¿Has expresado tu agradecimiento?
Entonces uno de ellos… cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias. —Lucas 17:15-16
En la famosa historia de los diez leprosos que fueron sanados por Cristo, Lucas recoge que “uno de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. Y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias” (Lc. 17:15-16). Estos versículos no solo forman parte del desarrollo o de la conclusión del milagro, sino que contienen una lección realmente extraordinaria para nosotros, cuando consideramos nuestro agradecimiento. No se trataba sencillamente de un hombre que acudió a Jesús en busca de sanidad; fue uno de los diez leprosos que salieron a Su encuentro. Los diez clamaron a Él para ser sanados y todos ellos recibieron curación. Los diez leprosos estaban ansiosos por ir a mostrarse al sacerdote y, así, volver a entrar en la sociedad.
Los diez habían pedido, y todos ellos recibieron. Sin embargo, solo uno da la vuelta para expresar su agradecimiento.
Sin lugar a dudas, todos hemos elevado muchas oraciones y peticiones en el último año. Dios ha escuchado nuestras plegarias por nuestra nación, nuestra iglesia, nuestra familia, nuestro hogar, nuestro sustento, nuestra seguridad, nuestra salud. Él nos ha concedido la libertad de adorar de manera pública y nos ha bendecido con una familia en la iglesia. Ha derramado sobre nosotros mucho más de lo que necesitábamos para nuestro pan de cada día.
Hemos recibido, asimismo, numerosas bendiciones espirituales. Como individuos y como iglesia hemos orado pidiendo ayuda espiritual, gracia y crecimiento. Dios nos ha bendecido con Su Palabra y con claras exposiciones del evangelio. Nos ha bendecido con la obra de Su Espíritu. Nos ha bendecido con un aumento de humildad, con la centralidad de Cristo y con la productividad espiritual.
Hemos pedido y hemos recibido, incluso más de lo que hemos solicitado. ¿Hemos expresado nuestro agradecimiento? ¿Somos como los nueve, o como aquel uno?
De igual modo, también es verdad que todos los leprosos sanados estaban entusiasmados por lo que habían recibido. Juntos, partieron para hacer lo que Jesús les había encomendado. No obstante, sentir entusiasmo por algo y hasta debatirlo con otros no equivale a llevarlo a cabo. Es necesario que seamos como aquél único leproso que “al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta voz. Y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias” (v. 15). Es preciso que acudamos a nuestro Padre celestial en oración y alabanza, ¡y no solo con peticiones adicionales! No esperando más, sino con gratitud por lo que ya hemos recibido. Es necesario que nos detengamos y tomemos conciencia de todo lo que Dios nos ha dado en este año que acaba de pasar, que nos volvamos a Él y que le alabemos en público.
Vivir como los nueve —sin acción de gracias— declara que creemos merecer lo que hemos recibido. Es tratar a Dios como un criado en vez de cómo nuestro Señor. Vivir con ingratitud es una señal de depravación e impiedad (Ro 1:21; 2 Ti 3:1-2). Pero la gratitud cumple, al menos en parte, el requisito de glorificar a Dios (Catecismo Menor, P. 1). Aunque Cristo sanó a estos hombres, su máxima preocupación era la gloria de Dios. “¿No fueron diez los que quedaron limpios? Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? (vv. 17-18). ¿Acaso Dios no merecía también la alabanza de los nueve? ¿Cómo es, pues, que este que regresó a dar las gracias ni siquiera era judío, sino extranjero, un denigrado samaritano?
La gratitud es, por tanto, una marca de verdadera vida espiritual. Observa la forma en que Jesús contesta. Cuando este único leproso regresa y adora a Cristo, ¿cuál es la respuesta del Salvador? “Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha sanado” (v. 19). Cuando este hombre expresa su acción de gracias, recibe mayor bendición y esto le haría sentirse aún más agradecido. Tu fe te ha sanado. Ciertamente, para este hombre y para todos los que han conocido y recibido la sanidad espiritual y la completitud del Salvador, la vida se convierte en un agradecimiento sin fin, no solo por las bendiciones diarias, sino también por lo que Dios ha hecho por medio de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Este Día de Acción de Gracias, al contar tus bendiciones una a una, expresa tu gratitud por ellas, una tras otra. Sé como aquel uno, y no como los nueve.
David VanBrugge es pastor de la iglesia Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids, Michigan.