El alma del perezoso desea, pero nada consigue
El alma del perezoso desea, pero nada consigue, mas el alma de los diligentes queda satisfecha (Proverbios 13:4).
La pereza tiene una doble tendencia a hacer desgraciados a los hombres, porque aporta a la mente abundantes oportunidades para formar deseos desproporcionados y, al mismo tiempo, se niega a suministrarle los medios necesarios para satisfacerlos. Cuando los hombres se permiten estar ociosos, los deseos de sus mentes no se quedan inactivos, sino que van en aumento y se convierten en anhelos desorbitados que ni siquiera la diligencia más eficaz es capaz de saciar. “Mas el alma de los diligentes queda satisfecha”. Gozan de felicidad interior porque sus deseos están confinados dentro de los límites de lo razonable, y el éxito de su trabajo es suficiente para satisfacerlos.
Del mismo modo, la pereza espiritual va acompañada de la pobreza. No hay hombre que no escogería gozar de dicha eterna, pero el perezoso no está dispuesto a esforzarse por entrar por la puerta estrecha y andar por la senda angosta (cf. Mt. 7:13-14; Lc. 13:24). Tiene una gran objeción contra el Cielo: que no es posible asegurárselo mientras está sumido en su sueño matutino. Pero el alma del cristiano diligente prospera, porque va añadiendo “[…] gracia sobre gracia” (Jn. 1:16) y no está ocioso ni estéril (cf. 2 P. 1:8). Su vida es fructífera, sus virtudes, vivas; sus consuelos, agradables; su utilidad, enorme; y se le ha concedido ampliamente la entrada al reino eterno (cf. 2 P. 1:11).
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.