Además de confiar en el Señor | Proverbios 3:5-6
¿Podría haber algo superior a confiar en Dios? Proverbios 3:5-6 ha proporcionado al pueblo de Dios el mayor consuelo en las dificultades de la vida. Estos versículos se encuentran entre los más amados y valorados. Lamentablemente, los pasajes populares como este pueden llegar a ser tan familiares que nos perdamos el impacto de la verdad que contienen.
En sí mismos, estos versículos presentan una cosmovisión cristiana y la declaración de un propósito de vida. Tomemos Proverbios 3:5-6 y pongámoslo en primera persona. A la luz del Nuevo Testamento, este es el mensaje:
Confiaré en el Señor (Jesús) con todo mi corazón… No viviré pensando que puedo resolverlo todo en mi vida… En todo lo que lleve a cabo y en cada plan que haga, me recordaré a mí mismo que Dios tiene algo que decirme sobre cada situación… Y, al obrar de este modo, confiaré en que él me guiará y enderezará todas las sendas de mi vida. Si hago estas cosas, confiaré en que él cumplirá sus promesas y me guardará de los caminos torcidos que desperdician mi vida.
¡Esta es una forma extraordinaria y segura de vivir! Es la manera de vivir según Dios. Es el modo en que queremos vivir, y ya hemos visto cuán cierto es y lo fiel que es Él para cumplir estas promesas. Por tanto, ya está ¿no es cierto? Error. Mire más allá de estos versículos, y lea el resto del capítulo 3. Comprobará que forman parte de un entorno más amplio, todo un estilo de vida que vivir conforme vamos confiando en Él.
En mi opinión, Proverbios 3 es un punto culminante en el libro de la sabiduría. Salomón está enseñando e instando a su hijo, como hace un padre piadoso, a obtener sabiduría, el mayor tesoro de la vida. Lo hace en los capítulos 1—9, y, después, en el resto del libro de Proverbios, le da todo un cofre de tesoros lleno de dichos individuales de los que puede apropiarse para que le guíen de una forma segura por toda la red de complejidades y trampas de la vida.
Esta es la única manera para que todos nosotros salgamos adelante en la vida: «Porque largura de días y años de vida y paz te añadirán» (3:2). «Es [la sabiduría] árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan» (3:18). El árbol de la vida al que aspiramos está en el Cielo (cf. Ap. 2:7). El hombre pierde el acceso al árbol de la vida en el Jardín del Edén; comienza a recuperarlo por medio de la sabiduría, en Cristo, y, finalmente en el Cielo.
¿De qué manera nos lleva Proverbios 3 más allá de la confianza en el Señor? Enseñándonos lo que debemos hacer mientras confiamos en Él. Confiar significa descansar, estar a gusto, y tener una confianza apacible en que Dios se ocupará de las cosas mientras nosotros no s apoyamos sobre Él. Pero el contexto nos muestra que debemos confiar y, al mismo tiempo, vivir de un modo piadoso. El primer ámbito en el que Salomón trata a este respecto es en 3:3-4 y tiene que ver con nuestras relaciones con Dios y con el hombre: «Así hallarás favor y buena estimación ante los ojos de Dios y de los hombres».
Se trata del desarrollo humano que incluye el crecimiento en las relaciones sociales horizontales y en la espiritual, vertical, con Dios y con el hombre. Este es el nivel de Dios para el desarrollo de la personalidad y la «psicología» humana, denominada de una forma más adecuada «antropología bíblica». Se aplicó a Samuel (1 S. 2:26), a Juan (Lc. 1:80), y a Jesús (Lc. 2:40, 52). Y se nos pide a nosotros. Es una de nuestras metas también en la crianza de nuestros hijos.
El segundo «además» tiene que ver con el orgullo frente al temor del Señor: «No seas sabio a tus propios ojos. Teme al Señor…». Se podría decir que Proverbios es un libro sobre la guerra entre el orgullo de nuestro corazón y el temor del Señor que aporta sabiduría para confiar en Él. De modo que si realmente amamos 3:5 y 6, entonces debemos aborrecer nuestro orgullo y nuestras elevadas opiniones sobre nosotros mismos, nuestros pensamientos y nuestros planes. Renunciar a todos ellos para recibir los buenos dones de Dios en humildad.
Un tercer ámbito en 3:7 es el de apartarnos del mal. No podemos confiar en Dios y pecar con el mundo; andar en caminos mundanos. El mal consiste en todo lo que va desde los pecados más terribles hasta lo más sutiles de aborrecer a una persona en nuestro corazón, hablar mal de otro, los pensamientos de lujuria, los deseos desordenados, la envida, las respuestas inadecuadas que hieren, etc. (cf. Col. 3:5-17).
Otro ámbito es el que forman nuestras posesiones. «Honra al Señor con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos» (3:9). Le está enseñando a su joven hijo cómo relacionarse con las posesiones y dar al Señor las primicias de todo lo que gane en la vida; y entonces refiere la promesa de Dios: «Entonces tus graneros se llenarán con abundancia» (3:10).
El último «además» se encuentra en 3:11-12. «No rechaces la disciplina del Señor ni aborrezcas su reprensión, porque el Señor a quien ama reprende, como un padre al hijo en quien se deleita». Esto tiene que ver con la sumisión a la disciplina formativa —es decir, cultivar una vida de rectitud, una adoración verdadera y una conducta piadosa, así como una disciplina correctiva—, recibir con buena disposición la corrección y la reprensión cuando sean necesarias y cuando Dios y los fieles nos hacen objeto de ellas (cf. Pr. 1:5; 9:8; 9:9; 12:15).
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