Cómo consiguen los santos sus alas (Sal. 119:33)
Enséñame, oh SEÑOR, el camino de tus estatutos,
y lo guardaré hasta el fin (Sal. 119:33).
Existe un dicho muy conocido que dice: “bien está lo que bien acaba” y en las Escrituras encontramos su contrapartida. En el libro de Eclesiastés encontramos: “Mejor es el fin de un asunto que su comienzo […]” (Ec. 7:8). Este tópico se verá de una forma más maravillosa en el reino espiritual cuando el fin de la obra salvífica de Dios, en infinidad de pecadores, surgirá para alabanza pública y eterna de su gracia y su poder.
¡Alégrate, pues, pobre cristiano! “Mejor es el fin de un asunto que su comienzo”. ¡Contempla ese gusano que se arrastra, con una apariencia tan despreciable! Es el comienzo de algo. Dale a ese insecto unas alas espléndidas e imagínatelo jugueteando bajo los rayos del sol, libando en las campanillas de las flores, lleno de felicidad y vida. ¡Ese es el final del asunto! Esa oruga nos representa a nosotros mismos hasta el momento en el que nos vemos envueltos en la crisálida de la muerte. Pero cuando Cristo aparezca, seremos como Él es porque le veremos tal y como es (cf. 1 Jn. 3:2). Debemos conformarnos con ser, como este insecto, gusano y no hombre para que cuando nos despertemos a la semejanza de Cristo, nos sintamos satisfechos de ser como Él1.
Los santos serán finalmente salvos por la gracia de Dios
LOS SANTOS SON LOS CRISTIANOS VERDADEROS
Los católicos romanos suelen utilizar el término “santo” de forma restringida para “hombres y mujeres especialmente santos quienes, por medio de una vida extraordinaria de virtud, ya han entrado al Cielo2”. Esto se realiza mediante una declaración oficial de la Iglesia Católica Romana (ICR), en un proceso llamado “canonización”, que investiga los milagros que el candidato en cuestión haya realizado supuestamente ¡después de su muerte! La ICR reconoce esta idea aunque el proceso carece de soporte explícito escriturario, pero eso no les preocupa en absoluto.
El significado bíblico de la palabra “santo” es simplemente “alguien que ha sido santificado” y designa a los cristianos, incluso a aquellos que siguen siendo pecadores y viven en este mundo, como los miembros de la iglesia de Corinto (cf. 1 Co. 1:1-2). Para esta meditación debemos entender que utilizamos el término para cristianos verdaderos y no para aquellos que profesan serlo; se trata de los elegidos de Dios que ya han sido regenerados por medio del Espíritu Santo. Cuando utilizamos la palabra “santos” queremos decir simplemente “cristianos verdaderos”.
LOS SANTOS PERSEVERAN
Durante mucho tiempo, los cristianos racionales han hablado de “la perseverancia de los santos” como una abreviatura conveniente para expresar la verdad de que Dios guarda a esas personas y perseverarán (continuarán, persistirán) en un estado de gracia, a pesar de todos los obstáculos, hasta el final mismo de sus vidas. Luego experimentarán una resurrección gloriosa y la consumación de la obra redentora de Dios en ellos porque serán finalmente glorificados juntamente con Cristo por toda la eternidad. Haciendo uso de nuestra metáfora biológica diremos que cada una de las orugas de Dios se convertirá en mariposa; ni una de ellas se perderá (cf. Jn. 17:12; 6:39; 10:28).
La distinción entre verdaderos y falsos santos, entre creyentes e hipócritas, es muy importante porque algunos que aparentan ser cristianos no perseveran. Se consideró que Judas Iscariote formaba parte de los Doce y, a pesar de ello, se descolgó de Cristo de forma total y definitiva y fue a su lugar correspondiente, es decir, al infierno. Con toda seguridad vemos cómo se ilustra este tipo de apostasía en el caso de supuestos creyentes a los que, por ejemplo, se les ha excomulgado justamente y mueren aparentemente sin haberse arrepentido. Una de las señales de una fe genuina y salvífica es que persevera hasta el fin por medio de la gracia de Dios (cf. 1 Jn. 2:19).
