Cristo es hombre II
Thomas Brooks
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14).
(2) En segundo lugar, los diversos títulos y características que la Biblia da a Jesús son clara evidencia de la certidumbre y realidad de su naturaleza humana.
Es llamado (1) el hijo de la virgen (Isa. 7:14); (2) su primogénito (Luc. 2:7); (3) el Renuevo (Zac. 3:8; 6:12); (4) el Renuevo de justicia (Jer. 33:15; 23:5); (5) una vara del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces (Isa. 11:1); (6) simiente de la mujer (Gén. 3:15); (7) simiente de Abraham (Gén. 22:18); (8) descendencia de David (Sal. 89:36; 132:11; Hech. 2:30); (9) linaje de David según la carne (Rom. 1:3; 2 Sam. 7:2); (10) el león de la tribu de Judá (Apoc. 5:5); (11) descendiente de Jacob (Gén. 28:14); (12) descendiente de Isaac (Gén 26:4); (13) “un niño nos es nacido, hijo nos es dado” (Isa. 9:6); (14) hijo del hombre (Mat. 8:20; 17:13; Apoc. 1:13; Dan. 7:13; Juan 3:13); (15) es llamado “Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5), “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos” (1 Cor. 15:21): la justicia de Dios no podía ser satisfecha por medio de la misma naturaleza que había pecado; (16) Hijo de Dios, venido de mujer (Gál. 4:4); (17) hombre (1 Tim 2:5); (18) hijo de David (Mat. 1:1): “¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?” (Mar. 12:35).
Ya que los escribas y fariseos sabían y reconocían que Cristo debía ser el hijo de David según las Escrituras —es decir, que nacería y sería de la línea y posteridad de David, en lo que a la carne se refiere— podemos entender la verdad de la naturaleza humana de Cristo que fue ordenada por Dios, para ser verdaderamente humano al igual que Dios en una misma persona. De otra manera, no hubiera sido hijo de David. Ahora bien, aun los escribas y fariseos sabían y reconocían que era hijo de David, como veremos a continuación. Esta era una verdad que habían aprendido de las Escrituras; y no solo ellos, sino que también todo el pueblo judío de la época de nuestro Salvador. Algunos de estos decían así: “¿No dice la Escritura que del linaje de David… ha de venir el Cristo?” (Juan 7:42). En aquel entonces, el Mesías era llamado “el hijo de David” (Rom. 1:3). Entonces, siendo Cristo de la simiente de David según la carne, es indudable que es verdaderamente hombre al igual que Dios; quien fue encarnado en el momento determinado por Dios. Esto significa que siendo el Hijo de Dios desde la eternidad, a su tiempo se hizo hombre, asumiendo nuestra naturaleza, junto con las debilidades de nuestra naturaleza pero con la única excepción de que no tenía pecado. Así es que vemos que los dieciocho nombres dados a Cristo en las Sagradas Escrituras demuestran abundantemente la veracidad de la naturaleza humana de Cristo.
(3) En tercer lugar, Cristo tomó sobre sí la totalidad de la naturaleza humana. Realmente era verdadera y completamente un hombre, compuesto de carne y espíritu, cuerpo y alma; sí, asumió toda la naturaleza humana con sus partes esenciales: alma y cuerpo. Las dos partes esenciales y que componen las partes del hombre son alma y cuerpo; donde hay estos dos, hay un hombre de verdad. Cristo tenía ambos: por lo tanto, era verdaderamente hombre.
[1] Primero, Cristo tenía un alma verdadera y racional. El alma racional es la parte más elevada y noble del hombre. Esto es lo que, principalmente, hace al hombre y tiene la mayor influencia en su ser y esencia. Por lo tanto, si Jesucristo hubiera tenido solo un cuerpo humano sin un alma humana, hubiera carecido de la parte que es la más esencial del hombre, por lo que tampoco se hubiera podido considerar como un hombre verdadero y perfecto. ¡Ay señores! Cristo no redimió ni salvó nada que él mismo no tomó para sí. La redención y salvación no abarca más allá de [la naturaleza humana] de la cual se apropió…
Las Escrituras dan clara evidencia de que Cristo tenía un alma humana verdadera: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mat. 26:28). Cada palabra es enfática: “Mi alma”: Su tristeza le partía el alma… Notemos que así como el alma es el primer elemento de la transgresión, es el alma la primera en sentir aflicción. “Hasta la muerte”: es decir, esta tristeza nunca acabará ni se interrumpirá sino hasta la muerte. “Mi alma está muy triste”, ¡lo cual significa que Cristo tenía un alma verdaderamente humana! Su deidad no le servía de alma como se imaginaban hombres de mentes corruptas5 en la antigüedad. Porque si no hubiera sufrido en el alma al igual que en el cuerpo, entonces solo nuestros cuerpos, no nuestras almas, hubieran sido redimidos por él.
