Guardar el Día de Reposo
Una ayuda para la adoración
Guardar el Día de Reposo es algo que resulta extraño para la mayoría de los cristianos de hoy, sean reformados o dispensacionalistas. Las opiniones difieren tanto en términos de su relevancia legítima para los cristianos como en lo que concierne a sus prácticas específicas, si proceden. La conclusión es que observar el Día de Reposo es un requisito de la ley moral de Dios y que, como tal, los cristianos, deberían esforzarse en cumplirla, no con el fin de ganar el favor divino ni la salvación (esto sería legalismo), sino porque han recibido la gracia divina (que sería la santificación). Los que están en Cristo han sido liberados de la ley como medio de vida, pero no han quedado libres de ella como una forma de vida. La gracia pone siempre a la ley en su lugar adecuado, y esto se aplica con toda certeza a la práctica de la adoración. Si hemos de adorar en la hermosura de la santidad, debemos hacerlo según lo que Dios define como tal. La gracia nos proporciona el deseo y la capacidad de hacerlo. No hay nada más «anti-gracia» que no respetar la ley de Dios.
Este cuarto mandamiento, recogido sobre piedra en Éxodo 20 y desarrollado por Moisés en Deuteronomio 5, exige que se observe el Día de Reposo. La inscripción inspirada de Éxodo junto con la interpretación y la aplicación inspiradas de Deuteronomio dan una clara dirección para utilizar este día como una ayuda para la adoración.
Definición de los términos
Una definición adecuada de términos es fundamental para cualquier debate, y este es ciertamente el caso para cualquier discusión en cuanto al Día de Reposo, dado que gran parte del malentendido surge de enunciaciones inadecuadas. Comencemos por el principio. El verbo «acuérdate» que figura en la frase de Éxodo sugiere que el pueblo ya era consciente del Día de Reposo antes del Sinaí, como ilustra la narrativa en Éxodo 16, donde el Señor establece las normas para la recogida del maná. Acordarse no denota un recuerdo mental, sino que implica mucho más. Recordar y su contrapartida, olvidar, son con demasiada frecuencia operaciones mentales sobre las que tenemos poco control. Olvidar aquello que deberíamos recordar y acordarnos de lo que deberíamos olvidar es un problema humano común. Pero los términos hebreos par estas maniobras mentales expresan actos deliberados y voluntarios, y no procesos incontrolables e involuntarios. En otras palabras, recordar significa pensar en algo a propósito; olvidar es negarse a cosa hecha a traer a la memoria un pensamiento. Por consiguiente, la declaración de Éxodo requiere una reflexión consciente y equivale al mandamiento de Deuteronomio de guardar u observar el Día de Reposo lo que, a su vez, requiere una obediencia atenta y esmerada.
Tal vez la idea más equivocada de todas con respecto al cuarto mandamiento sea la que concierne al significado del término «Día de Reposo» que es, básicamente, una transliteración del término hebreo Sabbath. A pesar de la asociación del término en este contexto con el séptimo día, el vocablo no se refiere de forma inherente al séptimo día ni guarda relación alguna con el número siete. Con este nombre solo se designa el séptimo día de la semana cuando el contexto así lo especifica. El término deriva de una raíz verbal que significa «cesar». El Sabbat, o Día de Reposo, es sencillamente un día que detiene o uno que marca o establece un límite. Es un día de cese, independientemente del día de la semana que sea. En realidad, en el calendario del Antiguo Testamento, figuran un cierto número de días señalados como Día de Reposo que no caían en el último día de la semana. El hecho innegable de que el término Sabbath, o Día de Reposo, no designaba de forma exclusiva el séptimo día de la semana debería eliminar cualquier objeción para referirse al primer día de la semana como el Sabbath cristiano. Es fundamental que notemos que el imperativo de la ley exigía que se santificara el Día de Reposo sin especificar de qué día de la semana se trataba. El principio consistía en que, de siete días, uno debía ser de reposo, una jornada de descanso. Inherente a esta declaración iba incorporada la estipulación que recogía un cambio dispensacional de días, pero no así su sustracción dispensacional del conjunto de los Diez Mandamientos.
