El resultado definitivo
A.W. Pink
Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro (Job 23:10).
“Saldré como oro”. Notemos el tiempo del verbo. Job no creía que ya era oro puro. “Saldré como oro”, declaró. Sabía muy bien que todavía había en él mucha escoria. No afirmaba ser ya perfecto. De ninguna manera. En el último capítulo de su libro, dice: “Me aborrezco” (42:6). Y bien podía, y bien podemos sentirnos así nosotros. A medida que descubrimos que en nuestra carne “no hay nada bueno”, cuando nos examinamos a nosotros mismos y examinamos nuestros caminos a la luz de la Palabra de Dios y contemplamos nuestros innumerables fracasos, cuando pensamos en nuestros innumerables pecados, tanto de omisión como de comisión, tenemos buenas razones para aborrecernos. ¡Ah, lector cristiano, hay mucha escoria en nosotros! Pero no siempre será así.
“Saldré como oro”. Job no dijo: “Cuando sea probado quizá saldré como oro” ni “Espero salir como oro”, sino que con plena confianza y positiva seguridad declaró: “Saldré como oro”. Pero, ¿cómo lo sabía? ¿Cómo podemos nosotros estar seguros de este feliz resultado? Lo sabemos porque el propósito divino no puede fracasar. Aquel que comenzó su obra en nosotros “la perfeccionará” (Fil. 1:6). ¿Cómo podemos estar seguros de este resultado feliz? Porque la promesa bíblica es segura: “Jehová cumplirá su propósito en mí” (Sal. 138:8). Entonces ¡cobre aliento, usted que pasa por pruebas y aflicciones! El proceso puede ser desagradable y doloroso, pero el resultado es encantador y seguro.
“Saldré como oro”. Esto lo dijo aquel que tuvo aflicciones y sufrimientos como pocos entre los hijos de los hombres han tenido. Hagamos nuestras, entonces, estas palabras triunfales. “Saldré como oro” no es la expresión de jactancia carnal, sino la seguridad de aquel cuyos pensamientos permanecían en Dios. No habrá nada que sea por nuestros propios méritos, sino que la gloria será toda del divino Refinador (Stg. 1:12).
Para el presente quedan dos cosas: primero, el amor es el termómetro divino mientras estamos en el crisol de la prueba: “Y se sentará [la paciencia de la gracia divina] para afinar y limpiar la plata… (Mal. 3:3). Segundo, el Señor mismo está con nosotros en este horno de fuego, tal como lo estuvo con los tres jóvenes hebreos (Dn. 3:25). Para el futuro, esto es seguro: lo más maravilloso del cielo no será la calle de oro ni las arpas de oro, sino las almas de oro que han sido estampadas con la imagen de Dios: ¡predestinados a ser “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Ro. 8:29)! ¡Alabado sea Dios por esta perspectiva gloriosa, por un resultado tan glorioso, por una meta tan maravillosa!
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A.W. Pink (1886-1952): Pastor, maestro itinerant de la Biblia, autor de Studies in the Scriptures (Estudios en las Escrituras) y muchos libros; nacido en Nottingham, Inglaterra, emegró a los Estados Unidos y luego volvió a su tierra en 1934.
Publicado con permiso de Chapel Library.