Cobren aliento, mis queridos amigos II
Charles H. Spurgeon
Puso también a los sacerdotes en sus oficios, y los confirmó en el ministerio de la casa de Jehová (2 Crónicas 35:2).
II. A los que creen que han sido descartados.
“Querido señor”, puede decir alguno, “necesito que me aliente. Antes era útil. Por lo menos, me contaba como uno de un grupo de hermanos que trabajaban unidos con mucho entusiasmo, pero ahora que me he mudado, soy un desconocido en el vecindario donde vivo, y me siento descartado. No he hecho últimamente nada y esto me inquieta. Ojalá pudiera volver a trabajar”. Mi querido hermano, espero que lo haga. No pierda ni cinco minutos en decidirse. Estos tiempos necesitan tanto esfuerzo cristiano que, cuando alguno me pregunta: “¿Cómo puedo trabajar para Cristo?”, acostumbro a decir: “Vaya y hágalo”. “Pero, ¿cuál es la manera de hacerlo?”. Comience inmediatamente. Ponga manos a la obra, mi hermano. No se siente ni un minuto. Por otro lado, supongamos que se ve obligado a dejar de trabajar por un tiempo; no permita que decline su interés por la causa de su Señor y Maestro. Algunos de los mejores obreros de Dios, alguna vez han tenido que tomarse un respiro por un tiempo. Moisés estuvo cuarenta años en el desierto sin hacer nada. Alguien más grande que él, nuestro bendito Salvador mismo, estuvo treinta años, no diré sin hacer nada, pero de hecho, sin hacer ninguna obra pública. Cuando se encuentra usted retirado o inactivo, aproveche para ir preparándose para el momento cuando Dios lo vuelve a activar. Si se encuentra marginado, no se quede allí, en cambio, ore al Señor pidiéndole que le dé entusiasmo para que cuando lo vuelva a usar, esté bien preparado para la obra que él tiene para que usted realice.
Mientras está inactivo, quiero que haga esto: Ore por otros que están activos. Ayúdelos. Anímelos. No se ponga de mal humor con resentimientos y menospreciando las obras de otros. Hay quienes, cuando no pueden hacer nada ellos mismos, no les gusta que nadie más sea diligente y trabajador. Diga en cambio: “Yo no puedo ayudar, pero nunca seré piedra de tropiezo, alentaré a mis hermanos”.
Pase su tiempo en oración a fin de estar capacitado para ser usado por el Maestro y, mientras tanto, comience ya a ayudar a otros. Se cuenta que cuando Gibraltar fue sitiada y la flota lo rodeó y decidió marchar sobre el peñón, el gobernador disparó un proyectil hirviente a los atacantes. A los enemigos no les gustó para nada el caluroso recibimiento del gobernador. Piense en cómo pudo hacerlo. Allí estaban los soldados de artillería disparando desde las murallas y, a cada uno de ellos, le hubiera gustado hacer lo mismo. ¿Qué hicieron los que no estaban a cargo de disparar? Pues, preparaban el proyectil, y eso es lo que tiene que hacer usted. Aquí, soy yo, por lo general, el principal artillero, prepárenme el proyectil, por favor. Mantengan el fuego encendido para que cuando dispare un sermón pueda estar al rojo vivo gracias a sus oraciones. Cuando ve a sus amigos… en el medio de la calle trabajando para Dios, si no puede usted sumarse a ellos, diga: “No importa; les voy a tener listo el proyectil. Aunque no puedo colaborar de ninguna otra manera, no faltarán mis oraciones”. Éste es el consejo para usted mientras se ve obligado a permanecer inactivo. Ahora quiero dirigirme a otros que están muy desalentados. Son…
III. Aquellos que tienen pocos talentos.
“¡Oh”, dicen, “cómo quisiera servir a Jesucristo como Pablo o como Whitefield7, que pudiera recorrer todo el país proclamando su nombre y ganando a miles para el Señor! Pero soy lerdo para hablar y de pocas ideas, y lo que intento produce poco o ningún efecto”. Bueno, hermano, asegúrese de hacer lo que puede. ¿Recuerda la parábola de los hombres a quienes les confiaron talentos? No quiero enfatizar demasiado el hecho de que fue el hombre con un solo talento el que lo enterró. Pero, ¿por qué es él, el que es presentado como el que lo hizo? No creo que haya sido porque los hombres con dos y cinco talentos nunca enterraron los suyos, sino que la tentación es más fuerte para la gente que tiene sólo un talento. Dicen “¿Qué puedo hacer? No sirvo para nada. Tendrán que excusarme”. Esa es la tentación.