Entonces, ¿cómo llegan los verdaderos santos a la redención y la gloria total? La respuesta es mucho más amplia de lo que podemos presentar aquí en estos momentos, pero este versículo nos muestra algunas de las formas más importantes.
LOS SANTOS ORAN A DIOS PIDIÉNDOLE INSTRUCCIÓN
El salmista oró: “Enséñame, oh SEÑOR”. Es una petición sincera de humildad y deseo hacia Dios. Esas virtudes son distintivas de los santos. Solo los verdaderos cristianos las poseen y todos los cristianos verdaderos las tienen, al menos en cierta medida. Los santos reconocen humildemente algo de su propia necedad (cf. 1 Co. 8:2). Los santos saben que, de seguir viviendo en pecado, las consecuencias serían de lo más desastrosas. Los santos veneran a Dios con santa admiración por su gran sabiduría (cf. Ro. 11:33-34). Los santos buscan instrucción de la boca del Señor (cf. Pr. 2:1-6), para poder mantener siempre una comunión más cercana con Él. “¿Andan dos hombres juntos si no se han puesto de acuerdo?” (Am. 3:3).
¿Ora siempre nuestro corazón de forma sincera y con fervor pidiendo al Señor que nos enseñe? Si somos santos, lo haremos. Este es un medio importante por el cual Dios nos guarda para que no nos perdamos.
LOS SANTOS VENERAN LAS ESCRITURAS POR SU DIRECCIÓN
“Enséñame, oh SEÑOR, el camino de tus estatutos” es una clara referencia a las Escrituras, como muestra perfectamente el estudio bíblico del término. El salmista venera las Escrituras por su dirección. Quiere conocer, no solo la redacción de los estatutos, sino el camino de ellos, el estilo de vida de la conducta santa que requieren y explican. En la mentalidad hebrea, enseñar y aprender no eran facultades meramente intelectuales, como en la filosofía griega que tuvo mayor influencia en el pensamiento occidental. En el concepto hebreo, aprender era adquirir una habilidad para llevar a cabo una noble tarea. El Señor concedió sabiduría a muchos en el tiempo de Moisés para que pudieran tener la capacidad de fabricar el tabernáculo y los objetos asociados al mismo (cf. Éx. 36:1). La palabra “entrenar” es más cercana a la idea hebrea que “enseñar”. “Entréname, oh Señor, en el camino de tus estatutos”.
Los simples hipócritas pueden tener sed de conocimiento religioso por muchas razones básicas. Por ejemplo: para poder vanagloriarse de su superioridad delante de los demás o para tener argumentos para derrotar a otros en los debates teológicos. Por el contrario, los santos tienen sed de la verdad de Dios para poder andar en el camino de santidad. Todos los santos, y solo ellos, tienen este tipo de corazón y su propósito se inclina a practicar el justo amor hacia Dios y hacia el prójimo codificado en la palabra de Dios y ejemplificado en su Hijo Jesucristo.
¿Sentimos un respeto práctico hacia las Escrituras, como guía de nuestra vida, que llega a transformarla? Si es así, Dios utiliza ese deseo para hacer que nuestra alma y nuestra conducta sean cada vez más hermosas.
LOS SANTOS ABRAZAN SU RESPONSABILIDAD DE OBEDIENCIA
“Y lo guardaré”, es decir, “guardaré el camino de tus estatutos”. Lo que comienza con una súplica para que Dios actúe, va seguido por una expresión del compromiso espiritual de actuación del salmista. Está resuelto y decidido: “Lo guardaré” dependiendo humildemente de la instrucción que llega en respuesta a su petición.
