¿Qué más da que un aborto acabe con una vida?Una franqueza poco usual en la cultura de la muerte
Albert Mohler
¿Es el bebé no nacido “una vida que vale la pena sacrificar”? La sola pregunta resulta horripilante, pero el argumento es más que real. En un reciente artículo, Mary Elizabeth Williams de Salon.com admitió lo que el movimiento pro-vida ha venido sosteniendo durante todo el tiempo: que desde el momento de la concepción, el niño no nacido es innegablemente una vida humana. A pesar de todo, Williams argumenta que esta vida humana no nacida debe concluir si una mujer desea el aborto. El niño es una vida, pero, según su grotesca opinión, “una vida que vale la pena sacrificar”.
El movimiento por el derecho al aborto ha tenido siempre un problema con el lenguaje. El estadounidense promedio sigue escuchando la palabra “aborto” con cierto grado de repulsa moral. Los activistas no necesitaron un sofisticado análisis de márquetin para llegar a esta comprensión. Desde el principio, el movimiento por el derecho al aborto cambió su argumento público por un lenguaje de elección: “el derecho de la mujer a escoger”.
¿Pero, escoger qué? No ha sido necesaria una revolución legal para que una mujer tenga derecho a dar a luz a su hijo no nacido. Lo que se exigía era el derecho a escoger asesinar al niño que aún no había venido al mundo. Esta es la realidad moral ocultada y camuflada por el lenguaje “pro-elección”.
En las últimas semanas, los líderes de Planned Parenthood desvelaron que se están apartando del lenguaje pro-elección, sencillamente porque no funciona. Mary Elizabeth Williams asiente, y afirma que el cambio debía “haberse hecho mucho antes”. Argumenta que el movimiento pro-aborto ha caído presa de los “engañosos y sucios trucos” del movimiento pro-vida, un movimiento —según ella explica— que ha controlado la cuestión de la vida durante demasiado tiempo.
Luego, con estremecedora franqueza, Williams sigue afirmando que cada niño no nacido es una vida humana. Sin embargo, su argumento no es pro-vida. Lejos de ello.
En sus propias palabras:
“Cuando los que estamos del lado de la pro-elección somos cautelosos en lo que respecta al tema de la vida, esto hace que parezcamos ilógicamente contradictorios. Tengo amigas que se han referido a sus abortos como “eliminar un montón de células” y, unos años después, se han sentido exultantes con sus embarazos que, sin vacilación alguna, describieron como “el bebé” y “este niño”. Conozco a mujeres que se han sentido aliviadas cuando han optado por el aborto provocado, y que han sufrido mucho cuando han tenido uno espontáneo. ¿Por qué no podemos asentir que la forma en que se sintieron con respecto a sus embarazos fue inmensamente distinta, pero que resulta bastante absurdo fingir que lo que crecía dentro de ellas no era lo mismo? Los fetos no son tan selectivos. No se los considera vida humana solo cuando se tiene la intención de que nazcan”.
Williams recurre a la evasiva “pro-elección”. El feto es una vida, asiente: todo feto, deseado o no por su madre, planificado o no como embarazo. Incluso llega a afirmar que la vida comienza en el momento de la concepción. Sin embargo, argumenta rápidamente que el hecho de que el niño no nacido sea una vida humana no significa que no deba ser abortado.
Explica:
“Esta es la complicada realidad en la que vivimos: toda vida no es igual. Para los liberales, como yo misma, resulta difícil hablar de ello, a menos que acabemos pareciendo tropas de asalto amantes de los paneles de muerte del tipo “mata a tu abuela y a tu precioso bebé”. Con todo, un feto puede ser una vida humana sin los mismos derechos que la mujer en cuyo cuerpo habita. Ella es la jefa. Su vida y lo que sea correcto para sus circunstancias y su salud deberían primar automáticamente sobre los derechos de la entidad no autónoma que se encuentra en su interior. Siempre”.
Por consiguiente, la madre y el hijo son, ambos, plenamente humanos, completamente vivos y totalmente reconocidos como vidas humanas. Sin embargo, la madre puede abortar a esa vida humana que hay dentro de ella por cualquier razón, o por motivos no declarados en absoluto. Williams argumenta que la madre es un agente autónomo, mientras que el hijo no nacido no lo es.
Con premeditada franqueza, Mary Elizabeth Williams declara que el niño no nacido es una vida humana, aunque no digna de respeto o protección. Como Williams insiste: “Yo pondría la vida de la madre por encima de la de un feto en todas y cada una de las ocasiones, aunque aún deba reconocer mi convicción de que el feto es realmente una vida”.
Con toda sinceridad define al niño que aún no ha nacido como una vida humana y acaba su argumento de la manera siguiente: “una vida que vale la pena sacrificar”.
La cultura de la muerte rara vez es tan sincera, pero esta es la lógica patente que se halla detrás del caso por el derecho al aborto. El bebé humano no nacido es meramente “una vida que vale la pena sacrificar”.
Léalo y llore.
Este artículo fue escrito por el Dr. Albert Mohler y publicado en su sitio web el día 1 de febrero del 2013. Traducción IBNB, Reservados todos los derechos.