Hermano, no caiga en esa trampa. Si el Señor le ha dado sólo un talento8, él no espera que gane tantos intereses como el que tiene cinco; pero, igual, sí espera que le rinda interés. Por lo tanto, no entierre su talento. No es sino con la fuerza que nos es dada que cualquiera de nosotros puede servirle. No tenemos nada para consagrarle, sino el don que primero recibimos de él. Usted es débil. Siente que lo es. ¿Pero qué le dice su Dios? “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). El Señor puede hacerlo útil, aunque no tenga cualidades extraordinarias. ¡Una bala puede dar muy buen resultado, aunque no puede compararse con una granada o una bomba!
El pecador puede ser llevado a Cristo por la sinceridad sencilla de un campesino o un artesano sin tener que recurrir a la elocuencia de un erudito o de un predicador. Dios puede bendecirle mucho más de lo que usted cree que es su capacidad, porque no es cuestión de su habilidad, sino de la ayuda divina. Me dice usted que no tiene confianza en sí mismo. Entonces le ruego que se refugie en Dios porque es evidente que necesita más de su ayuda. Ponga manos a la obra, la ayuda es suya si la quiere. Él fortalece al cansado. “Los muchachos se fatigan y se cansan… pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Is. 40:30-31). De hecho, creo que es posible que sea usted más provechoso que si tuviera cinco talentos porque ahora orará usted más y dependerá más de Dios de lo que lo habría hecho si hubiera tenido fuerza en sí mismo.
Una palabra más. Dado que no está dotado usted de muchos talentos, cuide los que tiene. ¿Sabe cómo los comerciantes y vendedores que tienen poco capital se arreglan para competir con los que cuentan con más medios? Procuran reponer su dinero cada día. El vendedor ambulante no puede venderles a los caballeros que le pagarían en tres meses. Él no. A él tienen que pagarle en el acto para poder comprar más mercadería a la mañana siguiente y volver a hacer lo mismo; de otra manera, no podría ganarse la vida con un capital tan reducido. Si tiene usted sólo una moneda, hágala circular y obtendrá más ganancia que otro que se guarda su billete. La actividad, a menudo, compensa la falta de habilidad. Si usted no puede obtener fuerza por el peso del balón, obténgalo por la velocidad con que surca por el aire. El hombre con un solo talento que arde de pasión es una gran molestia para el diablo y un campeón para Cristo. En cuanto a ese gran erudito con cinco talentos que actúa con tanto desgano, Satanás siempre lo puede aventajar y ganar el día. Si usted, simplemente, puede hacer circular continuamente su talento en el nombre de Dios, logrará grandes maravillas. Por lo tanto, lo animo a trabajar para el Señor. Ahora quiero dirigirme a otro grupo…
IV. A los obreros que están pasando por grandes dificultades.
He vivido días cuando las perplejidades me gustaban, los dilemas me encantaban y, en lugar de rechazar una tarea difícil, la cumplía con placer. Aun ahora, me gusta tratar de resolver un problema e intentar hacer lo que otros rechazan. Nada que valga la pena en este mundo puede lograrse sin dificultad. Los diamantes más grandes se encuentran bajo rocas pesadas que los perezosos no pueden quitar. Casi no vale la pena hacer las cosas fáciles. Frente a las dificultades, el hombre de espíritu apasionado y perseverante, cobra ánimo, agudiza su mente y se vale de toda su capacidad para lograr un objeto que recompense sus esfuerzos. ¿Tiene usted muchas dificultades, querido amigo? No es el primer obrero de Dios a quien le ha tocado enfrentar dificultades. Pensemos nuevamente en Moisés. Su misión era sacar a Israel de Egipto, pero hacerlo no era tan simple. Tenía que presentarse ante el Faraón y comunicarle el mandato de Dios.