Los sufrimientos de su cuerpo eran solo el cuerpo de sus sufrimientos; el alma de sus sufrimientos era los sufrimientos de su alma, que ahora sufría la peor tristeza que es concebible sufrir: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?” (Juan 12:27). La palabra griega significa una conmoción y perturbación violenta, como la que sintió Herodes cuando oyó que había nacido un rey (Mat. 2:3), o como la que sintieron las discípulos cuando creyeron ver un espíritu caminando sobre el agua y gritaron aterrorizados (Mat. 14:26); o como la del temor que le sobrecogió a Zacarías cuando se le apareció el ángel (Luc. 1:12).
La causa por la que el alma de Jesús estaba turbada era esta: la Divinidad escondiéndose del sentimiento humano, y el Padre mostrando no solo ansiedad por sus sufrimientos venideros, sino dando en ese momento una muestra del horror de su ira hacia el hombre por sus pecados. Se siente pasmado, atónito y perplejo por ello en su parte humana. ¡No nos sorprenda, dado que los pecados de todos los electos por los cuales sufría, le estaban siendo imputados6 a él! Es así que esta ira no es hacia su Persona, sino contra los pecados que estaba cargando. Aunque aquí Cristo está afligido, o confundido y desconcertado, como la palabra implica, no pensemos que había algún pecado en este sentimiento, porque era como agua limpia en una vasija limpia, la cual, aunque se revuelve o sacude, sigue limpia y clara. Tampoco pensemos que es extraño que el Hijo de Dios tuviera que pasar por esta perplejidad en este sufrimiento hasta el punto de no saber qué decir. Considerándolo como un hombre… que esta carga pesada de ira le cayó súbitamente, no sorprende que sus pensamientos humanos estuvieran perturbados.
¡Ay señores! ¡Presten atención! Así como el pecado ha infectado tanto las almas como los cuerpos de los escogidos —principalmente sus almas, donde tiene su morada primordial— así también Cristo sufrió angustias y sinsabores indecibles en su alma, al igual que las torturas en su cuerpo para expiar este pecado. “Mi alma está triste”, dice. Aunque algunos sufrimientos del cuerpo son muy intensos y dolorosos, y los de Cristo particularmente lo eran, mucho peor que cualquiera de estos son los de la mente, tal como los sintió Jesús. Pudo sufrir en silencio sus angustias exteriores, pero no pudo dejar de clamar al sufrir su angustia interior…
Cuando Jesús sufrió por nosotros, cargó con nuestros pecados (Isa. 53:5-6), así como en los sacrificios antiguos, el pecador tenía que colocar sus manos sobre la cabeza de un animal, confesando sus pecados. Después el animal era sacrificado y ofrecido en expiación (Lev. 8:14, 18, 22), cargando, por así decirlo, con aquellos pecados por los cuales el pecador era justificado.
El pecador nunca hubiera podido ser perdonado ni su culpa por el pecado quitada, sin que Cristo ofreciera su alma como una ofrenda por el pecado. ¿Qué, más que su alma, le encomendó Cristo específicamente a Dios cuando estaba dando su último suspiro? “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Luc. 23:46). Es decir: “Encomiendo mi espíritu a tu cuidado seguro, como un tesoro o una joya especial, para que lo preserves y guardes con toda ternura”. “Crecía en sabiduría y en estatura” (Luc. 2:52). Aquí habla de estatura para su cuerpo y sabiduría para su alma. Su crecimiento en lo primero indica lo cierto de su composición física mientras que lo segundo, lo cierto de su composición espiritual: no podía ser que su cuerpo creciera en sabiduría ni su alma en estatura; por lo tanto, es obvio que tenía los dos.
Hay dos componentes esenciales de una de sus naturalezas, de su naturaleza humana: cuerpo y alma. Pero estos han sido negados en el pasado. Marción le quita a Cristo su cuerpo, Apolinar7 su alma, mientras que los arrios8 afirmaban que Jesús no tenía un alma [humana], sino que la deidad en él le era alma y cumplía los oficios de esta, que lo que el alma es para nosotros y lo que hace en nuestro cuerpo, su naturaleza divina le era para él y hacía en su cuerpo…
[2] Segundo, así como Cristo tenía un alma realmente humana y racional, también tenía un cuerpo perfecto, entero, completo y todo lo que comprende un cuerpo humano.Por ejemplo: (1) Tenía sangre: “Él también participó de lo mismo” (Heb. 2:14), refiriéndose a carne y sangre. Cristo tenía sangre humana. Tiene que haber derramamiento de sangre, porque sin ello no hay remisión de pecado (Heb. 9:22). La sangre de animales no puede quitar los pecados de seres racionales (Heb. 10:4-5,10); por lo cual Cristo tomó nuestra naturaleza para tener nuestra sangre que derramaría por nuestros pecados. En la gran empresa de la salvación del hombre, existe un énfasis en Cristo como ser humano —“Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5)— el remedio conteniendo el ingrediente apropiado para la enfermedad: los sufrimientos de un hombre para expiar el pecado del hombre. (2) Tenía huesos al igual que carne: “Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Luc. 24:39). (3) Cristo, en su condición de hombre, sentía compasión (Fil 2:8), la que demostró estando en la tierra (Mat. 12:18-20).
