Postdata sobre el legalismo
Adaptado por D. Scott Meadows de «El matrimonio cristiano en un mundo cambiante»
Introducción
Chapel Library acaba de publicar un cuadernillo escrito por A. N. Martin en colaboración con otros pastores. Es un manual para una boda cristiana celebrada en una iglesia, y presidida por un pastor. Aboga por que se piense en ello como un culto de adoración pública que debería validar e ilustrar el evangelio, y no presentar ninguna piedra de tropiezo a los asistentes. Este manual trata algunas cuestiones muy prácticas como el voto de sumisión de la esposa a su marido, el requisito de un atavío modesto y advertencias en cuanto a la bebida y el baile en la recepción de la boda.
Los pastores implicados en la elaboración de este manual tomaron conciencia de la necesidad de unas normas al comprobar que quienes profesan ser cristianos se muestran cada vez más mundanos que en los años pasados, en su forma de celebrar las bodas. Este cuadernillo será de gran ayuda para los pastores y las parejas a la hora de evitar malentendidos y problemas ya que podrán ponerse de acuerdo con antelación sobre los temas que en él se tratan.
Las críticas recibidas por el autor con respecto a estos criterios y prácticas le han llevado a incluir una postdata sobre el legalismo que es de gran utilidad en un ámbito aún más amplio de la casuística cristiana. En agradecimiento, la resumimos a continuación.
Resumen
«Legalismo» es un término perfectamente válido mientras que lo utilicemos para identificar varias actitudes y prácticas que la Biblia condena.
1. Basar la aceptación de Dios en nuestros propios actos es legalismo.
El fariseo de Lucas 18:9-14 demuestra ser un perverso legalista, porque había puesto su confianza de ser aceptado por Dios en sus omisiones moralistas y sus hechos religiosos. Los principios de este manual no deberían considerarse en absoluto de este modo. Dios acepta al cristiano en base a la vida perfecta y la muerte sustitutoria de nuestro Señor Jesucristo (cf. Fil. 3:7-9). Adoptar o rechazar los estándares de esta guía no contribuirá ni restará a su postura de hombre o mujer justificado/a delante de Dios. Sugerir otra cosa sería, desde luego, una crasa forma de legalismo.
2. Añadir las tradiciones de los hombres a los claros preceptos de la Palabra de Dios como normas éticas moralmente vinculantes también es un ejemplo de legalismo.
Nuestro Señor condena este pecado con toda claridad en Mateo 15:3-9. Sin embargo, Su enseñanza no impide a los pastores que se esfuercen por proteger la integridad y la coherencia del ministerio del evangelio, mediante la coordinación de eventos como las ceremonias de boda en la iglesia, para que sean coherentes con las más elevadas normas bíblicas. Decir que esto es legalismo no reconoce que la gente supone, de manera razonable, que el pastor oficiante —representante de Cristo— aprueba lo que se dice, se hace y la ropa que se viste en dicha ocasión.
Los asistentes también tienen derecho a suponer que lo que ven es fruto del evangelio que se predica cada Día del Señor. Los fieles pastores se esfuerzan por ser y presentar la sal y la luz de los seguidores de Jesús en un mundo caído.
3. La obediencia ferviente, prudente, incluso meticulosa y universal a Dios en todos y cada uno de los detalles de la vida se cataloga erróneamente de legal y legalista.
Dios nos llama a glorificarle en todos los ámbitos particulares de nuestra vida (cf. 1 Co. 10:31), pero esto provoca acusaciones de «legalismo» por parte de muchos que profesan ser cristianos a la vez que piden «libertad cristiana», otro ejemplo de terminología de la que se suele abusar bastante.
El evangelio, «poder de Dios para la salvación» (Ro 1:16), nos libera del deseo, que domina nuestra vida, de ser «conformados a este mundo» en todas las esferas de la vida, en lo que respecta a las consideraciones espirituales y morales (cf. Ro. 12:1-2). Ciertamente, esto incluye los acontecimientos trascendentes como las celebraciones de boda, donde todo debería sujetarse al deseo de dar tanta gloria a Cristo como sea humanamente posible y sensato (por ej., una predicación razonablemente breve), con el fin de mantener la sensibilidad y el decoro que excluyen cualquier ocasión de tropiezo moral, y de evitar cualquier cosa que pueda entristecer el corazón de los más piadosos. ¡Esto no es legalismo, sino amor santo en acción! Recuerden los principios de 1 Corintios 13:5, Romanos 13:10, y Gálatas 5:13.
Las Escrituras encomiendan a los pastores que insistan en la buena conducta en la casa de Dios (cf. 1 Ti. 3:14-15). Esto incluye un atuendo modesto (cf. 1 Ti. 2:9-10). La cultura impía actual manifiesta una conciencia cauterizada en lo que a la divina institución del matrimonio se refiere, sobre todo en los papeles asignados dentro del mismo, la modestia en el vestir, y un lenguaje adecuado. Los pastores tienen la responsabilidad y el sagrado privilegio de informar y moldear la conciencia de su rebaño mediante una cuidadosa y responsable exposición de las porciones relevantes de la Palabra de Dios que trata estos asuntos, y de hacer aplicaciones específicas, sensatas y justificadas de las mismas cuando están trabajado con una pareja cristiana que está planificando su boda. No se nos han dado las Escrituras solamente para la enseñanza, sino también para la reprensión, la corrección y la formación disciplinada en la justicia (cf. 2 Ti. 3:16:17).
Reconocemos una rica variedad de tradiciones culturales y eclesiásticas legítimas que están relacionadas con las bodas cristianas. Mientras no exista violación alguna de las normas del texto bíblico, se pueden incorporar y convertir en canales de la verdad y de la gloria de Dios en una boda perfectamente cristiana.
Una boda cristiana ejemplar es una maravillosa oportunidad de que «brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt. 5:16). Que los líderes de iglesia y parejas comprometidas puedan trabajar juntos con este digno fin. Amén.
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