Faraón no le hizo caso cuando le dijo: “Deja ir a mi pueblo” (Éx. 5:1). El orgulloso monarca se sorprendió en gran manera al oír que alguien, especialmente un hebreo, le hablara de ese modo, y lo echó de su presencia. Pero él volvió diciendo: “Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo” (Éx. 8:1) y, ni así, su valentía se vio coronada con un éxito inmediato. Los egipcios sufrieron una plaga tras otra hasta que al fin se quebrantó el corazón del orgulloso Faraón, los israelitas fueron librados de la mano del que los aborrecía y Egipto se alegró cuando partieron. No obstante, éste no era más que el comienzo de la misión de Moisés. La suya fue una vida difícil: El hombre más humilde, pero el más provocado. Hasta haber llegado al monte Nebo donde su Señor despidió su alma, nunca dejó de sufrir dificultades.
Ningún bien, afirmo, especialmente ningún bien realizado para Dios, está exento de dificultades y no es resistido por el adversario. Fíjese en Nehemías, Esdras, Zorobabel y aquellos que reedificaron la ciudad de Jerusalén. Estos buenos hombres trabajaron con dedicación, pero Sanbalat y Tobías se burlaban y reían de ellos, y trataban de derrumbar el muro. Si alguien edifica una ciudad sin dificultad, puede estar seguro de que no será Jerusalén. En cuanto empezamos a trabajar para Dios, nos topamos con un gran poder que obra contra nosotros. Si encontramos oposición, considerémoslo como una buena señal. Cuando nuestros jóvenes van a algún pueblo para predicar y quiero saber cómo les va, después de escuchar sus historias, pregunto: “¿Te ha calumniado alguien ya? ¿Dicen los periódicos que eres un tonto?”. Si me contestan que no, deduzco que poco están haciendo.
Cuando la causa de Cristo prospera, el mundo reprende al ganador de almas. Si perjudica usted al reino del diablo, éste le atacará. Si su senda es llana, es porque él dice: “No hay nada que me perjudique en las palabras monótonas de ese hombre. No necesito lanzarle la flecha llameante de la calumnia. Es insignificante. Lo dejaré tranquilo”. El hombre así, por lo general, se pasa la vida muy cómodo. La gente dice: “Es un hombre callado y tranquilo”. No queremos soldados como él en el ejército de Cristo. “¡Qué persona tan molesta!”, dijo cierta vez un rey acerca de un oficial cuya espada golpeteaba el piso. “Esa espada de él no le puede hacer mal a nadie”.
“Su Majestad”, contestó el oficial, “eso es exactamente lo que sus enemigos creen”.
Cuando los impíos dicen que molestamos, no nos importe que no nos quieran. Si los enemigos del rey creen que somos alborotadores, tomémoslo como un gran elogio. Cuando usted, mi querido hermano, se encuentra con oposición, responda con oración. Tenga más fe. Los antagonistas nunca debieran impedirle marchar adelante en la causa de Cristo. El diamante sólo con diamante se corta. No hay nada en este mundo que sea tan duro que no se pueda cortar con algo más duro. Si le pide a Dios que le arme el alma de valor hasta lograr la conquista y que haga que su determinación sea firme como una roca diamantina, podrá abrirse paso por una montaña de duro diamante en el servicio de su Señor y Maestro.
Quiero ahora animarlo a que sea valiente ante los que lo atacan. Las fuerzas que se han juntado en su contra pueden ser piedra de tropiezo para los necios, pero resultarán ser un estímulo para los fieles. Un día, su honor será mayor y su recompensa superior por estos elementos adversos. Por lo tanto, sea valiente y no tema, marche adelante con el poder de Dios.
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Charles H. Spurgeon (1834-1892): Influyente pastor bautista en Inglaterra. El predicador más leído de la historia (excepto los que se encuentran en las Escrituras). En la actualidad, hay en circulación, más material escrito por Spurgeon que de cualquier otro autor cristiano, vivo o muerto. Nacido en Kelvedon, Essex.
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7. George Whitefield (1714-1770) – Reconocido predicador inglés durante el Gran Despertar.
8. Talento – En la época del Nuevo Testamento, una unidad de dinero (aunque no necesariamente una moneda).
Tomado de un sermón predicado en el Tabernáculo Metropolitano, Newington, reimpreso por Pilgrim Publications.
Publicado con permiso de Chapel Library.