Cristo es hombre I
Thomas Brooks
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14).
En relación con la humanidad de Cristo, comenzaré diciendo que así como es realmente Dios es también realmente hombre: “Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5). Cristo es realmente hombre, pero no meramente hombre. La palabra no debe ser entendida como denotando exclusividad, negando así la naturaleza divina. Cristo es theanthropos, tanto Dios como hombre, llamado a veces según una naturaleza o la otra. A veces es llamado Dios, y a veces hombre. Debido a que es realmente ambos, interesado y participando en dos naturalezas, está por ello calificado como un mediador entre Dios y los hombres…
Ahora bien, en cuanto a la humanidad de Cristo, el profeta dice claramente: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado” (Isa. 9:6). Un “niño”, eso indica su humanidad. Un “hijo”, eso indica su deidad. Un niño, un hombre de la sustancia de su madre, nacido en el mundo (Mat. 1:25). Un Hijo, Dios de la sustancia de su Padre, engendrado antes de que existiera el mundo… Un niño, contemplemos su humildad: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre” (Luc. 2:7). Un Hijo, contemplemos su dignidad: “Cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios” (Heb. 1:6). Para dar prueba de que era hombre, es suficiente decir que nació, vivió y murió. Dios se hizo hombre por una unión extraordinaria, magnífica, inexpresable… Cristo, como hombre, fue descendiente de reyes (Mat. 1:1-16); como hombre, juzgará al mundo (Hech. 17:31). Como hombre, nació maravillosamente de una virgen (Mat. 1:23; Isa. 7:14)… El apóstol subraya el hecho cuando dice que Cristo fue “nacido de mujer”, no de un hombre y una mujer, sino de una mujer sola sin un hombre (Gál. 4:4).
Cristo como hombre fue predicho por los profetas y por diversas personas. Cristo, como hombre, fue atendido en su nacimiento por ángeles santos, y para él fue creada una estrella excepcional (Luc 2:13-14; Mat. 2:1-2). Cristo, como hombre, fue nuestro sacrificio y expiación1; fue el pago de nuestro rescate, que nosotros nunca podríamos haber pagado, sino que nos hubiéramos quedado en la prisión del infierno pudriéndonos para siempre. Cristo, como hombre, fue concebido por el Espíritu Santo (Mat. 1:18). Cristo, como hombre, ascendió al cielo (Hech. 1:9-10). Cristo, como hombre, está sentado a la diestra de Dios (Col. 3:1). ¿Qué indican todas estas cosas, sino que Jesucristo es un humano de valor inestimable y muy excelente? Cristo tenía los verdaderos sentimientos y acciones y características del hombre. Fue concebido, nació y fue circuncidado. Sentía hambre y sed; vestía ropa; comía bebía, dormía, oía, veía, tocaba, hablaba, suspiraba, gemía, lloraba y crecía en sabiduría y estatura, etc., como los cuatro autores de los Evangelios testifican abundantemente. Porque este es un punto de gran importancia, especialmente en esta época cuando están apareciendo entre nosotros tantos engañadores, sería conveniente considerar los siguientes detalles:
(1) Primero, acerca de estos pasajes bíblicos que hablan de lo innegable y la autenticidad del cuerpo de Cristo: “Y aquel Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14).
“Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Tim. 3:16). Cristo es el mismo, concebido por el Padre sin tiempo—el Hijo de Dios sin madre; y nacido de una virgen en el tiempo— el Hijo del hombre sin padre, el Hijo de ambos, natural y consustancial2.
¡Oh! ¡Qué gran misterio es este! “Por tanto, puesto que los hijos han participado de carne y sangre, de igual manera él participó también de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio de la muerte (este es el diablo)…, porque ciertamente él no tomó para sí a los ángeles sino a la descendencia de Abraham” (Heb. 2:14, 16, Biblia de Estudio Mundo Hispano)… ¡Oh señores! Esta es la columna principal de nuestro consuelo: ¡Jesús tomó para sí nuestra carne! Si no lo hubiera hecho, nunca hubiéramos podido ser salvos por él. “Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne” (Rom. 1:3). “De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Rom. 9:5). ¡Este es un honor más grande para toda la humanidad que si el rey más poderoso del mundo se hubiera casado con una humilde plebeya de entre sus súbditos!
