La guerra contra el orgullo
Los puritanos nos exhortan a amar la humildad, porque Dios es Señor. ¿Queremos acercarnos al Rey y recibir su favor? Henry Smith proclamó que el Rey había declarado que el orgullo y todos los amigos de este son Sus enemigos, pero quienes se visten de humildad pueden acercarse valientemente a él. Y es que el hombre orgulloso “se pone contra Dios… se hace igual a Dios, porque todo lo hace sin Dios, y no ansía ninguna ayuda de él; se exalta por encima de Dios, porque quiere tener su propia voluntad, aunque sea contraria a la de Dios”.1 ¡Qué feo es el orgullo! Instan a atesorar humildad si amamos a Cristo. Andrew Gran escribió que Cristo no se ofreció nunca tanto como modelo para nosotros como en esto, en que Él era humilde (Mt 11.29; Jn 13.12-14).2 La humildad es la belleza de Jesucristo, el siervo del Señor.
Nos advierten de lo sutil que puede ser el orgullo. Nos hacemos tan egoístas sobre las cosas más pequeñas. Smith dijo: “El hombre se enorgullece de una pluma”.3 El orgullo espiritual es especialmente tramposo. Puede construirse un trono para sí mismo en el escalón más bajo de la humildad. Gray dice: “Es difícil ser humilde en nuestra humildad”.4 El orgullo puede hacer un mal uso de nuestras experiencias culminantes de la gloria de Dios y distorsionarlas hasta convertirlas en ocasiones para la autoexaltación (2 Co 12:7).5 ¡Debemos velar y orar!
Los puritanos nos dicen que recibamos con humildad las aflicciones que proceden de la mano de Dios, aun cuando estas revelen el pecado dentro de nosotros. Gray afirmó: “Un cristiano no conoce nunca mejor la fuerza de sus deseos que cuando está bajo las aflicciones”.6 Pero los creyentes deben recordar que Dios nos envió a atravesar el desierto de los sufrimientos para humillarnos y revelarnos lo que hay en nuestro corazón (Dt 8:2).7
Nos llaman a recordar lo poco que entendemos de Dios. John Owen escribió: “Medita mucho en la excelencia de la majestad de Dios… ¡lo pequeña que es la porción que conoces de él!”8 Cuando Job vio un vislumbre de la gloria de Dios, exclamó: “Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6). Owen dijo que los hombres más espirituales sobre la tierra “saben muy poco de él y de su gloria”.9 ¡Qué ridículo es que nos sintamos envanecidos por nuestro conocimiento de la teología, cuando esta nos enseña la gloria infinita y lo insondable que es Dios!
Notas:
1. The Works of Henry Smith (1866; reed. Stoke-on-Trent, UK: Tentmaker Publications, 2002), 1:203-204.
2. Andrew Gray, Loving Christ and Fleeing Temptation, ed. Joel R. Beeke and Kelly Van Wuck (Grand Rapids: Reformation Heritage Books, 2007), 254.
3. Smith, Works, 1:208.
4. Gray, Loving Christ and Fleeing Temptation, 255.
5. Gray, Loving Christ and Fleeing Temptation, 255, 267.
6. Gray, Loving Christ and Fleeing Temptation, 323.
7. Gray, Loving Christ and Fleeing Temptation, 324.
8. John Owen, Mortification of Sin in Believers, in The Works of John Owen (Edimburgo: Banner of Truth, 1967), 6:63.
9. Owen, Mortification of Sin in Believers, 6:64.
El Dr. Joel R. Beeke es presidente y catedrático de Teología Sistemática y Homilética en el Seminario Teológico Puritano Reformado, y pastor de la Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids, Michigan.
Publicado en Reflexiones con permiso. Traducción de IBRNJ. Todos los derechos reservados. © 2014 IBRNJ.