No te fatigues en adquirir riquezas
No te fatigues en adquirir riquezas, deja de pensar en ellas (Proverbios 23:4).
La riqueza ha sido la suerte de muchos santos. Cuando Dios nos concede riquezas, no nos pide que las arrojemos al mar, como hizo cierto filósofo antiguo; pero cuando nos las niega, no debe considerarnos infelices por ello. Salomón suele hablar de las riquezas como de una recompensa que la Sabiduría otorga frecuentemente a los que la aman, pero aquí nos advierte contra el peligro de suponer que la Sabiduría fomenta el amor a las riquezas: esa pasión universal que ha causado tanto mal a la raza humana desde la fundación del mundo.
En nuestra condición de hombres caídos, debemos trabajar y sudar para subsistir; pero ese tipo de fatiga es útil para el cuerpo y no resulta perjudicial para la mente. Sin embargo, la fatigo por hacerse rico que aquí se prohíbe es extremadamente dañina para ambas cosas. Surge como consecuencia de una estima desmesurada hacia las cosas terrenales y es producto de una mente ambiciosa. Va unida a la desconfianza respecto de la Providencia, a la prisa y a la distracción de los pensamientos de los hombres, lo cual los descalifica para servir a Dios. Destruye toda su capacidad de saborear aquellos placeres de la vida que podrían disfrutar en el presente, y les incita de continuo a comportarse sin misericordia y de forma injusta. Es una lástima que no prestemos más atención a las cosas alarmantes que dijeron nuestro Señor y el apóstol Pablo acerca de este asunto (cf. Lc. 12:15; 16:11-13; 1 Ti. 6:10).
Pero tú me dirás que el dinero es un bien necesario y excelente. La riqueza evita que el hombre pase necesidad y tenga que depender de los demás; le proporciona dignidad e importancia; le otorga todo lo que es deseable en la vida. Pero deja de pensar según tu propia sabiduría, que no viene de lo alto, sino que es esa sabiduría terrenal, natural y diabólica que tanto se condena en la Escritura (cf. Stg. 3:15). El dinero, bajo la dirección de la Sabiduría, cumplirá, en efecto, todos estos propósitos, además de algunos otros mucho más valiosos. Pero el amor al dinero no solo es malo, sino que es la raíz de todos los males (cf. 1 Ti. 6:10); y confiar en él es una tontería.
Extracto de “Comentario a Proverbios” por George Lawson. Reservados todos los derechos.