Y la sigue teniendo en el cielo. Estando en gloria tiene empatía por los sufrimientos de su pueblo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hech. 9:4; Mat 25:35ss). Aunque Cristo en su estado glorificado está libre de ese estado de fragilidad, de capacidad de sentir o sufrir, de su mortalidad, conserva su compasión de siempre. (4) Tenía simpatía humana. Todos los evangelistas testifican ampliamente sobre la sencillez con que Cristo se relacionaba socialmente con todo tipo de personas en este mundo. El hombre es una criatura sociable y sin pretensiones. Cristo se hizo hombre a fin de ser un sumo sacerdote misericordioso (Heb. 2:17); no que el hecho de que se hiciera hombre lo hiciera más misericordioso, como si la misericordia del hombre fuera más que la de Dios, sino porque de esta manera, misericordia es demostrada al hombre de un modo más apropiado y familiar a este.
(4) Por último, nuestro Señor Jesucristo tomó sobre sí nuestras flaquezas.
Cuando Cristo estuvo en este mundo, se sometió a los accidentes, situaciones, enfermedades, sufrimientos y calamidades que le pueden suceder a los seres humanos. Para empezar, recordemos que hay tres tipos de flaquezas: (1) Hay flaquezas pecaminosas (Stg. 5:5, Sal. 77:10). Aun el mejor de los hombres no es más que, en el mejor de los casos, meramente hombre. Recordemos la incredulidad de Abraham, la caída de David, las maldiciones de Job, la rebeldía de Jonás, la incredulidad de Tomás, la mentira de Pedro, etc. Ahora bien, Jesús tomó sobre sí todas estas debilidades, porque aunque fue hecho como nosotros en todo sentido, no pecó (Heb. 4:5). (2) Hay flaquezas personales, las cuales por causas particulares padece esta o aquella persona; como ser, lepra, ceguera, mudez, parálisis, hidropesía, epilepsia, cálculos, gota y enfermedades. Cristo nunca estuvo enfermo… No tenía pecado, y por lo tanto ninguna enfermedad. Cristo no cargó con las condiciones físicas particulares de esta persona o aquella. (3) Hay flaquezas naturales que padece toda la humanidad desde la Caída, como ser, hambre, sed, cansancio, tristeza, sudor, hemorragias, heridas, muerte, sepultura. Jesucristo cargó con estas flaquezas naturales que son comunes a la naturaleza humana, tal como lo testifican abundantemente todos los evangelistas.
Nuestro querido Señor Jesús estuvo semanas y meses en el vientre de la Virgen. Recibió nutrición y crecimiento de la manera natural. Nació y fue criado tal como por lo común lo son los infantes normales. Comía comida como la nuestra para alimentar su cuerpo. Sufrió pobreza, aflicciones, reproches, persecuciones, tentaciones, traiciones, falsas acusaciones, etc. Su vida entera, desde la cuna hasta la cruz, estuvo llena de tristezas y aflicciones. Así es que vemos que Jesucristo de hecho tomó sobre sí las flaquezas que caracterizan la naturaleza del hombre, aunque no tomó sobre sí las flaquezas individuales de personas en particular. Ahora bien, ¿qué demuestran todas estas cosas, más que la certeza y realidad de la humanidad de Cristo?
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Tomado de “The Golden Key to Open Hidden Treasures” (La llave de oro para abrir tesoros escondidos) en The Works of Thomas Brooks (Las obras de Thomas Brooks), Banner of Truth Trust.
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5. apolinaristas y arrios; vea Donald Macleod, The Person of Christ (La persona de Cristo), 158-159.
6. imputación – poner a cuenta de uno.
7. Apolinar (c. 310-390) – obispo hereje de Laodicea en Asia Menor; enseñaba que la persona de Cristo tenía un cuerpo humano pero no una mente o espíritu humano: Su mente y espíritu eran de la naturaleza divina del Hijo de Dios.
8. arrios – seguidores de Arrio (c. 256-336), obispo de Alejandría que enseñaba que solo Dios el Padre era eterno y que él había creado al Hijo. Arrio también enseñaba que el Hijo era un ser celestial que había existido antes del resto de la creación y que era mucho mayor que el resto de la creación; no obstante, no era igual al Padre en todos sus atributos: era divino, pero no deidad. Los Testigos de Jehová de la actualidad son arrios.
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Thomas Brooks (1608-1680): Pastor congregacional y autor de numerosas obras; sepultado en Bunhill Fields, Londres, Inglaterra.
Publicado con permiso de Chapel Library.