Seguros de la seguridad
Mi escondedero y mi escudo eres tú;
En tu palabra he esperado (Salmo 119:114).
Los creyentes tienen mucho que temer, y la ausencia de temor en ellos es un síntoma que deja translucir una insensatez espiritual. La paranoia es un temor sin razón que se basa en el engaño, pero también existe una tranquilidad que se basa en la ilusión, y esto es incluso más peligroso que la paranoia. Jesús habló de personas que vivían en os días de Noé, que comían, bebían, se casaban y de daban en casamiento como si todo fuera bien, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Algo similar les ocurrirá a los pecadores cuando Cristo venga de nuevo (Lc. 17:26-27). El día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta y no escaparán (1 Ts. 5:2-3).
Solo los verdaderos creyentes cristianos están real y profundamente a salvo. Benditos los que saben y sienten esto en lo más profundo. Así era David, el dulce salmista de Israel, que expresa en nuestro texto su confianza, forjada por mediación divina, en su Salvador y Dios. ¡Ojalá que todo el pueblo que está en genuino peligro pudiera darse cuenta del riesgo que están corriendo y sufran intensamente el terror que es del todo justificado, para que puedan huir de la ira venidera! ¡Ojalá que los que están verdaderamente a salvo, por gracia, experimenten el gozo del rebosante consuelo de tener una salvación cierta y permanente!