La expresión infinitiva «santificar» o «mantener santo» (el texto hebreo es el mismo tanto en Éxodo como en Deuteronomio) explica lo que conlleva recordar u observar el Día de Reposo. Este infinitivo —la forma causativa del verbo «ser santo», que es la jerga gramatical para poner algo en un estado u condición concreto— significa sencillamente que el Día de Reposo ha de elevarse a un estado de santidad. Dado que la idea básica de la santidad es la separación, la idea es que dicho día se debe apartar o distinguir. Santificarlo requiere el ponerlo aparte, hacerlo diferente de todos los demás días de la semana. ¡Suficientemente claro!
La lógica del Día de Reposo
Si los pasajes de Éxodo y Deuteronomio se consideran en conjunto, existen dos razones significativas y relacionadas de por qué se requiere el Día de Reposo. Según Éxodo, es un día que ha de estar libre de toda labor, a causa del ejemplo que Dios estableció en la creación: Descansó. Dios reposó, y nosotros debemos hacerlo también imitándolo. Su santidad es el modelo perfecto de la nuestra; debemos ser santos, porque Él es santo. Emular Su descanso equivale a experimentar Su presencia. A lo largo de las Escrituras, el principio del Día de Reposo es un componente clave de la teología del descanso. Ya sea de forma teológica o espiritual, hallarse en el lugar del reposo es estar donde Dios se encuentra. Estar en la presencia de Dios es un objetivo en la adoración, y acordarse del Día de Reposo ayuda a lograr esta meta. De acuerdo con Deuteronomio, se ha de observar este día de descanso, porque Dios libró a Su pueblo de la esclavitud. Descansar en Su presencia y recordar Su gracia van de la mano. El alivio de los asuntos mundanos de la vida permite tiempo para una reflexión adecuada y para adorar al Señor por quién Él es y por lo que ha hecho. Se necesita un tiempo y un estado de mente adecuados para adorar, y el Día de Reposo proporciona ambas cosas.
Esta es una buena lógica. La observación bíblica del Día de Reposo es un medio de dejar a un lado las preocupaciones legítimas, pero mundanas, y bloquear nuestras distracciones que compiten con las cuestiones espirituales por nuestra atención. El cristiano debe apartarse de las labores y acontecimientos de la existencia cotidiana para adorar al Señor de una forma eficaz. Al poner de lado estas cosas, legítimas y necesarias en los demás días, y hacer que el corazón se deleite pasando tiempo en adoración pública y privada, y en la realización de obras de necesidad y de misericordia, con un corazón verdadero, el cristiano disfrutará de Dios y hallará el ímpetu necesario para servirle con un celo ferviente. Basta con decir que Dios merece una adoración y una alabanza constantes. Sin embargo, en Su providencia, nos ha dado otras cosas que hacer que exigen nuestro tiempo y nuestra atención. Nos ha dado seis días para llevar a cabo todo lo que debemos hacer legítimamente. En Su ley, Él ha apartado un tiempo en el que podemos y debemos prestarle toda nuestra atención a Él. Sin este día, ese tipo de adoración es imposible, pero Él ha apartado un día en el que es posible dedicarle una atención y tiempo completos. Es una demostración de Su bondad para con nosotros que nos ayuda tanto en nuestro trabajo como en nuestra adoración. Me gusta la forma en que lo resumió un teólogo cuando definió el Día de Reposo como «un regalo de la gracia divina para la santificación del pueblo». Y resulta aún mejor ponerlo en palabras de Cristo: «El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo» (Mr. 2:27).
Incluso al margen del mandamiento bíblico de guardar el Día de Reposo, es algo que sencillamente tiene mucho sentido. La adoración requiere tiempo y una concentración atenta, y el Día de Reposo facilita ambas cosas. Con demasiada frecuencia, los cristianos entran al santuario con un millón de cosas en la mente; no resulta, pues, sorprendente que tantas iglesias experimenten hoy día una adoración tan superficial. Al poner de lado las actividades ordinarias de la vida, es posible disfrutar de un estado de mente que permite pensar sin obstáculos en Dios. Observar el Día de Reposo no es un mero código de «deber» y «no deber»; ha de ser una cuestión espiritual, un asunto del corazón. Isaías 58:13-14 resume la forma de observar este día: es un día que se ha de guardar con un espíritu de autodenuncia, de devoción y de gozo. El Día de Reposo no es un día aburrido que hay que superar; no será un día santo a menos que sea una jornada de alegría. Es el regalo de Dios para nosotros.
El Dr. Michael Barrett es decano académico y catedrático de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Puritano Reformado.
Publicado en Reflexiones con permiso de Banner of Sovereign Grace Truth. Traducción de IBRNJ, todos los derechos reservados © 2013.