No te asocies con el hombre iracundo
George Lawson
No te asocies con el hombre iracundo; ni andes con el hombre violento, no sea que aprendas sus maneras, y tiendas lazo para tu vida (Proverbios 22:24-25).
La amistad es el bálsamo de la vida cuando se inicia con discreción, pero es una plaga y un cepo cuando es fruto de la irreflexión. Nuestro maestro divino desea que seamos dichosos tanto en este mundo como en el venidero, y extiende sus instrucciones a todo lo que está relacionado con nuestra felicidad. Nos prohíbe que nos asociemos con cualquier mala persona, y aquí nos advierte en particular contra la amistad del hombre iracundo. No debemos siquiera acompañar a los hombres iracundos, ni dar un paseo con ellos si podemos evitarlo. ¿Pero dónde está el mal de asociarnos con hombres que tengan este temperamento?
¿Hay algún peligro en aprender las maneras del hombre que se hace tan desagradable con los demás? Sin duda que lo hay, especialmente si le amamos. Si aún no somos como nuestros amigos, no tardaremos en serlo. La conversación tiene enorme influencia en nuestras maneras y “[…] las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33). Cuando vemos que las personas que amamos tienen malos hábitos, estos empiezan a no horrorizarnos tanto y, sin darnos cuenta, acabamos practicándolos.
Pero si nos hacemos amigos y compañeros de los hombres iracundos, corremos el grave peligro de parecernos a ellos en otro aspecto. Aunque seamos de buen carácter, en muchas ocasiones su comportamiento irrazonable logrará inflamar nuestro enojo, y pasaremos poco a poco de tener arranques de ira ocasionales a contraer el hábito persistente de dejarnos arrastrar por la furia a la menor contrariedad; porque los hábitos se suelen formar por repetición, y con el tiempo acaban convirtiéndose en una costumbre.
De esta manera, corremos el peligro de quedar atrapados en pecados de consecuencias fatales para nuestras almas porque, aunque la ira no siempre es pecado, sin embargo estar bajo el dominio de nuestras pasiones imperiosas es muy pecaminoso y arriesgado.
Nuestra vida misma puede verse en peligro si andamos con hombres violentos. Cuando Caín caminaba con Abel por el campo, la furia venció a la razón y a su afecto natural, y mató a su hermano. En el mundo ha habido muchos como Caín, que han herido o asesinado a sus amigos por culpa de los impulsos del furor. Pero, aunque escapáramos de este peligro, con todo, por contraer el hábito de enfadarnos, nuestras lenguas acabarían rebelándose contra la razón y acarrearíamos la desgracia sobre nuestras cabezas.
Ten presente este proverbio, tú que das rienda suelta a tu ira. Quizá creas que tienes buenas cualidades para compensar este defecto, pero estás muy equivocado. El objetivo de esta enseñanza es precisamente este: que ninguna buena cualidad nos induzca a asociarnos con el hombre iracundo. Se da por sentado que el iracundo puede tener algunas cualidades que atraigan el cariño de los demás, siempre que no tengan en cuenta su desgraciado temperamento, porque de lo contrario nadie se atrevería a intimar con el violento. Pero Salomón afirma claramente que, cuando estas cualidades van unidas a un carácter de este tipo, las personas pierden el derecho a nuestra amistad. ¿No te das cuenta, entonces, de que tu miserable temperamento ensombrece todo aquello que pudiera embellecerte y que solo eres apto para vivir en el desierto, donde no puedas inquietar a nadie más que a tu persona? Dios mismo está tan disgustado con tu comportamiento que no consiente que ninguno de los que reciben sus consejos intime contigo o permanezca en tu compañía. Corre, pues, a su misericordia para pedir su perdón e implorarle que emplee su poder para dominar tus pasiones ingobernables. Graba en tu alma el ejemplo de nuestro manso Redentor, y vigila tu espíritu para que no vuelvas a perturbar la paz de la sociedad y merezcas que se te envíe a morar con las fieras del desierto.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos. Este libro está disponible en Cristianismo Histórico.