Cristo dice: “Porque mi carne es verdadera comida” (Juan 6:55), y yo digo que su carne ciertamente era carne: carne de verdad, real, propiamente dicho, tan carne como la nuestra. “En su cuerpo de carne, por medio de la muerte” (Col. 1:22). “Por lo cual, entrando en el mundo dice: sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo” (Heb. 10:5)…
Dios hizo el cuerpo de su Hijo para que estuviera unido con la deidad y para ser un sacrificio expiatorio del pecado: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Ped. 2:24)… Cristo no tenía a nadie que le ayudara o sostuviera bajo la carga pesada de nuestros pecados y la ira de su Padre… Él, que en su cuerpo cargó nuestros pecados sobre el madero, es decir el castigo que merecíamos por nuestros pecados, se hizo carne, carne que era exactamente igual a la nuestra. Su cuerpo tenía los mismos órganos, miembros, características y la misma proporción que el nuestro. El cuerpo de Cristo no era un espectro, ni un fantasma ni tenía un aparente cuerpo, como si no existiera sino que era una aparición o un producto de la imaginación — lo cual afirmaban los seguidores de Marción3, los de Mani4 y otros herejes de la antigüedad, y que algunos hombres con mentes corruptas afirman en la actualidad— sino que era un cuerpo tan real y tan sólido como cualquier cuerpo humano. Por lo tanto, el apóstol lo llama cuerpo de carne (Col. 1:22) —un “cuerpo” para mostrar su organización y un “cuerpo de carne” para mostrar su realidad en oposición a todos los cuerpos etéreos e imaginarios. El cuerpo de Cristo contaba con todas las propiedades esenciales de un verdadero cuerpo… como todos los autores de los Evangelios testifican abundantemente… “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Luc. 24:39). Cristo les recalca aquí el testimonio de los propios sentidos de ellos para que comprendan que lo que ahora veían no era una visión ni un espíritu, sino un cuerpo verdadero y real que se había levantado de entre los muertos… Esto da prueba de que Cristo era un hombre real, tal como el hecho de que existía desde el principio da prueba de su deidad.
Cristo también tenía los sentimientos, pasiones y condiciones que son naturales al cuerpo humano, como por ejemplo hambre: “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mat. 4:2)…Cristo no tuvo hambre durante todos los cuarenta días, pero después tuvo hambre para mostrar que era un hombre… Y tal como Cristo tenía hambre, Cristo tenía sed: “Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber” (Juan 4:7). Aquí vemos que él, que era rico, se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser ricos (2 Cor. 8:9). Él, que da a todas las criaturas “su comida a su tiempo” (Sal. 104:27) le pide agua a una pobre mujer con un jarro para refrescarse de su cansancio y calmar su sed. Jesús dijo: “Tengo sed” (Juan 19:28); sangrar da sed. Dormía: “Él dormía” (Mat. 8:24), para demostrar lo cierto de su naturaleza humana y la debilidad de la fe de sus discípulos… Sí, aunque Cristo, en su naturaleza humana dormía, su deidad permanecía despierta de modo que sus discípulos, estando en peligro, pudieron clamar a él con más fervor y ser salvos de un modo extraordinario. Y así como Jesús dormía, también se cansaba: “Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta” (Juan 4:6), o sea alrededor del mediodía. Por el calor del día, Cristo estaba cansado… dice el pasaje que, cansado después de caminar toda la mañana, “se sentó junto al pozo”… En resumen, fue concebido, estuvo su tiempo en el vientre de la virgen, nació, fue circuncidado, vivió unos treinta años sobre la tierra, todo ese tiempo anduvo entre la gente, sufrió, murió y fue crucificado, sepultado, resucitó, ascendió y se sentó corporalmente a la diestra deDios; y corporalmente volverá para juzgar al mundo. Ahora bien, ¿qué indican todas estas cosas más que el hecho que Cristo tiene un cuerpo verdadero? ¿Quién con un poco de inteligencia podría afirmar que todo esto podría suceder con un cuerpo imaginario?
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Tomado de “The Golden Key to Open Hidden Treasures” (La llave de oro para abrir tesoros escondidos) en The Works of Thomas Brooks (Las obras de Thomas Brooks), Banner of Truth Trust
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1. expiación – quitar o cubrir la culpa del pecado.
2. consustancial – de la misma esencia.
3. Marción – Marción de Sínope (c. 85-160), hereje del siglo II, quien rechazó el AT y produjo su
propio NT, el cual incluía un Evangelio de Lucas abreviado y diez epístolas de Pablo, creía y
enseñaba que Jesús no había nacido sino que sencillamente había aparecido.
4. Mani – filósofo iraní del siglo III (216-c. 277), fundador de una forma compleja de gnosticismo
que enseñaba que Cristo era un profeta, pero no el Hijo encarnado de Dios.
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Thomas Brooks (1608-1680): Pastor congregacional y autor de numerosas obras; sepultado en Bunhill Fields, Londres, Inglaterra.
Publicado con permiso de Chapel Library.