La mentalidad peregrina de los puritanos
Una entrevista por Tim Challies
Tim Challies entrevistó a nuestro editor [Dr. Joel Beeke, de la revista Banner of Sovereign Grace Truth] durante un periodo de ocho semanas sobre los ocho capítulos finales de A Puritan Theology: Doctrine for Life [La teología puritana: Doctrina para toda la vida], y añadió estos artículos en el blog de Challies. Los estamos editando en esta revista con su permiso. Los ocho artículos tratan en exclusiva la forma en que los puritanos pusieron la teología en práctica. El primer artículo recoge de qué forma está moldeada la teología puritana por una mentalidad peregrina.
1. Este capítulo debate sobre la mentalidad peregrina. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con El progreso del peregrino, ¿pero no deberíamos entender que la mentalidad peregrina predominó en la gran mayoría de los puritanos?
Sí, los puritanos consideraban sistemáticamente la vida cristiana como un viaje de peregrinación al cielo. Sufrieron mucho y escogieron obedecer por encima de la transigencia, manteniendo sus ojos en Cristo y en el cielo. J. I. Packer afirma: “Los puritanos me han enseñado a ver y a sentir la transitoriedad de esta vida, a pensar en ella, con todas sus riquezas, básicamente como el gimnasio y el probador donde se nos prepara para el cielo y a considerar la disposición a morir como el primer paso para saber cómo vivir”.
2. ¿Podría darme una breve definición de esa mentalidad peregrina y decirnos qué diferencia marcó para los puritanos?
La mentalidad peregrina vive en contra de este mundo, con la esperanza de gloria en otro mundo por fe en Cristo.
Como Moisés, los creyentes en Cristo escogen hoy cambiar los placeres de este mundo por el sufrimiento presente y la gloria futura con Él (He. 11:24-26). Jeremías Burroughs afirmó que la fe tiene poder “para despegar el corazón del mundo”, porque “su obra principal” consiste en “que las almas se arrojen sobre Dios en Cristo para todo el bien y la felicidad que espere lograr jamás […], sobre Dios como bien todosuficiente”. Esto desteta nuestros afectos del mundo y nos capacita para esperar pacientemente en el Señor (Sal. 37:7).
La fe también capacita a los creyentes a regocijarse en lo que no vemos, porque, como afirmó Burroughs: “La fe hace que el bien futuro de las cosas espirituales y eternas estén presentes en el alma y obren sobre ella, como si estuvieran presentes”.
Los puritanos vivieron en un mundo de sufrimiento, opresión política, plagas epidémicas, y guerra civil, donde muchos de sus hijos no sobrevivieron hasta la edad adulta, por su postura contra la mundanalidad y la adoración falsa. A pesar de todo ello, tenían un gozo y una esperanza vibrantes. ¿Por qué? John Trapp declaró: “Aquel que persigue el ser coronado presta poca atención a los días de lluvia”.
Los puritanos disfrutaban de la creación de Dios, pero no se enredaban en los placeres y en las búsquedas de este mundo, porque se dirigían hacia algo mejor. William Perkins afirmó: “Los peregrinos se deleitan poco en sus viajes, porque no se sienten en casa”. Utilizaron este mundo como si no lo aprovecharan, porque era pasajero (1 Co. 7:31).
Los cristianos deben anhelar abandonar este mundo para estar con el Señor (2 Co. 5:8). Perkins dijo que un “peregrino siempre está pensando en su hogar natal y suspirando por él”. Los cristianos deben desear el cielo (He. 11.16), buscar el cielo (Col. 3:1), y usar este mundo no como un fin en sí mismo, sino como un medio para ganar el cielo.
3. ¿En qué nos beneficiará, como creyentes contemporáneos, el rescatar algo de esta mentalidad peregrina? ¿Qué tendríamos que perder o de qué nos privaríamos si no la recuperamos?
En primer lugar, conseguiríamos una postura más antitética hacia este mundo. No es un aislamiento en el que intentamos escondernos del pecado y del mal (¡esto sería imposible!); sería una lucha en la que defenderíamos la justicia contra la perversidad y las acusaciones del mundo. Pedro habla de esto cuando llama a los creyentes a abstenerse de los deseos pecaminosos como “extranjeros y peregrinos” en el mundo, precisamente porque las lujurias pelean contra nuestra alma y el mundo nos acusa del mal (1 P. 2:11).
Este mundo no es amigo de ayudar a los peregrinos que se dirigen al cielo; es un país peligroso que tenemos que atravesar en nuestro camino hacia allá. William Ames declaró: “Esto puede servir para advertirnos que no pongamos nuestra herencia o nuestro tesoro en las cosas de este mundo, [y] exhortarnos a elevar nuestro corazón siempre hacia nuestra patria celestial, y a aprovechar todas las cosas que puedan ayudarnos a seguir adelante”.
En segundo lugar, logramos un firme fundamento para sufrir y morir. Perkins declaró que una de las grandes lecciones del cristianismo es que “debemos vivir para poder morir en fe”. Pocos cristianos consideran hoy cómo sufrir bien y cómo morir para la gloria de Dios (Fil. 1:20), ¿pero cuántos de nosotros evitaremos el dolor y la muerte?
Para tratar estas inevitables realidades (si el Señor se demora), necesitamos visión que penetre más allá del horizonte de nuestra mortalidad. Perkins dijo que la fe es como el palo mayor de un barco al que un marinero trepa y ve tierra firme, mientras todavía se encuentra “lejos de ella” (He. 11.13). Como peregrinos de fe no tenemos por qué temerle a la muerte. Thomas Watson afirmó que “la muerte pondrá fin a un peregrinaje agotador”, retirará los útiles de peregrino y las remplazará por una corona.
En tercer lugar, conseguiríamos un optimismo y una esperanza inamovibles. Comparto las mismas preocupaciones que muchos cristianos estadounidenses tienen en cuanto a la dirección de nuestro gobierno y nuestra cultura popular. Pero pienso que nos enfrentamos a un peligro tan grande como la persecución y la decadencia de la sociedad: temo que los evangélicos están en peligro de amargura y desesperación. ¿Podría ser que nos hayamos olvidado de que este mundo no es nuestro hogar?
Los puritanos vencieron por la sangre del Cordero. Algunos eruditos podrían decir que los puritanos llegaron a perder toda batalla política y eclesiástica en la que se embarcaron, pero yo creo que triunfaron en la batalla espiritual por el reino y los creyentes auténticos siguen siendo hoy más que vencedores en Cristo. John Owen afirmó: “Aunque nuestra persona caiga, nuestra causa será tan verdadera, cierta e infaliblemente victoriosa, como que Cristo está sentado a la diestra de Dios”. Cristo ha ganado la victoria; traerá su reino y todo Su pueblo llamado y escogido participará en él (Ap. 17:14).
Por último, la mentalidad peregrina no trata de un lugar, sino de una persona. Los cristianos deberían considerar toda su vida terrenal como un viaje para ver el rostro de Dios. Mi padre oraba cientos de veces con nosotros en la adoración familiar: “Señor, haz que nuestra vida sea principalmente una preparación para encontrarnos contigo en la justicia y la paz de Cristo”. Esa es la oración y el deseo centrado en Dios de todo peregrino.
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El Dr. Joel R. Beeke es presidente y catedrático de Teología Sistemática y Homilética en el Seminario Teológico Puritano Reformado, y pastor de la Heritage Netherlands Reformed Congregation de Grand Rapids, Michigan.
Usado con permiso de Banner of Sovereign Grace Truth (www.challies.com).