es el mejor medio de asegurar el éxito de todo lo que emprendamos. Ester oró a Dios con más fervor del que empleó cuando demandó a Asuero la salvación de su nación, y los judíos siguen celebrando su triunfo hasta el día de hoy. Nehemías actuó guiado por el mismo principio cuando solicitó a su amo “[…] el lugar de los sepulcros de sus padres” (Neh. 2:3); el Señor le dio gran favor ante el rey de Persia y su fama perdurará para siempre.
Este precepto reprende a todos los que ponen en la criatura esa confianza que debemos dar al Soberano del Cielo y la Tierra, y los insta a esperar de manos de Dios todo lo que les falta, como la primera instancia adonde acudir, aunque no se debe descuidar ninguno de los medios autorizados para alcanzar nuestros deseos (cf. Jer. 17:5-8).
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.