Muchos infelices antinómicos (herejes que piensan que la gracia anula la necesidad de buenas obras que representan la obediencia de un cristiano a la ley de Dios) pueden realmente hacer una oración como la que tenemos en la primera línea del versículo, pero lo hacen sin ninguna intención de cumplir su propia responsabilidad de obedecer porque piensan que la gracia requiere su pasividad. La obra de gracia de Dios en un santo le motiva tanto para querer como para hacer su beneplácito (cf. Fil. 2:12-13). Los santos verdaderos tienen una intención sincera cuando ruegan a Dios pidiendo sabiduría para hacer su voluntad.
Aquí debemos decir también que los no creyentes podrían asimismo orar la segunda línea, pero lo harían de una forma no sincera y su hipocresía no haría más que evidenciar su constante negativa a obedecer a Dios cuando su voluntad ha sido claramente declarada. Debemos familiarizarnos, si no lo hemos hecho ya, con el relato de los exiliados judíos a Babilonia. Buscaban conocer la voluntad de Dios por medio del profeta Jeremías (cf. Jer. 42-43). ¡Qué sinceros parecían al principio (42:1-6)! Y solo diez días después, cuando Jeremías les dijo claramente que permanecerían en Babilonia y que no irían a Egipto, le rechazaron a él y a su mensaje porque habían decidido desobedecer el consejo de Dios (43:1-2). Todos tenemos tendencia a este tipo de pretensión. Solo la gracia salvífica concede el cambio de nuestro corazón cuando aceptamos nuestra responsabilidad de obedecer la Palabra de Dios y tener cierto éxito a la hora de llevarla a cabo como expresión de un amor verdadero, de fe y veneración. Este es otro medio indispensable por medio del cual Dios embellece a sus santos mientras los lleva a la perfección total.
Como cristianos verdaderos debemos ser capaces de señalar las formas específicas en las que estamos cumpliendo, conscientemente, los preceptos de la Palabra de Dios en nuestra vida cotidiana, motivados por nuestro amor por Dios mismo.
LOS SANTOS TIENEN ESPERANZA EN LA GRACIA FUTURA
“Lo guardaré hasta el fin”. Esto no es un alarde; es una expresión de confianza en la misericordia eterna de Dios hacia el que hace la petición. “Guardaré el camino de tus estatutos hasta el fin” porque tú, Señor, me enseñarás tus estatutos y seguirás enseñándome por tu clemente fidelidad.
El Evangelio de nuestro Señor Jesucristo no solo promete la salvación de la culpa de nuestro pasado de pecado sino también una liberación progresiva de nuestro presente pecaminoso y el triunfo sobre un futuro de pecado. “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es (1 Jn. 3:2)”. Judas escribió de una forma muy alentadora a los santos, compañeros suyos, diciéndoles: “al único Dios nuestro Salvador” que “es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría” (Judas 24-25). Si nos basamos en promesas como estas podremos orar con total seguridad y decir: “guardaré el camino de tus estatutos hasta el fin”. Esta seguridad de una salvación futura es otra de las formas en las que Dios protege a su pueblo de la desesperación en la lucha por la pureza y el crecimiento espiritual.
Dios no dejará jamás de llevar a cabo, hasta el final, la buena obra que comenzó en esas personas (cf. Fil. 1:6). Se nos concederá una esperanza en la gracia futura de una manera tan abundante que sobrepasará lo que ahora podemos comprender. Reflejaremos perfectamente todos los hermosos colores de la virtud porque habremos sido transformados en preciosas mariposas. La propia imagen de Dios será perfectamente restaurada en nosotros y gozaremos de una maravillosa y perfecta comunión con Él, para la gloria de nuestro Salvador Jesucristo por toda la eternidad. Amén.
Notas:
1. Spurgeon: Morning and Evening (Mañana y tarde), 30 de Diciembre.
2. http://catholicism.about-com/od/thesaints/f/What_Is_A_Sainthtm
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