Autenticidad
J.C. Ryle
“Plata de deshecho” (Jeremías 6:30).
“[Nada] más que hojas” (Marcos 11:13).
“No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18).
“Tienes nombre de que vives, pero estás muerto” (Apocalipsis 3:1).
Si profesamos tener una religión, procuremos que esta sea auténtica. Lo afirmo enérgicamente y repito lo dicho: preocupémonos de que nuestra religión sea auténtica.
¿A qué me refiero cuando utilizo la palabra “auténtica”? Me refiero a que sea genuina, sincera, honesta y rigurosa. Me refiero a que no sea inferior, hueca, formal, hipócrita, falsa, fingida y nominal. La religión “auténtica” no es meramente apariencia, fingimiento, sentimiento a flor de piel, profesión pasajera y obra externa. Es algo interno, sólido, sustancial, intrínseco, vivo, duradero. Sabemos reconocer la diferencia entre la moneda falsa y la de curso legal, entre el oro puro y el oropel, entre el metal plateado y la plata, entre la piedra auténtica y las imitaciones de escayola. Pensemos en estas cosas mientras estudiamos el tema central de este escrito. ¿Cuál es el carácter de nuestra religión? ¿Es auténtica? Puede que sea débil y frágil, y que esté mezclada con muchas flaquezas. Esa no es la cuestión que hoy tenemos delante de nosotros. ¿Es auténtica nuestra religión? ¿Es verdadera?
Los tiempos en que vivimos nos llaman a centrar nuestra atención en este asunto. La falta de autenticidad es una característica destacada de una vasta cantidad de la religión de nuestros días…
Si medimos la religión de la era actual por su cantidad aparente, hay mucha. Pero si la medimos por su calidad, en realidad hay muy poca. En todas partes falta MUCHA AUTENTICIDAD…
¿Anhelas tener una religión que te consuele en esta vida, que te dé buenas esperanzas para después de la muerte, y que te permita soportar el Juicio de Dios en el día final? Entonces no eludas la cuestión que tienes delante de ti. Siéntate y medita con calma para descubrir si tu cristianismo es real y verdadero, o falso y superficial.
Tengo que exponer la importancia que tiene la autenticidad de la religión.
A primera vista puede parecer que no son necesarias muchas consideraciones para demostrar esta idea. Se me dirá que todos los hombres están totalmente convencidos de la importancia de la autenticidad.
¿Pero realmente es esto cierto? ¿Puede decirse, de hecho, que la autenticidad goza de la debida estima entre los cristianos? Yo lo niego rotundamente. ¡Parece que la mayor parte de la gente que profesa admirar la autenticidad piensa que todo el mundo la posee! Nos dicen que “en el fondo todos los hombres tienen buen corazón”, que todos son sinceros y veraces en lo fundamental, aunque puedan cometer errores. Nos llaman poco caritativos, duros y criticones siempre que dudamos de la bondad del corazón de alguien. En resumen, destruyen el valor de la autenticidad al considerar que casi todo el mundo la tiene.
Este error tan generalizado es precisamente una de las causas de que haya escogido este tema. Quiero que los hombres entiendan que la autenticidad es una cosa mucho más rara e infrecuente de lo que se suele suponer. Quiero que los hombres vean que la falsedad es uno de los grandes peligros de los cuales deberían guardarse los cristianos.
© 2013 Reservados todos los derechos. Traducción de Publicaciones Aquila. Esta lectura es un extracto del libro Cristianismo práctico por J.C. Ryle, publicado por Estandarte de la Verdad. Si desea leer más, puede obtener el libro en el sitio web de la librería cristiana Cristianismo Histórico.