El deber primordial del hombre de Dios
El hombre de Dios debe considerar que su deber primordial consiste en alimentar su propia alma, y crecer en las verdaderas gracias de la piedad y en la semejanza de Cristo. Thomas Murphy no exagera cuando declara:
“El requisito indispensable para los que trabajan en el ministerio del Evangelio consiste en una elevada piedad. Este debería ser nuestro principio más importante. Esto no implica simplemente una incuestionable piedad auténtica, sino que el grado de esa piedad tiene que sobrepasar el de los creyentes corrientes. Significa que debería haber un bautismo del Espíritu Santo más pleno; una mayor consagración de todos los poderes y facultades al servicio de Dios; una más completa conformidad a la imagen del Señor Jesús; una mayor familiaridad con la mente del Espíritu; un acercamiento más estrecho al hombre perfecto en Cristo Jesús en aquellos que toman para sí los privilegios y las responsabilidades de pastor, que los que se suelen esperar en el verdadero cristiano. El pastor no debería sentirse satisfecho con alcanzar la simple norma general de espiritualidad. Él se ha consagrado a un oficio elevado y santo para el cual se considera llamado y, por tanto, necesita un nivel muy elevado de piedad. Como ministro encargado de servir en el santuario y atender a las almas, ¡cuán profunda debe ser su humildad! Su gran meta es salvar a los hombres y, por consiguiente, no basta con tener una simple simpatía ordinaria hacia los perdidos y los que sufren. Si ha de ser un líder en la asamblea espiritual de Dios, ¿no debería ir por delante de los demás en los logros espirituales? Atraer a los hombre a un estándar y devoción cada vez más elevados es la comisión que recibió de la gran Cabeza de la Iglesia; ciertamente debería elevarse aún más.
Lo primero que un joven ministro debe considerar es cómo puede lograr ese elevado grado de santidad en el corazón y en su vida.
Concedemos más tiempo y minuciosidad a esta parte de nuestro tema debido a su extraordinaria importancia. No hay otro punto en todo el tema que necesite ser tan concienzudamente grabado como éste”.
La situación contemporánea se rebela contra este tipo de declaración, quizás como reacción contra la exaltación indebida del clero o solo por la atmósfera antiautoritativa existente. “Nivelar la cancha deportiva” es algo común en los hombres que desempeñan el oficio pastoral, de tal manera que su crecimiento en santidad llega a estar por debajo de la norma con el fin de poder “relacionarse”con el resto de la congregación. Los pastores no persiguen una falsa piedad ni tampoco la arrogancia de un espíritu triunfalista. No se está abogando por que los pastores eviten ser transparentes en sus faltas y abiertos en cuanto a sus propias debilidades (aunque al parecer, también se está abusando un poco de esto hoy día). Lo que se está aseverando es el simple hecho de que el hombre de Dios debe hacer de la piedad personal y del crecimiento espiritual su responsabilidad primordial delante de Dios. Para ser eficiente debe tener salud y vigor en la totalidad de su humanidad redimida.
Extracto de “Mi corazón por tu causa” por Brian Borgman. Reservados todos los derechos.