La verdadera grandeza cristiana
Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve (Lucas 22:24-26).
Observemos en este pasaje, el impresionante relato que ofrece nuestro Señor de la verdadera grandeza cristiana. Les dice a sus discípulos que el mundo mide la grandeza según el ejercicio de señorío y autoridad. “Mas no así vosotros—dice—, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve”. Y entonces refuerza este principio por el tremendo hecho de su propio ejemplo. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve”.
La utilidad en el mundo y en la Iglesia, una disposición humilde a hacer algo y a poner nuestras manos en cualquier buena obra, un deseo alegre de servir en cualquier puesto, por humilde que sea, y a desempeñar cualquier labor por desagradable que sea si con ello promovemos la felicidad y santidad en la Tierra, estas son las verdaderas pruebas de la grandeza cristiana. El héroe en el Ejército de Cristo no es aquel que tiene rango, título, dignidad, carros y hombres a caballo y cincuenta hombres delante. Es aquel que no mira por lo suyo sino por lo de los demás. Es aquel que es amable y bondadoso con todos, que piensa en todos, con una mano dispuesta a ayudar a todos y un corazón para todos. Es aquel que invierte y se invierte en reducir la maldad y la tristeza del mundo, en vendar al de corazón quebrantado, en amparar a los que no tienen amigos, en consolar a los que sufren, en proporcionar luz a los ignorantes y en levantar a los pobres. Este es el verdadero gran hombre a los ojos de Dios. El mundo puede ridiculizar su trabajo y negar la sinceridad de sus motivaciones. Pero, mientras el mundo se burla, Dios se complace. Este es el hombre que camina más cerca de los pasos de Cristo.
Persigamos este tipo de grandeza si deseamos demostrar que somos siervos de Cristo. No nos conformemos con tener un claro conocimiento, profesar con nuestros labios, comprender mejor la controversia y contender fervientemente por los intereses de nuestro grupo. Asegurémonos de ministrar a las necesidades de un mundo cargado por el pecado y de hacer el bien a cuerpos y almas.
El contenido de este artículo es de Meditaciones sobre los evangelios, Lucas 11-24 por J.C. Ryle © Editorial Peregrino, 2004. Usado con permiso de Editorial Peregrino.
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Si el mejor modo de entender la fe cristiana es leer los Evangelios, se deduce que los libros que siguen a estos por orden de importancia habrán de ser aquellos que ayudan a entender mejor esos Evangelios.
Al advertir esta necesidad en su propia congregación, J. C. Ryle escribió sus Meditaciones sobre los Evangelios, que se han extendido por todo el mundo durante más de un siglo sin que haya disminuido su popularidad ni su utilidad.
Las palabras claras y directas de Ryle son también un gran estímulo para la lectura de la Biblia. Si bien su objetivo principal es ayudar al lector a conocer a Cristo, tiene además otra idea en la mente: escribe de tal manera que su comentario a Lucas pueda leerse en voz alta para otros. Al contrario de lo que sucede con muchos autores, su obra es igual de buena escuchada que leída. Hay muchos otros comentarios a los Evangelios más extensos, pero ninguno resulta tan fascinante de escuchar, ya sea en familia, en grupos o a través de la radio, como los de J. C. Ryle.