La doctrina de la cruz
La doctrina de la cruz es la sustancia de la verdad cristiana y el gran apoyo de la moral cristiana. La mente y el corazón del apóstol estaban repletos de esto. ¿Hace hincapié en la humildad? ¡Sí! Lo hace así: “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús”.* ¿Una devoción sin reservas hacia Dios? ¡Sí! De esta manera: “no sois vuestros. Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo, en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.* ¿Amor fraternal? ¡Sí! Con estas palabras: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros”.* ¿Disposición para perdonar? ¡Sí! De este modo: “Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo”.* ¿Caridad hacia los pobres? ¡Sí! En este versículo: “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos”.*
¿Quién si no un apóstol habría pensado en enfatizar el afecto conyugal por medio de una referencia al amor de Cristo por su Iglesia? Pablo lo hace y, de este modo, representa el amor redentor como una forma de atmósfera santa que rodea al cristiano por todas partes, y le acompaña siempre. Sustentando la existencia espiritual que es el elemento mismo en el que su religión vive, se mueve y tiene su ser. Esto es la religión en realidad: no es un nombre, ni un credo, ni una forma, ni un sentimiento abstracto, ni observar las fechas y los lugares, ni una simple costumbre mental, ni una vestidura santa que nos ponemos en ciertas ocasiones. ¡No, nada de esto! Es una costumbre moral, un sabor mental, el espíritu de la mente que aparecerá espontáneamente en nuestro lenguaje, en nuestros sentimientos y en nuestro comportamiento. Jesucristo será nuestra referencia como la razón de nuestra esperanza y el modelo a imitar.
*Fil. 2:5; 1 Co. 6:20; 1 Juan 4:10, 11; Ef. 4:32, 2 Co. 8:9