El nombre del SEÑOR es torre fuerte
George Lawson
El nombre del SENOR es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo (Proverbios 18:10).
Las naciones solían dotarse de fortificaciones y armas para su defensa, aun en tiempo de paz; y si son tan imprudentes como para descuidar estas precauciones, corren el peligro inminente de que el enemigo las destruya en cuanto efectúe un ataque. De igual manera, sabiendo que la vida está expuesta a las incursiones de la calamidad y que estamos rodeados de legiones de enemigos invisibles, es de sabios estar provistos de una defensa segura para poder estar a salvo en el día de guerra y de batalla (cf. Job 38:23).
Ninguna criatura celestial o terrenal puede defendernos contra las agresiones de la desgracia, o contra los ataques más peligrosos de los adversarios invisibles, ni contamos en nosotros mismos con ningún poder ni ninguna sabiduría para procurarnos seguridad. Nuestro refugio está solamente en el nombre del Señor, ese Dios con quien está la fortaleza de los siglos (cf. Is. 26:4) y la suficiencia absoluta, y que se revela a través de su bendito Hijo nuestro Salvador como el refugio de los hombres caídos. En ese gran nombre podemos hallar protección contra las angustias de la vida presente, contra la tiranía del pecado, contra la ira eterna, las tentaciones del diablo, los terrores de la muerte, contra todo mal y contra todo temor. En el día de la angustia, David frecuentaba las cuevas de En-gadi y las montañas de las cabras monteses (cf. 1 S. 24:2); pero en su historia y en muchos de sus salmos vemos que aquellos escondrijos no le bastaban para protegerse, y que su confianza estaba siempre puesta en Dios mismo como su “torre de salvación” (2 S. 22:51). En él confió, y fue ayudado; por lo que se gozó su corazón y le alabó con su lengua (cf. Sal. 28:7).
Pero Dios no fue la confianza solamente de David; siempre ha sido la morada de la generación de los justos (cf. Sal. 14:5). En el día de la calamidad y el peligro, corren a través de la fe y la oración a su alto refugio (cf. Sal. 18:2) y no se quedan desamparados cuando los peligros inesperados se disponen a abrumarlos, porque por mucho que los enemigos se les acerquen para angustiarles, Dios siempre está más cerca para protegerles. Él sigue presente y es “[…] nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46:1).
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.